14 may 2010

Y tras el rescate europeo, ¿qué?

por Federico Steinberg

Por fin, en un ECOFIN extraordinario y contra reloj, los países de la zona euro han acordado crear un fuerte mecanismo de blindaje para la moneda única.

Si este plan de rescate se hubiera acordado tres meses antes se habría evitado el pánico financiero, los movimientos especulativos y la pérdida de miles de millones de euros, tanto en caídas bursátiles como en mayores costes de financiación. Pero a pesar de llegar tarde, es de tal magnitud que ha logrado calmar a los mercados y podría suponer el embrión para la reforma de la deficiente arquitectura institucional de la Unión Económica y Monetaria.

Este plan de salvamento se asemeja en filosofía y cuantía al que las autoridades estadounidenses pusieron en marcha en septiembre de 2008 tras la caída de Lehman Brothers y que tenía como objetivo salvar al sistema financiero del colapso anunciando que no se permitiría la quiebra de ninguna institución financiera sistémica. Sin embargo, el plan europeo es distinto porque está destinado a salvar a estados con problemas de deuda pública y no a bancos con problemas de liquidez.

Se compone de varios instrumentos (440.000 millones de euros en préstamos y avales intergubernamentales; 250.000 millones en fondos del FMI y 60.000 millones en préstamos de la Comisión), pero lo importante es que crea en la zona euro un prestamista de última instancia para los estados miembros.

Esto se consigue tanto con los 750.000 millones de euros mencionados arriba (que, por cierto, equivalen a más de cinco veces el presupuesto anual de la Unión) como con la decisión del Banco Central Europeo (BCE) de adquirir deuda pública de los países con problemas en el mercado secundario. Estas medidas se complementan con el endurecimiento de los planes de austeridad que todos los países de la zona euro en dificultades acometerán en los próximos años.

Así, las autoridades europeas lanzan un mensaje contundente a los mercados: el capital político invertido en el euro es tan grande que no permitirán que la crisis se lleve por delante ni a la Moneda Única ni a ninguno de sus estados miembros.

Y por el momento los mercados parecen haberlo creído: los spreads de deuda se han reducido, las bolsas han rebotado y el euro ha frenado temporalmente su caída con respecto al dólar. En definitiva, como en anteriores ocasiones, sólo el liderazgo político ha frenado el pánico de unos mercados financieros que cuando entran en dinámicas de contagio irracional dejan de atender a las variables económicas fundamentales o a razones técnicas y se vuelven armas de destrucción masiva.

Nuevos interrogantes
Pero este no es el final de la historia. A partir de ahora se abren varios interrogantes, de cuya respuesta depende que esta crisis se haya cerrado en falso o que la Unión Monetaria haya iniciado el camino de su fortalecimiento. El primero es hasta qué punto los compromisos pueden materializarse de forma rápida en fondos disponibles. En este sentido, cabe la posibilidad de que, como ya ocurriera tras el anuncio del rescate a Grecia en febrero, se tarde demasiado en poner el dinero sobre la mesa y los mercados financieros vuelvan a entrar en pánico, lo que requeriría nuevos fondos para recuperar la calma.

El segundo, relacionado con el anterior, es si las autoridades no están confundiendo una crisis de liquidez con una de solvencia. El plan de rescate será efectivo si los países de la zona euro se enfrentan a un problema transitorio para refinanciar su deuda derivado del pánico en unos mercados financieros que se resisten a prestarles a precios razonables en momentos de recesión y elevado desempleo, pero no a un problema de solvencia a largo plazo.

Pero si en realidad estos países entran en dinámicas explosivas de aumento de la deuda y bajo crecimiento (como parece que le sucederá a Grecia) nos encontraríamos ante un riesgo de solvencia que los préstamos no resolverán. Por ello, es esencial que los países vulnerables a los ataques especulativos se ajusten el cinturón y hagan reformas estructurales. Sólo así se podrá asegurar la solvencia de los países a largo plazo (y con ella la estabilidad de la zona euro).

El tercero es en qué medida la decisión del BCE de adquirir deuda pública de algunos de los países podría hipotecar su independencia, además de ir en contra del Tratado. Trichet ha declarado que ha tomado esta decisión para estabilizar los mercados de deuda y no por presiones de los gobiernos, pero si esta práctica se generaliza podría socavar la credibilidad anti-inflacionista del BCE, y, por tanto, el atractivo del euro como moneda de reserva.

Fuente: WSJ

13 may 2010

Europa no está preparada para la austeridad

por Gideon Rachman

Aunque Europa intenta ganar tiempo con el rescate de 750.000 millones de euros para blindar su moneda, a largo plazo, sus problemas persistirán. Gran parte de la Unión Europea vive por encima de sus posibilidades.

