2 abr 2010

Para Brasil, el mañana ya llegó

Por Paulo Prada

Durante el último siglo, Brasil ha sido una tierra de gran potencial, pero de escasos resultados. Con una inflación galopante y una deuda nacional estratosférica, el país era tal desastre que a nadie se le hubiera ocurrido pensar que acabaría jugando un papel clave en el escenario mundial.

Las cosas han cambiado… y de qué manera.

He aquí un ejemplo: en medio de la peor crisis económica mundial desde la Gran Depresión, la economía de Brasil apenas se contrajo el año pasado 0,2%, y se espera que crezca hasta 6% este año. Los brasileños comunes y corrientes han estado demasiado ocupados comprando lavadoras, automóviles y televisores de pantalla plana como para darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor.

Brasil ya es la mayor economía de América Latina y la décima del mundo. Para 2050, probablemente saltará al cuarto lugar, por encima de países como Alemania, Japón y Gran Bretaña, según un estudio de Goldman Sachs.

Es obvio que Brasil es hoy en día una nación con la influencia, la ambición y los fundamentos económicos para convertirse en una potencia mundial. Pero el país aún debe superar enormes obstáculos antes de hacer honor a su potencial.

Su sector público es demasiado grande y tiene graves problemas de corrupción. La tasa de criminalidad es demasiado alta, su infraestructura necesita urgentemente de una reparación y expansión y el ambiente empresarial es restrictivo, especialmente por un código laboral que parece copiado del manual económico de Benito Mussolini. Brasil también corre el riesgo de autofelicitarse tanto que no logra ver el trabajo colosal que aún tiene por delante.

"Hay demasiadas cosas buenas que están ocurriendo como para que el país no las aproveche", afirma Ricardo Amorim, un conocido asesor financiero de São Paulo. "Brasil nunca ha tenido una oportunidad igual como la que tendrá en los próximos años".

Gran promesa

Brasil siempre ha tenido que superar grandes expectativas, simplemente debido a su tamaño. El país es más grande que Estados Unidos, excluyendo Alaska, y tiene una población casi equivalente a las de Alemania, Francia y Gran Bretaña combinadas. Sin embargo, con la excepción del fútbol y la música, muchos brasileños tienden a creer la noción —supuestamente atribuida a Charles de Gaulle— de que "Brasil no es un país serio".

Las cosas empezaron a cambiar en los años 90. El gobierno adoptó estrictas políticas monetarias y se centró en balancear sus cuentas. Esta prudencia fiscal ha permitido al país contar con grandes reservas de efectivo, y con un margen de maniobra durante las crisis.

"Éste es un Brasil diferente al de hace diez años", alardeó recientemente el presidente Luiz Inácio Lula da Silva. En aquel entonces, dijo, "la crisis en Grecia ya habría dejado a Brasil en la bancarrota".

Además, ahora hay un consenso político para evitar los errores del pasado. Hasta hace poco, las elecciones en Brasil se consideraban pugnas entre propuestas populistas irresponsables y voces que promulgaban inversión, estabilidad y crecimiento. Ahora, no se espera que ningún candidato a las elecciones presidenciales de octubre, ya sea de izquierda o de derecha, se aleje de las actuales políticas económicas. Lo que rige es una mezcla funcional de reglas de mercado abierto y programas de bienestar social.

Incluso la promesa de una mayor participación estatal en la economía realizada por Dilma Rousseff, la jefa de gabinete y candidata designada por el presidente Lula da Silva para sucederlo en el cargo, no ha asustado a los empresarios. "Es reconfortante tener elecciones y ver que no haya ningún revuelo cualquiera que sea el resultado", afirma Andrew Béla Jánszky, un abogado brasileño especializado en inversiones en la oficina paulista de Shearman & Sterling LLP. "Por primera vez, la estabilidad es algo que se espera".

El trabajo duro también ha permitido a Brasil —ya un líder en la exportación de mineral de hierro, acero, café, soya, azúcar y carne de res— destacarse en sectores en los que antes sólo se permitía soñar. Después de décadas de investigación e inversión, Brasil descubrió en 2007 gigantescos yacimientos de petróleo en el Atlántico que podrían duplicar su producción de crudo en los próximos años, generando miles de millones de dólares anuales en nuevos ingresos.

