11 sept 2009

EE.UU., un país menos desigual a costa de los ricos

Por Bob Davis y Robert Frank

La mayor recesión que atraviesa Estados Unidos desde la Gran Depresión podría, finalmente, reducir la brecha entre los más acaudalados y el resto.

Pero de ser así, no será porque los pobres se vuelvan más ricos sino, más bien, porque los ricos serán más pobres.

En los últimos 30 años, presidentes ejecutivos, banqueros de Wall Street, corredores de bolsa, socios de firmas de abogados y otros profesionales acumularon fortunas cada vez mayores mientras los ingresos de operarios de fábrica, profesores y otros integrantes de la clase media crecían a un ritmo mucho más pausado.

Según un informe divulgado el jueves por la Oficina del Censo de Estados Unidos, el 5% de las familias más ricas del país concentró el 21,5% de los ingresos en 2008, comparado con el 21,2% en 2007. En una señal de que los más ricos han sido vapuleados por la recesión, el monto de dinero necesario para integrar ese 5% de las familias más acaudaladas cayó 2% el año pasado, a US$180.000 frente a los US$183.801 de 2007.

Emmanuel Saez, economista de la Universidad de California en Berkeley, y otros expertos calculan que los ingresos que reciba el 1% de los contribuyentes más favorecidos de EE.UU. –aquellos que ganan alrededor de US$400.000 al año— caerán a entre 15% y 19% de los ingresos totales para 2010. Pese al cambio en la distribución, en EE.UU. la parte superior de la pirámide seguiría siendo comparativamente mayor que la de muchos otros países.

Un dato ilustrativo: la remuneración promedio de un presidente ejecutivo de una compañía que integra el índice S&P 500 cayó 15% en 2008 (a US$7,3 millones), según Kevin Murphy, un experto en salarios de ejecutivos de la Universidad del Sur de California.

[EE.UU.]

"En función de experiencias del pasado, parece que la desigualdad disminuirá y cambiará la tendencia a largo plazo que estaba convirtiendo a EE.UU. en un país menos igualitario", dice Ariell Reshef, un economista de la Universidad de Virginia.

El abismo que separaba los salarios de los más y menos favorecidos también se estrechó durante las recesiones de 1991 y 2001, aunque luego no tardó en ampliarse nuevamente. Eso podría volver a repetirse ahora. Edward Wolff, economista de la Universidad de Nueva York, dice que si los esfuerzos del gobierno de Barack Obama para controlar los paquetes de remuneración a ejecutivos, imponer nuevas regulaciones y subir los impuestos a los ingresos no prosperan, las inversiones y las fortunas de los ricos podrían volver a dispararse.

Thomas Philippon, economista de la Universidad de Nueva York, y Reshef calculan que entre 30% y 50% de los pagos extra que recibieron los profesionales del sector financiero reflejaron una burbuja en el sector.

Un flujo menor de efectivo que vaya a parar a las manos de la élite puede tener amplias consecuencias, desde los ingresos que el gobierno recauda a las clases de autos que se acumulan en los concesionarios.

Menos dinero para los ricos podría reconfigurar una economía de bienes de lujo, lo que algunos denominan plutonomía. En 2000, la mitad del consumo de familias estadounidenses provino del 20% en lo más alto de la pirámide, según los economistas Dean Maki y Michael Palumbo. Este año, se pronostica que las ventas de bienes de lujo se precipiten 15%, según la consultora Bain & Co.

Las ventas de autos de lujo de marcas como Bentley, Maserati y Lamborghini han caído más de 50% este año en EE.UU., superando con creces el declive de 26% de la industria automotriz en general., según Autodata Corp.

Esta nivelación de ingresos no es algo abstracto para víctimas como Anthony Carmenate, hijo de inmigrantes cubanos que fue ascendiendo por la escala social hasta alcanzar los altos rangos de Bank of America. En 2003, el banco estadounidense lo contrató para que gestionara una nueva división de gestión de activos llamada Banc of America Capital Management.

Carmenate compró una casa colonial con cinco dormitorios en un suburbio de Boston. Su esposa, Angela, se ocupaba de la casa y cuidaba de sus tres hijos.

La pareja no se consideraba muy gastadora, pero con ingresos que superaban los US$500.000 al año, se empezaron a dar sus gustos. Angela compraba carteras de Coach y zapatos de diseñador. Anthony compró un BMW y un Land Rover. Cuando llevaban a sus hijos a Disneylandia o de vacaciones a la playa, a veces se llevaban a una niñera.