Los déficit gubernamentales se han desbordado y la deuda del sector público sigue aumentando. Si los gobiernos europeos no utilizan este nuevo respiro para controlar el gasto, el nerviosismo no tardará en apoderarse de los mercados financieros.

Lamentablemente, ni los votantes ni los políticos europeos están preparados para la época de austeridad que les espera. Siempre pensé que Europa había dado en el clavo. La idea era que EEUU fuera una superpotencia militar, que China se convirtiera en el gigante económico, mientras Europa era una superpotencia en calidad de vida.

La época en la que los imperios europeos dominaron el mundo había llegado a su fin, pero no importaba. Europa podía seguir presumiendo de contar con las ciudades más hermosas, la mejor comida y los vinos más exquisitos, de ser la cuna de la civilización occidental, de tener las vacaciones más largas y los mejores equipos de fútbol. La calidad de vida de la mayor parte de los europeos nunca había alcanzado cotas tan altas. Era una excelente estrategia, pero tenía un gran fallo: Europa no podía permitirse un retiro confortable.

La crisis financiera griega es, por desgracia, un ejemplo extremo de un problema que se extiende a toda Europa. Los inversores llevan meses mirando con recelo e inquietud los niveles de deuda y los déficit presupuestarios de España, Portugal e Irlanda. Pero incluso las cuatro principales economías de la eurozona, Reino Unido, Francia, Italia y Alemania, tampoco son inmunes a esta sensación de incertidumbre.

La deuda pública de Italia ronda el 115% del PIB. De esta cifra, el país necesita refinanciar el 20% a lo largo de este año. En cuanto a Reino Unido, su déficit presupuestario se acerca al 12% del PIB, uno de los mayores de Europa. George Osborne, que seguramente se convertirá en el ministro de Finanzas del nuevo Gobierno, ha descrito las previsiones económicas de su país como un "trabajo de ficción".

El Ejecutivo francés lleva más de tres décadas sin contar con unos presupuestos equilibrados. Y uno de los motivos del recelo que ha despertado en Alemania el rescate a Grecia es la constatación de que a su propio país le cuesta equilibrar sus cuentas. Cabe recordar que los ciudadanos de Letonia e Irlanda ya han sufrido recortes salariales y de sus pensiones, aunque se trata de dos países que no hace mucho vivieron una situación de pobreza, a la que siguió un boom insostenible. Ambos son conscientes de que en los últimos años se vivía una situación un tanto irreal.

Como ponen de manifiesto los disturbios que tienen lugar en las calles de Atenas, no todos los europeos reaccionarán de forma tan estoica a los drásticos recortes del gasto.

Muchos consideran que la jubilación anticipada, la asistencia sanitaria pública y los generosos subsidios de desempleo son derechos fundamentales. Hace mucho tiempo que dejaron de preguntarse de dónde salía el dinero para pagar tales prestaciones. Es esta sensación de derecho lo que dificulta tanto las reformas. Como ha quedado en evidencia en la campaña electoral británica, los políticos tienen una enorme reticencia a presentar al electorado las drásticas medidas que hay que poner en práctica.

No obstante, si los europeos no aceptan los planes de austeridad ahora, acabarán enfrentándose a algo mucho peor: el incumplimiento del pago de la deuda pública y el colapso del sector bancario. Para muchos europeos, ese tipo de cosas sólo pasan en América Latina. El crecimiento en tamaño y poder de la UE han contribuido a alimentar una peligrosa sensación de complacencia. Para los países del sur y centro de Europa, Bruselas era una especie de póliza de seguros a la que podían recurrir en última instancia.

Cuando entraron en la UE, parecía que la guerra, las dictaduras y la pobreza ya eran parte del pasado. Todo el mundo podría aspirar al estilo de vida relativamente confortable de franceses y alemanes. Durante muchos años, funcionó perfectamente, ya que la calidad de vida de países como España, Grecia y Polonia mejoró de forma significativa. En los últimos años, la unidad europea también se ha vendido como una póliza de seguros para los miembros fundadores de la Unión.

Tanto el presidente francés Sarkozy, como la canciller alemana Angela Merkel, hablan de una Europa protectora. Hasta ahora se creía que una Unión que englobaba a veintisiete países era lo suficientemente grande para proteger a un modelo social europeo único de las incertidumbres de la globalización. Al nivel más fundamental, la UE sí funciona como escudo protector.

No obstante, aunque los europeos ya no se sientan amenazados por los ejércitos extranjeros, comienzan a sentir respeto por los tenedores de bonos extranjeros. La superpotencia en calidad de vida que es Europa ha funcionado gracias a un importante flujo de créditos. El último plan de rescate es la última línea de crédito a gran escala para los gobiernos europeos que puedan necesitarla.