Limpieza doméstica

Los resultados de todos estos cambios han sido drásticos. El auge económico ha sacado a millones de brasileños de la pobreza y está creando una pujante clase media.

Pero antes de que Brasil pueda lograr sus ambiciones de ingresar en el primer mundo, debe abordar grandes deficiencias económicas, legales y sociales que han frenado su desarrollo.

Entre otras cosas, incluso después de grandes reformas, el papel del gobierno en la economía sigue siendo relativamente amplio. El gasto gubernamental representa más de 20% del Producto Interno Bruto del país, frente a 15% en EE.UU., 13% en China y 7% en Indonesia, otro país de rápido crecimiento, según datos de la consultora brasileña Mosaico Economía Política. El gobierno redujo hasta 150.000 empleos en los años 90, pero desde entonces ha creado el doble, según un informe de Banco Santander, la entidad española que es uno de los mayores inversionistas extranjeros en Brasil. Incluso con más margen que nunca para gastar, la deuda del gobierno ha comenzado a repuntar de nuevo.

Para ayudar a financiar el aumento del tamaño del gobierno —y los onerosos planes de pensión y de beneficios— "la tendencia probablemente irá hacia mayores impuestos, menores inversiones y, con ello, menor crecimiento a largo plazo", dijo Santander en el informe. El creciente gasto se produce mientras la demanda del consumidor también está aumentando, alentada por los préstamos estatales. Este factor ha hecho que la inflación se asome de nuevo, obligando al banco central a considerar de nuevo un aumento de las tasas de interés.

Otro problema es el restrictivo ambiente empresarial, especialmente las estrictas leyes laborales que se remontan a los años 40. Los altos costos de crear una compañía y contratar trabajadores hacen que muchos empresarios y negocios permanezcan en el mercado negro y paguen a sus trabajadores fuera de los libros contables. Esto crea una gigantesca economía informal que, según un estudio divulgado en 2005 por McKinsey & Co., representa hasta 40% del PIB de Brasil, la mitad de los trabajos urbanos y frena su crecimiento económico en hasta 1,5% anualmente.

El problema es palpable en todo Brasil, donde el comercio informal está en todas partes, en las aceras, en los autobuses públicos y en las famosas playas de Rio de Janeiro. "Preferiría tener un trabajo de verdad, pero es mucho más fácil conseguir un empleo como este", afirma Milton, un joven de 28 años que vende software y DVD piratas en el centro de São Paulo. "Este tipo de trabajos abunda por todas partes", dijo el vendedor, quien prefirió no dar su apellido.

Otro obstáculo al crecimiento es la falta de infraestructuras, desde carreteras, vías ferroviarias y puentes, hasta puertos, aeropuertos y oleoductos. Al igual que todo lo demás en este país, las inversiones en infraestructura fluctuaron en el pasado dependiendo del estado de la economía. Los proyectos eran abundantes cuando sobraba el dinero y quedaron abandonados durante las décadas de vacas flacas.

La mayoría de la infraestructura actual del país no sólo está obsoleta y en malas condiciones, sino que también es demasiado pequeña para manejar el volumen de personas y bienes que la usan, esto sin contar con el nuevo crecimiento. La semana pasada, el gobierno anunció la segunda fase de un ambicioso "programa de aceleración del crecimiento" que lanzó en 2007. El plan original contempla inversiones en infraestructura de unos US$342.000 millones, pero muchos de los proyectos se encuentran obstaculizados por los problemas burocráticos. Contas Abertas, un grupo sin ánimo de lucro que estudia el gasto público, dijo en un estudio divulgado este mes que sólo se ha completado 11% de los proyectos contemplados en el plan y la mitad ni siquiera se han lanzado.

Para los observadores, las cosas tendrán mejor aspecto a medida que Brasil se prepara para ser el anfitrión de la Copa Mundial de Fútbol en 2014 y Rio de Janeiro de los Juegos Olímpicos en 2016. Se inaugurarán nuevas autopistas y terminales de aeropuerto junto con modernos estadios y bellas avenidas. Pero las empresas manufactureras, los exportadores y las empresas de carga —que de manera regular tiene que esperar días o semanas para recibir los permisos necesarios en los puertos y zonas aduaneras del país— saben que Brasil necesita más que cambios cosméticos.