A mediados de año, Anthony, de 42 años, fue despedido de Bank of America y, desde entonces, pasa apuros para conseguir un puesto en el mismo rango de remuneración. Pero cada vez que recibe un dato o intuye una oportunidad, "me doy cuenta de que hay un mar de gente buscando el mismo (trabajo) que yo", dice. Por ahora, está haciendo algunos trabajos como consultor.

"Soy una persona optimista", señala. "Pero no es probable que vuelva a haber sueldos como el mío en el futuro cercano. Es muy simple: Wall Street ya no necesita a tanta gente como antes".

Fuente: WSJ

10 sept 2009

A un año del estallido de la crisis, la reforma financiera no se concreta

Por David Enrich y Damian Paletta

Casi un año después de que la quiebra de Lehman Brothers estremeciera el sistema financiero, el mundo ha cambiado.

La caótica muerte del banco de inversión neoyorquino intensificó la mayor recesión de las economías desarrolladas desde la Gran Depresión de los años 30, pavimentó el camino para una mayor injerencia del gobierno en la economía y sembró dudas en la gente sobre la capacidad de los mercados para autocorregirse.

No obstante, hay cosas muy importantes que el colapso de Lehman no ha cambiado.

La reforma regulatoria en Estados Unidos que impulsa el Partido Demócrata, por ejemplo, se ha entrampado en medio de las disputas entre diferentes reguladores, la ira de los bancos y la oposición de muchos legisladores que creen que un mayor rol del Estado en la economía sólo creará nuevos problemas. Además, el acalorado debate sobre la reforma de salud ha disminuido el entusiasmo por sacar adelante un proyecto de ley tan complejo.

Mientras tanto, los principales bancos estadounidenses no sólo han vuelto a ser rentables, sino que muestran cierta soberbia. Las ganancias han mejorado, los jugosos paquetes de remuneración están de vuelta, al igual que las apuestas riesgosas.

Les preguntamos a los neoyorquinos si el colapso de Lehman Brothers debería, o podría, haberse prevenido.

Las empresas han vuelto a vender productos financieros exóticos parecidos a los que derribaron a los mercados y a la economía mundial a fines del año pasado. Y el apetito por el riesgo ha vuelto a aumentar. Los cinco mayores bancos estadounidenses podrían haber perdido, en conjunto, cerca de US$1.000 millones al día en el segundo trimestre de 2009 en caso de que sus apuestas hubieran salido mal, un nivel récord.

Ahora, el gobierno estadounidense ha caído en una suerte de limbo regulatorio. El gobierno insiste en que se mantiene fiel a su compromiso de impedir que la historia se repita y ha solicitado nuevas facultades para hacerlo. Si hoy colapsaran los mercados o un banco importante se declarara en bancarrota, tiene pocas alternativas a su disposición, salvo lanzar un nuevo rescate. "No hay un cambio fundamental en la manera en que los bancos son gestionados o regulados", afirma Peter J. Solomon, un ex vicepresidente de Lehman que ahora dirige un banco de inversión en Nueva York. "Lo único es que hay menos bancos".

El equipo económico del gobierno estadounidense no oculta su beneplácito ante la aparente recuperación de los mercados financieros y la economía, pero insiste en que aún siente una necesidad urgente de establecer nuevas reglas de juego. "No nos hacemos ninguna ilusión de que, si no intervenimos, las cosas evolucionarán por su cuenta hacia una normalidad saludable", señala Lawrence Summers, director del Consejo Nacional Económico de la Casa Blanca durante una entrevista. "La preocupación... es que la reanudación de la confianza, que es positiva, no desemboque en un regreso de la arrogancia, que sería algo muy negativo".

Las finanzas mundiales han estado en una auténtica montaña rusa desde el 14 de septiembre de 2008, el día que colapsó Lehman. El Promedio Industrial Dow Jones se precipitó de un cierre de 11.422 puntos el 12 de septiembre de 2008 a 6.547 puntos el nueve de marzo de 2009. Más de un centenar de bancos en EE.UU. se han acogido a la ley de protección por bancarrota y Washington ha inyectado más de US$200.000 millones en entidades financieras.