Pero, por mucho que se hable de la solidaridad paneuropea, uno de los costes de este crédito será un drástico aumento de las tensiones políticas en el seno de la UE. En Grecia ya se lamentan por haber perdido soberanía nacional y Alemania se queja por la cuantía de los rescates de los irresponsables países del sur de Europa. La semana pasada, me entrevistaba con un alto cargo de Bruselas que lamentaba las duras recriminaciones entre griegos y alemanes y la forma en la que la crisis "ha enfrentado a algunos países".

Eso, en su opinión, es lo más parecido a una guerra en la Europa actual. Esperemos que así sea, porque los europeos se están dando cuenta de que el "proyecto europeo" no les protege de los rigores del mundo exterior. Las cosas todavía pueden empeorar, incluso en el seno de la Unión Europea.

The Financial Times Limited 2010. All Rights Reserved.

12 may 2010

El valiente paso de la UE en aguas traicioneras

por Editorial. Financial Times

Por primera vez desde que estallara la crisis financiera, los líderes europeos van un paso por delante de los mercados, y no arrastrándose detrás de ellos.

Los mercados llevan tiempo apostando contra la capacidad de los países de la periferia de la eurozona para cumplir con sus obligaciones. El aumento de la rentabilidad provocado por esas apuestas estuvo cerca de hacer que se cumplieran esas predicciones. Los operadores también habían considerado que el resto de la eurozona carecía de la voluntad política para ayudar a sus vecinos del sur a salir de la crisis. Este fin de semana, Europa ha demostrado que los negativistas se equivocaban.

Los líderes de la UE han aceptado finalmente el reto de abrirse paso a través de la peor tormenta económica en varias generaciones. El paquete de créditos y garantías por valor de 500.000 millones de euros superaba con creces lo que se esperaba de una Europa que ha hecho demasiado poco y demasiado tarde. Con ello, rompieron con las normas de la eurozona.

Ninguna otra medida de menor calado servirá frente a la crisis existencial que ha envuelto a la economía y los mercados financieros de la eurozona. Es mala suerte que la primera recesión a la que tiene que hacer frente en su historia la unión monetaria europea sea la peor en 80 años. Habría sido preferible que los miembros hubieran prestado más atención a las reglas en época de bonanza –tanto en contenido como en cumplimiento–. Las diferencias sin resolver entre Francia y Alemania sobre cómo gestionar una unión monetaria de la que ellos son los pilares ayudaron a generar los tóxicos desequilibrios de alta deuda y lento crecimiento que han detonado ahora en el sur de Europa.

Las medidas anunciadas pueden bastar para detener el pánico del mercado. Tienen dos elementos principales. El primero es una garantía conjunta de los gobiernos de la eurozona para crear un vehículo especial con fondos del mercado por valor de 440.000 millones de euros para financiar créditos como el que se le acaba de ofrecer a Grecia. Se espera que sea complementado por el Fondo Monetario Internacional, que impondrá estrictas condiciones. Además, todos los gobiernos de la UE respaldan una extensión de 60.000 millones de euros de una prestación que ha beneficiado hasta el momento a Hungría, Letonia y Rumanía, países que no pertenecen al euro.

Con una potencia de fuego total de 750.000 millones de euros una vez contada la aportación del FMI, Europa ha sustituido las pistolas de agua por bazukas para acabar con las predicciones catastrofistas de los mercados. Las bolsas europeas repuntaron un 7% ayer, y la rentabilidad de los bonos griegos cayó.

El segundo paso, más preocupante, es la decisión del Banco Central Europeo de comprar bonos gubernamentales “para abordar... las disfunciones... de los mercados de valores”. Con ello, cedió a las presiones de los gobiernos de la eurozona para que no tolerase los ataques contra los bonos de uno de ellos. Ambas medidas muestran que Europa está dispuesta a mostrar su determinación cuando los mercados le pidan cuentas. Por bien recibida que sea, esta victoria eleva los riesgos económicos y políticos a nuevos límites.

Los peligros económicos son claros. Los préstamos y las garantías harán que desaparezcan los riesgos inmediatos de financiación soberana –pero tal vez no por mucho tiempo: sólo este año los países de la eurozona necesitan más de un billón de euros de crédito–. Y la liquidez no es lo mismo que la solvencia: ganar tiempo para que los países reparen sus débiles finanzas no reduce el déficit ni estabiliza las deudas por sí sólo. Su disposición a iniciar ese doloroso proceso aún no se ha demostrado. Pero las severas condiciones del FMI ayudarán, y con espacio para respirar, pueden controlar el ritmo de los recortes para volver a crecer antes.