El progreso también es insuficiente en otras áreas. El crimen aún es un serio problema en la mayoría de las ciudades y en las zonas rurales donde despiadados buscadores de minerales, empresas madereras y terratenientes se llevan por delante a sus vecinos. Y los cuerpos policiales reciben salarios tan bajos que es común que las autoridades se hagan de la vista gorda a cambio de algo de dinero o cometan serias violaciones de derechos humanos para resolver problemas que los congestionados juzgados raramente pueden arreglar. Un informe divulgado por la asociación Human Rights Watch —en el que usó estadísticas del propio gobierno— reveló que la policía en Río de Janeiro y São Paulo asesinó a más de 1.000 personas anualmente en los últimos años, muchos de ellos en ejecuciones "extrajudiciales".

Además, los políticos y legisladores brasileños gozan de un alto nivel de impunidad. La Policía Federal, el organismo del orden público más respetado del país y que está encargado de combatir la corrupción, tiene abiertas en la actualidad casi 30.000 investigaciones relacionadas a casos de corrupción y fraudes públicos, según un reciente informe.

Y por último, queda la educación. Brasil tiene un popular programa de bienestar social que paga a los padres de bajos recursos para que mantengan a sus hijos en el colegio en lugar de que vayan a trabajar para poner comida en la mesa. Pero los mismos colegios públicos no cuentan con los fondos suficientes y la calidad de la educación sigue siendo deficiente.

Lula da Silva y sus ministros reconocen que queda mucho por hacer. Hasta ahora, señalan, el trabajo realizado ha consistido en poner las bases para la estabilidad y así facilitar las inversiones y el crecimiento en el futuro. Ahora que los populares programas sociales han ayudado a aliviar el sufrimiento de los más pobres —y ha evitado las consecuencias más graves de la crisis financiera— el gobierno puede empezar a concentrarse en las estrategias para asegurar un crecimiento sobre cimientos más sólidos.

Fuente: WSJ

1 abr 2010

Uno de cada tres adolescentes es un vago

por Expansión.com/Reuters/EP

Uno de cada tres adolescentes en el mundo pasa tres o más horas al día viendo la televisión o jugando a la consola, una tasa de "holgazanería" que no varía según el nivel económico del país donde residen, de acuerdo con los resultados de un estudio publicado en la prestigiosa revista científica The Journal of Pediatrics que analiza los hábitos de más de 70.000 niños de 34 países de todo el mundo.

Desde Argentina hasta Zambia, el equipo de Regina Guthold, especialista en enfermedades crónicas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), detectó que cada vez es mayor el porcentaje de niños que no hace "ningún tipo de ejercicio físico" y dedica sus horas de ocio a actividades sedentarias, con independencia de que viva en un país desarrollado o en uno empobrecido. En más de la mitad de los países analizados, el 30% de ellos dedica más de tres horas diarias a ver la televisión.

Las conclusiones del estudio se basan en el seguimiento durante cuatro años de 72.845 niños escolarizados de entre 13 y 15 años de las seis regiones geográficas mundiales establecidas por la OMS y participantes en la Encuesta Global de Salud (GSHS, en sus siglas inglesas). Los investigadores preguntaron a los niños datos sobre el tiempo que pasaban andando, yendo en bicicleta o haciendo otro jeercicio físico y el tiempo que dedicaban cada día a estar sentados.

Definieron como "activos físicamente" a los niños que practicaban ejercicio durante al menos una hora diaria durante cinco días a la semana, además de las clases de educación física en el colegio. "Sedentarios" eran, según los parámetros de este equipo científico, los que dedicaban tres o más horas al día a ver la televisión, jugar a la consola, o 'chatear' en el ordenador, sedentarismo que hay que añadir al tiempo que pasaban en el colegio o haciendo los deberes.

Bajo estos baremos, el estudio estableció que sólo el 20% de los chicos y el 15% de las chicas hacía "suficiente ejercicio diario". Respectivamente, un 20% y un 30% fueron clasificados como "sedentarios", mientras que el resto se quedó en valores intermedios. En todos los países analizados, excepto en Zambia, ellas eran "menos activas" que los chicos.