En diciembre pasado, el presidente ejecutivo de Bank of America, Kenneth Lewis, le dijo a un grupo de banqueros reunidos en una cena de gala en Nueva York, que esperarán una industria más humilde. "Tenemos un papel secundario en la economía, no uno estelar. Los servicios financieros son un medio, no un fin", aseveró en medio de aplausos. "Eso debería volvernos más humildes".

Desde entonces, el ánimo ha cambiado. El Dow Jones repuntó, algunos de los programas de rescate del gobierno están llegando a su fin y los grandes bancos están devolviendo los fondos que les facilitó el gobierno, lo que les permite zafarse del control de Washington.

Las ganancias de las cinco principales entidades de Wall Street, Bank of America, Citigroup Inc., Goldman Sachs Group Inc., J.P. Morgan Chase & Co. y Morgan Stanley, bordearon los US$23.300 millones en el primer semestre. La cifra supera con creces la pérdida de US$6.700 millones de igual lapso del año previo, aunque está muy por debajo de los US$49.800 millones registrados en el primer semestre de 2007, durante el apogeo de Wall Street.

El principal motor de las ganancias de estos bancos sigue siendo sus divisiones de compraventa de activos, que hacen apuestas de corto plazo (a menudo con los propios recursos de las firmas) en acciones, bonos, monedas y otros productos y mercados financieros. Las pérdidas generadas por estas filiales causaron estragos en gigantes de la talla de Merrill Lynch & Co. y Citigroup.

Wall Street ha "retomado lentamente las viejas costumbres", señala Robert Glauber, quien encabezó hasta 2006 la Asociación Nacional de Corredores de Valores, el organismo que supervisa a Wall Street. "Tiene mala memoria".

Tal vez el mejor indicio de la renovada exuberancia de Wall Street es su persistente búsqueda de instrumentos financieros exóticos. El mercado de derivados de crédito, considerado uno de los grandes culpables de la desestabilización de los mercados, sigue siendo inmenso.

El valor nocional de los derivados de crédito circulando en el sistema bancario estadounidense alcanzaba, al 31 de marzo, los US$14,6 billones (millones de millones), según la Oficina del Contralor de la Moneda. La cifra representa una caída de 8% respecto de los tres meses anteriores, pero prácticamente triplica los US$5,5 billones de hace tres años.

Wall Street defiende el uso de productos complejos. "Un producto estructurado puede ser absolutamente apropiado para el comprador", señala Alex Samuelson, portavoz de Citigroup, una de las entidades que está promocionando nuevas clases de derivados a los inversionistas. "No son intrínsecamente malos", insiste.

Se espera que el gobierno de Barack Obama redoble los esfuerzos para la aprobación de un nuevo marco regulador. Durante una cumbre realizada el pasado fin de semana, los ministros de Finanzas de las principales economías del mundo acordaron establecer estándares de capital más altos para los grandes bancos globales, una vez que se recuperen, lo que los obligaría a ser más conservadores. En el encuentro realizado en Londres, el secretario del Departamento del Tesoro de EE.UU., Timothy Geithner, les dijo a sus colegas: "No podemos dejar que el ímpetu reformador se desvanezca a medida que se alivia la crisis".

[Lehman]

9 sept 2009

Apuesta a que el repunte económico empezará más rápido fuera de EE.UU. debilita el dólar

Por Alex Frangos

El dólar cayó de forma pronunciada frente a la mayoría de las divisas más importantes en momentos en que los inversionistas apuestan a que el resto del mundo saldrá de la recesión más rápido que Estados Unidos.

En la primera sesión bursátil completa en Londres después de la temporada de vacaciones de verano en el Hemisferio Norte, el dólar alcanzó su punto más bajo este año contra el euro.

En Nueva York, 1 euro compraba ayer al final de la tarde US$1,4393, frente a US$1,4342 del lunes. La divisa estadounidense se cotiza a aproximadamente el mismo nivel que antes del colapso de la firma de valores Lehman Brothers hace casi un año. El dólar también descendió contra el yen y las divisas ligadas a las materias primas, como el dólar australiano.

"Estamos viendo una notable depresión del dólar", recalca Paul Mackel, estratega de divisas del banco HSBC en Londres. "El hecho de que el dólar está fuera de los rangos bien establecidos frente a varias divisas ha puesto nerviosos a los inversionistas".

El oro, al alza

Mientras tanto, el oro, que a menudo se mueve en la dirección opuesta al dólar, sobrepasó temporalmente la barrera simbólica de los US$1.000 por onza troy, su nivel más alto desde febrero, antes de retroceder. Los inversionistas suelen comprar oro para protegerse contra la incertidumbre económica y la inflación. Los contratos para septiembre del metal precioso cerraron a US$997,90, un alza de US$3.

Los analistas de divisas dicen que la caída del dólar podría continuar ahora que ha salido de sus recientes rangos. Varios expertos pronostican que el euro rondará US$1,50 para finales de año. Mackel también prevé que el dólar australiano, en particular, se siga fortaleciendo, debido a que está respaldado por una economía sólida y una exposición al repunte de China. El estratega de HSBC sostiene que la moneda australiana podría alcanzar o estar cerca de la paridad con el dólar estadounidense para finales de 2010. El martes, se cotizó a US$0,8658, su nivel más alto en más de un año.

El informe laboral en EE.UU. publicado el viernes fue un factor determinante en el descenso del dólar. La tasa de desempleo llegó a 9,7% en agosto, lo que significa que la Reserva Federal probablemente mantendrá las tasas de interés bajas en un futuro cercano.

Aires de recuperación

En cambio, noticias económicas positivas de Australia, Corea del Sur, Taiwán y Europa confirmaron las previsiones de los corredores de divisas que esos países se verán obligados a subir las tasas de interés antes que EE.UU. para evitar el sobrecalentamiento de sus economías. Tasas de interés más altas se traducen en mejores retornos para las monedas de esos países.

"El principal problema del dólar sigue siendo que hay apetito por el riesgo, que las tasas de interés en EE.UU. son extremadamente bajas y que la Fed ha dejado en claro que permanecerán así por mucho tiempo", dice Ray Farris, director de estrategia de divisas de Credit Suisse en Londres. "El mercado está bajo gran presión para buscar rendimiento sobre las inversiones. Y no hay rendimiento en EE.UU."

El retroceso del dólar del martes, de hecho, se produjo el mismo día en que el costo de tomar préstamos a largo plazo en esa divisa marcó un nuevo mínimo. Datos de la Asociación de Banqueros Británicos mostraron que la tasa Libor a tres meses en dólares cayó de 0,30875% el lunes a 0,30188%, su nivel más bajo desde el debut del índice en 1986.

En ciertos aspectos, los inversionistas están usando dólares para repetir una estrategia que contribuyó al debilitamiento el yen japonés durante gran parte de esta década, algo que se conoce como carry trade. Gracias a que las tasas de interés en EE.UU. se encuentran en niveles más bajos que en cualquier otra parte y se espera que continúen así, los inversionistas pueden pedir prestados dólares y comprar divisas con mayores rendimientos o acciones de mercados emergentes. Las bolsas de Asia y Europa registraron amplias alzas el martes.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo publicó un informe el lunes que afirma que la economía global centrada en el dólar enfrenta "cada vez más desafíos" y sugirió que el mundo adopte un sistema monetario más internacional.

—Keith Jenkins contribuyó a este artículo

Fuente: WSJ

7 sept 2009

El G-20 alcanza acuerdos sobre bonificaciones y medidas de estímulo, pero faltan los detalles

Por Stephen Fidler y Laurence Norman

LONDRES—Las mayores economías del mundo acordaron controlar las bonificaciones que reciben los banqueros y establecer estándares de capital más estrictos para los bancos. La ausencia de detalles, sin embargo, deja el camino abierto para que en las próximas semanas salgan a flote las discrepancias.

Los representantes de las economías que conforman el Grupo de los 20 (G-20) también se comprometieron el sábado a mantener las políticas económicas de estímulo, aunque dejaron abierta la posibilidad de que, en el momento y bajo las circunstancias que estimen convenientes, los gobiernos empiecen a poner punto final a tales iniciativas a medida que las economías se estabilizan.

El G-20 acordó las directrices para el pago de las bonificaciones a los ejecutivos bancarios, pero tales medidas no incluyen un límite sobre el monto que reciben ciertos individuos. Asimismo, el pacto para hacer que los bancos se ciñan a estándares de capital más estrictos también dejó abierta su implementación.

Tras la reunión del fin de semana en Londres, la atención se vuelca ahora a lo que ocurra en el encuentro de líderes del G-20 que tendrá lugar el 24 y 25 de septiembre en Pittsburgh, donde los mercados y los reguladores financieros buscarán un plan más detallado para manejar la recuperación de la economía mundial y prevenir una nueva crisis bancaria.