Los más vagos, en las Islas Caimán
Muy pocos estudiantes alcanzaron las recomendaciones mínimas de ejercicio físico: sólo el 23,8% de los chicos y el 15,4% de las chicas. La prevalencia más baja se registró en Filipinas y Zambia (ambos con un 8,8%, y la más alta, en India, con un 37,5%).

Uruguay alcanzó el porcentaje más alto de chicos "activos", con un 42%, mientras Zambia obtuvo el más bajo, con tan sólo un 8%. Las chicas de India se mostraron como las más "en forma", con un 37% de niñas que cumplían las horas de ejercicio recomendadas. En el otro extremo, las niñas egipcias, que obtuvieron la cifra más baja, con sólo un 4% de "activas".

Entre los "sedentarios", Myanmar demostró ser el país menos "perezoso", con tan sólo un 8 por ciento de chicas y un 13% de chicos "holgazanes", mientras que a la cabeza de la lista se situaron Santa Lucía y las Islas Caimán, con un 58% de niños y un 64% de niñas que pasaban más de tres horas diarias frente al televisor.

El estudio ha demostrado que "crecer en un país empobrecido no implica necesariamente que el niño sea más activo físicamente", asegura Guthold. "No se puede señalar a un único factor responsable de esta bajada en la actividad física de los niños, aunque el éxodo a las ciudades unido a la popularidad de la televisión y la proliferación de coches y carreteras, pueden estar detrás de este sedentarismo en los países empobrecidos".

The Journal of Pediatrics, DOI: 10.1016/j.jpeds.2010.01.019

30 mar 2010

Eslovenia goza del mismo nivel de vida que España

por Ramón R.Lavín. Bruselas

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aseguraba en 2008 que el nivel de riqueza de los españoles pasaría antes de 2012 al de italianos e igualaría al de Francia y Alemania. El objetivo parece demasiado ambicioso a día de hoy.

La Comisión Europea publicó ayer un cuadro con el poder adquisitivo de los países de la Unión. La capacidad de compra de los españoles se encuentra en el 96% de la media comunitaria, muy lejos del grupo de los países de cabeza, como Luxemburgo, 188%; Reino Unido, 132%; Chipre, 129%; Holanda, 129%, y Austria, 128%. Alemania, locomotora de la Unión Monetaria, está en el 121% de la media; Francia, en el 111%, e Italia en 103%, siete puntos por encima de España.

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Los países comunitarios cuyos ciudadanos tienen más problemas para adquirir bienes y servicios son Rumanía, Bulgaria, Polonia y Hungría. Todos ellos incorporados a la UE en la última ampliación de 2007. Para examinar las diferencias en el coste de la vida entre los diferentes Estados miembros, el Ejecutivo comunitario ha elaborado un índice de poder adquisitivo, que tiene en cuenta tanto la renta media como el nivel de precios. La media comunitaria es de 100 puntos. En este ranking, España ocupa la decimoquinta posición con 96 puntos, es decir, con un poder adquisitivo un 4% inferior a la media comunitaria, al mismo nivel de Eslovenia, según datos correspondientes a 2008.

Gran brecha
Y es que Europa presenta resultados desiguales, como mostraban ayer los datos de confianza. Después de la pausa del mes de febrero, los indicadores de coyuntura, tanto el Indicador del Sentimiento Económico (ISE) –que aumentó 2 puntos en la UE hasta situarse en 99,6, y 1,8 puntos en la eurozona hasta alcanzar 97,7 puntos– como el Indicador del Clima Empresarial (ICE), “mejoraron significativamente, en el mes de marzo”, según aseguraba ayer la Comisión Europea (CE) en su informe mensual.

Sin embargo, esa recuperación no es homogénea y esconde divergencias importantes entre unos países y otros: el indicador supera la tendencia media a largo plazo en algunos países como Alemania, Francia, Italia y Polonia, mientras que en otros permanece todavía por debajo, lo que es el caso en España, Holanda, Portugal y Grecia.

El problema heleno ha sido precisamente el que ha puesto a Europa en el punto de mira. El director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, pidió ayer a los países de la zona euro más coordinación en sus políticas económicas para evitar que se generen desequilibrios en el sistema, e instó al “trabajo en común” para mantener el proceso de recuperación. Dijo que ve “una clara necesidad” de que la UE cuente con un marco común para prevenir y gestionar las situaciones de crisis.

S&P, atenta al ráting de Reino Unido
Standard & Poor’s (S&P) reafirmó ayer el nivel “AAA” de la calificación de riesgo crediticio del Reino Unido, pero advirtió de que lo revisará a la baja si el Gobierno que salga de las próximas elecciones generales no presenta una estrategia fiscal clara.

En un comunicado, S&P indicó que la perspectiva de la calificación crediticia británica sigue siendo negativa, teniendo en cuenta que no hay un plan sólido de consolidación fiscal y que hay dudas sobre lo que hará el Gobierno que salga de las urnas en las elecciones que previsiblemente se celebrarán el 6 de mayo. “La carga de la deuda neta general del Estado podría acercarse a un nivel incompatible con la calificación ‘AAA’ rating.

La calificación podría rebajarse si concluimos que la estrategia fiscal del próximo Gobierno no puede reconducir la carga de la deuda a una trayectoria descendente segura en el medio plazo”, afirmó. Por contra, añadió S&P, la perspectiva “podría volver al nivel de ‘estable’ si se aplican medidas integrales que sostengan con más solidez las finanzas públicas”.

Fuente: Expansión

29 mar 2010

La inquebrantable fe en los mercados de Gary Becker

Por Peter Robinson

STANFORD, CALIFORNIA— "No, de ninguna manera". Así responde Gary Becker cuando se le pregunta si el colapso financiero, la peor recesión de los últimos 25 años, y la llegada al poder en Estados Unidos de una administración que quiere expandir el rol del gobierno central lo han hecho reevaluar su compromiso con el libre mercado.

Becker es uno de los fundadores, junto con su amigo y profesor, el fallecido Milton Friedman, de la escuela de economía de Chicago. Cuando ya han transcurrido cerca de 40 años desde que obtuviera la prestigiosa Medalla John Bates Clark, otorgada a los economistas menores de 40 años, y 20 desde que ganara el Premio Nobel, Becker, de 79 años, ocupa una posición inusual para alguien que ha pasado toda su vida profesional en el ultracompetitivo ámbito de la economía: no tiene que demostrarle nada a nadie. Por eso es incluso más extraordinario que trabaje con el mismo ímpetu de un profesor joven. Publica en forma regular, sigue dando clases en la Universidad de Chicago (donde ya lleva 32 años) y escribe, junto a su amigo el juez Richard Posner, el Becker-Posner Blog, una de las páginas Web más visitadas por quienes están interesados en la economía y el derecho.

Cuando sus clases lo permiten, Becker acude a la Hoover Institution, el centro de estudios de la Universidad de Stanford, donde ha sido catedrático desde 1988. El día que me reuní con él, en su oficina en la Hoover Institution, Becker había asistido a un encuentro con el ex secretario del Tesoro, Hank Paulson y había pasado varias horas recorriendo la sede de Apple, en la localidad cercana de Cupertino, junto a su esposa, la historiadora del arte de Medio Oriente Guity Nashat, y su nieto. "Supongo que es correcto calificar a mi nieto como un genio de las computadoras", dice con orgullo. "Apenas tiene 14 años, pero ya ha vendido un par de aplicaciones".

Comienzo con la pregunta obvia. "¿La reforma de salud? Es una mala ley", contesta. "El sistema de salud en Estados Unidos es bastante bueno, pero tiene un número de debilidades. Esta ley no las resuelve. Añade impuestos y regulaciones. Va a aumentar los costos de la salud, no contenerlos".

Malas leyes, mantenidas por grupos de interés. En 1982, le recuerdo a Becker, el economista Mancur Olson publicó un libro llamado "El ascenso y la caída de las Naciones", donde predecía esta tendencia. Con el tiempo, argumentaba Olson, los grupos de interés presionan para obtener políticas públicas que casi siempre son proteccionistas, redistributivas o antitecnológicas. Políticas que, en una palabra, inhiben el crecimiento económico. Así y todo, como los beneficios de estas políticas apuntan directamente a los grupos de interés, mientras los costos son repartidos entre toda la población, hay muy poca oposición a ellas. Le pregunto a Becker si no cree que el cuadro pintado por Olson en 1980 se parece a los Estados Unidos actuales. Becker piensa por un momento, girando hacia la ventana. "No necesariamente", responde.