La canciller alemana, Angela Merkel, dijo anoche desde Berlín que esperaba que los líderes del G-20 pudieran desarrollar los detalles de los principios acordados cuando se reúnan en unas semanas. Gordon Brown, el primer ministro británico, que estaba reunido con Merkel, añadió que el sector financiero no podía regresar a sus prácticas antiguas, refiriéndose a la remuneración de los ejecutivos bancarios. "Queremos frenar la cultura de las bonificaciones en el sector financiero" , dijo Brown.

Dominque Strauss-Kahn, el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), alabó el grado de coordinación entre los gobiernos del G-20. Agregó, no obstante, que los países necesitan cumplir sus promesas de trabajar en conjunto para reformar el sistema financiero global. "Me impresiona el nivel de consenso, pero sigo a la espera de que se decidan medidas enérgicas y que también se implementen a nivel nacional", aseveró.

El G-20 le solicitó a la Junta de Estabilidad Financiera, un grupo de reguladores internacionales, que considere si vale la pena imponer un límite al pago total de bonificaciones que otorgan los bancos como porcentaje de sus ganancias.

Acorde al desempeño

El convenio sobre las primas pagadas a los banqueros exige que una mayor parte de las bonificaciones disminuya en caso de que el desempeño del banco se deteriore posteriormente. También pide el aplazamiento en la entrega de un porcentaje de las bonificaciones. En ambos casos, no se han revelado detalles sobre cómo funcionarían estos mecanismos. El pacto también exige la divulgación de mayor información sobre los corredores más exitosos de cada entidad.

En las próximas semanas, la Junta de Estabilidad Financiera dará a conocer propuestas más detalladas de cara a la reunión en Pittsburgh. El G-20 quiere que las nuevas normas entren en vigencia antes de que se repartan las bonificaciones correspondientes a este año. No hubo acuerdo para limitar las primas, pero se le pidió a la Junta de Estabilidad Financiera que explorara si vale la pena la idea de limitar el dinero que los bancos asignan para estos propósitos dependiendo de las circunstancias. La entidad examinará posibles sanciones para los bancos que no cumplan las normas.

Alemania y Francia hicieron hincapié en la remuneración de los banqueros y señalaron que las bonificaciones incentivan una toma excesiva de riesgos y deben ser reducidas. EE.UU. y Gran Bretaña, en cambio, sostuvieron que la mayor fuente de debilidad es la falta de capitalización de la banca.

En ambos temas se alcanzó un compromiso y el secretario estadounidense del Tesoro, Timothy Geithner, señaló que ambas corrientes de opinión eran esenciales para fortalecer el sistema financiero global. "Estándares de capital más estrictos no son un substituto de una reforma al sistema de remuneraciones", observó. "Esta reforma es una parte necesaria en la elaboración de un sistema más estable". Geithner propone que haya un acuerdo sobre las nuevas exigencias de capital para fines de 2010 para que entren en vigencia dos años después, aunque no ha especificado cuáles deberían ser esos niveles.

La ministra francesa de Finanzas, Christine Lagarde, dijo que hubo avances en la reunión, pero prometió insistir en el tema y asegurarse de que en la reunión de Pittsburgh se alcance una solución concreta. "Defendimos con mucho ahínco y en forma convincente... para que nuestros puntos de vista... fueran considerados y nuestras propuestas aceptadas", afirmó. "Vamos en una buena dirección pero... en lo que se refiere a Francia... tenemos la determinación de seguir el tema muy de cerca...".

En la declaración oficial, el G-20 señaló que las políticas monetaria y fiscal seguirán siendo "expansivas" hasta que se afiance la esperada recuperación económica. El grupo teme que un retiro prematuro de las iniciativas de estímulo podría provocar una recaída después de un breve repunte.

También acordaron la necesidad de prepararse para retirar esas medidas de estímulo. De todos modos, aunque los asistentes se comprometieron a desarrollar estrategias de salida "coordinadas", reconocieron que "la escala, tiempo y secuencia de las medidas variarán según el país".

Según los economistas, eso deja espacio para que cada miembro del G-20 retire las políticas de estímulo cuando considere que la recuperación ha echado raíces.

Fuente: WSJ