"La idea de que los grupos de interés pueden obtener beneficios específicos del sistema políticos, sí, ésa es una idea muy importante", dice. "Pero uno puede tener intereses que compiten entre sí. Como la industria automotriz. Las automotrices de Detroit quieren políticas proteccionistas. Pero los importadores quieren libre comercio. Y entonces se pelean. Ahora, en algunas de estas peleas ganan las fuerzas de la oscuridad, y en otras prevalecen las fuerzas de la luz. Si un país tiene intereses contrapuestos, no debería haber un sesgo sistemático hacia políticas dañinas".

Becker pone las manos en la nuca. Reflexiona, otra vez, y después sonríe con amargura. "Por supuesto que eso no quiere decir que no hay ningún sesgo sistemático hacia las políticas dañinas", dice. "Siempre está ese prejuicio contra el que nos enfrentamos todo el tiempo: los mercados son difíciles de apreciar".

El capitalismo ha producido los más altos estándares de vida de la historia, ¿y aún así sus beneficios son difíciles de apreciar? Becker explica: "La gente tiende a atribuirle buenas intenciones al Estado. Y, si uno asume que los funcionarios de gobierno tienen buenas intenciones, entonces uno tiende a asumir también que los funcionarios siempre actúan en nombre del bien común. La gente también cree que los empresarios y los inversionistas, por el contrario, sólo quieren ganar dinero, no actuar en nombre del bien común. Por eso es difícil ver cómo esta búsqueda de ganancias puede mejorar los estándares de vida generales. Es una idea demasiado contraintuitiva. Por lo tanto, luchamos siempre contra una especie de sospecha permanente contra los mercados. Siempre está la tentación de creer que los mercados triunfan saqueando a los desafortunados".

Le leo un pasaje de una columna del historiador Victor Davis Hanson publicada en un matutino. "Estamos en una época revolucionaria", sostiene Hanson. "En la cual el gobierno se expandirá para asumir el control de todo, desde los créditos estudiantiles a la energía". Luego, le leo una columna del economista Thomas Sowell. "Con la aprobación de la legislación que le permite al gobierno asumir el control del sistema de salud" escribe Sowell, "se marca un hito en el desmantelamiento de los valores e instituciones de Estados Unidos".

"Son muy elocuentes", señala Becker, sin perturbarse. "Y tal vez tengan razón, pero no soy tan pesimista". La tentación de ver con recelo a los mercados es sólo eso, una tentación. Aunque los electores puede sucumbir temporalmente a ella, a la larga la superan.

"Una de las cosas que destacó el secretario del Tesoro Paulson esta mañana fue la ira, la ira inesperada, de los estadounidenses cuando el gobierno rescató a los bancos. Esta creencia en la responsabilidad individual, de que las personas deben ser libres para tomar sus propias decisiones para luego atenerse a las consecuencias de esas decisiones, sigue siendo muy poderosa. Los estadounidenses no quieren una expansión del Estado. Quieren más de lo que ofreció Reagan. Quieren un gobierno limitado y crecimiento económico. Espero que así lo manifiesten en las elecciones de noviembre".

Suponiendo entonces que los estadounidenses todavía quieren un Estado limitado, pregunto, ¿qué pasa con aquellos que dominan la prensa y las universidades? ¿Qué ocurre con aquellos formadores de opinión para quienes la crisis financiera significó el fin del capitalismo y envió a la irrelevancia a la Escuela de Chicago?

"Durante la crisis financiera", responde Becker, "fallaron tanto el Estado como los mercados (o, mejor dicho, algunos aspectos del mercado)".

La Reserva Federal, el banco central de EE.UU., explica Becker, mantuvo las tasas de interés demasiado bajas durante demasiado tiempo. Freddie Mac y Fannie Mae, los bancos hipotecarios del gobierno, cometieron el error de participar en el mercado de instrumentos subprime. Y, a medida que avanzaba la crisis, las agencias regulatorias respondieron mal. "La Fed y el Tesoro no vieron acercarse a la crisis hasta que fue demasiado tarde. La SEC (la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU.) no la vio en ningún momento", dice Becker.

"Los mercados también cometieron errores. Y algunos de los que estudiamos a los mercados también cometimos errores. Algunos de mis colegas de la Universidad de Chicago probablemente sobreestimaron la capacidad de la Fed para calmar las turbulencias. Yo no he escrito mucho sobre la Fed, pero, si lo hubiera hecho, probablemente también habría sobreestimado su capacidad. Cuando los bancos empezaron a desarrollar instrumentos nuevos, los economistas prestaron muy poca atención a los riesgos sistémicos (los riesgos que estos instrumentos tenían para todo el sistema financiero)".

"Algo que aprendí de Milton Friedman es que de tanto en tanto siempre hay problemas financieros, por eso no me sorprendió la aparición de la crisis financiera. Lo que sí me sorprendió fue que salpicara a la economía real. No había previsto que la crisis pudiera ser tan grave. Ése fue mi error".

Becker reflexiona otra vez. "Entonces, sí, los economistas cometimos errores. Pero, ¿acaso la experiencia de los últimos año invalida la idea de que los mercados son la manera más eficiente de producir crecimiento económico? De ninguna manera".

"Mire el crecimiento de los países desarrollados desde la Segunda Guerra Mundial", continúa. "Incluso después de tomar en cuenta todas las recesiones, los números son bastante buenos. Por eso, si una recesión tan grave como ésta fuera el precio de tener mercados libres (no creo que sea la mejor manera de decirlo, porque los gobiernos contribuyeron en gran medida a los problemas actuales), si ese precio fuera esta recesión tan grave, uno igual diría que es un precio que vale la pena pagar".

"O miremos a los países en desarrollo", agrega Becker. "China, India, Brasil. Mil millones de personas han salido de la pobreza desde 1990 gracias a que sus países se han movido hacia economías más basadas en los mercados. Mil millones de personas. Nadie está pidiendo revertir este proceso".

Mi última pregunta empieza con una pequeña historia. Le cuento a Becker que conversé con Friedman poco antes de su muerte, en 2006. Friedman había estado revisando las cifras de gasto público del gobierno de George W. Bush, y no estaba contento. Después de una pausa durante los años de Ronald Reagan, explicó Friedman, el gasto público de EE.UU. estaba otra vez en alza. "El desafío de mi generación", me dijo Friedman entonces, "fue proveer una defensa intelectual de la libertad". Después me miró. "El desafío de tu generación es mantenerla".

¿Cuáles son las probabilidades, le pregunté a Becker, de que esta generación pueda, en efecto, mantener su libertad? "Podría pasar cualquiera de las dos cosas", responde. "Milton tenía razón acerca de ello".

Becker recita de memoria algunas cifras. Durante años, el gasto del gobierno federal de EE.UU. Se mantuvo en alrededor del 20% del PIB. Ahora, ese gasto ha crecido hasta el 25% de la economía. Según las últimas proyecciones, el gasto del gobierno federal pronto crecerá hasta el 28%. "Eso me preocupa", dice Becker. "Me preocupa mucho".

"Sin embargo, cuando Milton estaba empezando su carrera", continúa, "la gente realmente creía que una economía controlada por el Estado era la manera más eficiente de promover el crecimiento. Hoy nadie cree eso, quizás con la excepción de Corea del Norte. Si uno va a China, India, Brasil, Argentina o México, incluso a Europa Occidental, verá que casi todos los economistas de menos de 50 años tienen una orientación libremercadista. Existen diferencias de énfasis y opinión entre ellos, pero están orientados hacia los mercados. Esa es una victoria intelectual muy, pero muy importante. ¿Tendrá esta victoria un efecto sobre las políticas públicas de los gobiernos? Sí. Ya lo ha tenido. Y creo que en los próximos años tendrá un impacto aún más grande".

El cielo, del otro lado de su ventana, ha empezado a oscurecerse. Becker se pone de pie, coloca algunos papeles en su portafolios y después se pone una chaqueta de tweed y una gorra de béisbol. "Cuando pienso en mis hijos y mis nietos", dice, "creo que sí, que tendrán que luchar. La libertad no puede ser ganada fácilmente. Pero no es una batalla perdida. De ninguna manera es una batalla perdida. Básicamente sigo siendo optimista".