El hecho de que el paquete se debiera a los problemas del mercado, además, lo convierte en una “Greenspan put” europea (una expresión que hace referencia a las "put options", en las que una de las partes adquiere el compromiso de comprar un activo si éste cae de un determinado precio). Consolida el riesgo moral no sólo para los prestatarios soberanos sino para un sector bancario que, a menos que se reforme radicalmente, aprenderá a confiar en que los contribuyentes acudan en rescate.

Esto genera riesgo político. Ya no podrá fingirse que la unión monetaria respeta la premisa con la que se convenció a los ciudadanos europeos, especialmente a Alemania. Existe un riesgo real de que el impago de un miembro del euro cargue a sus vecinos o al BCE de pérdidas. Se suponía que el estrecho control y la independencia del BCE harían imposible que se llegara a esta situación; ambos han sido minados.

Las normas del euro estuvieron mal diseñadas desde un principio. Lo importante es rescatar su propósito: el crecimiento y la estabilidad. El incendio actual debe apagarse con incentivos para asumir menos riesgos. Las condiciones del programa de préstamos deben ser claras y severas: a un gobierno que realmente sea incapaz o no quiera pagar se le deben retirar las ayudas. La eurozona está ahora a merced de las decisiones de sus miembros más endeudados.

The Financial Times Limited 2010. All Rights Reserved

11 may 2010

Alemania paga los errores de cálculo de Merkel

por Wolfgang Münchau

Ha sido un fin de semana caro para Angela Merkel, tanto en el aspecto financiero como en el político. Durante meses se había deleitado con su imagen de nueva Canciller de Hierro de Alemania –“Madame No”, había llegado a denominarla la prensa francesa–.

Disfrutó de las adulaciones de los defensores de la disciplina fiscal de su propio partido y permaneció en silencio cuando la xenofobia anti Grecia estalló en Alemania. Fue un gigantesco error político que ha costado a la eurozona 750.000 millones de euros.

¿Por qué lo hizo? ¿Fue sólo a consecuencia de esas elecciones en Renania del Norte-Westfalia del pasado domingo? No lo creo, pero las elecciones tuvieron parte de culpa. El 11 de febrero, cuando Merkel firmó un acuerdo político en apoyo de Grecia, parecía vagamente posible que el gran test de los mercados de capitales no se produjera hasta mediados de mayo. Cabe la posibilidad de que calculase que el día de la verdad podría posponerse al menos hasta esa fecha.

Otro factor importante era la incierta situación legal. Los asesores de Merkel le habían advertido de que cualquier intento de ayudar a Grecia con créditos por debajo de los tipos de interés del mercado provocaría la ira del Tribunal Constitucional alemán. También esto demostró ser un error de juicio. Conocemos el escepticismo del Tribunal sobre la idea de una mayor integración europea, y ya dejó clara su opinión el año pasado en su fallo sobre el Tratado de Lisboa. Pero el Tribunal Constitucional de Alemania no es ningún insensato. Como era de esperar, desestimaron casi de inmediato la frívola demanda contra el paquete de ayuda a Grecia interpuesta por cuatro profesores euroescépticos. Si Merkel hubiese actuado en febrero, la situación legal no habría sido distinta.

Oí que se asustó cuando Dominique Strauss-Kahn, el director gerente del Fondo Monetario Internacional, y Jean-Claude Trichet, el presidente del Banco Central Europeo viajaron a Berlín para advertirla de que el futuro de la eurozona estaba en juego. Era hora de actuar, y estuvo de acuerdo. Pero Merkel no consiguió preparar a Alemania para su radical giro, y la reacción del país fue una mezcla de confusión y perplejidad. En su discurso en el Bundestag el pasado miércoles a favor del paquete griego, la canciller desaprovechó una buena oportunidad para explicar por qué era necesario. No fue hasta el fin de semana cuando, por primera vez, defendió que salvar a la eurozona redundaba en el interés nacional de Alemania.

Para entonces, su coalición ya se encaminaba hacia una derrota en Renania del Norte-Westfalia. Como señaló el director del canal de televisión alemán ZDF, Grecia fue un factor importante en las elecciones –pero tuvo menos peso la decisión de ayudar a Grecia que las evasivas y la falta de liderazgo de Merkel–.

Escribo esta columna durante una visita a Fráncfort, y de las conversaciones que he mantenido aquí no cabe la menor duda de la falta de entusiasmo en Alemania hacia este paquete de ayuda. Lo curioso es que los alemanes, Merkel probablemente incluida, creían de verdad en la cláusula de “no rescate”. La realidad les indignó. No entendieron que el Artículo 125 del Tratado de Lisboa es esa clase de ley irrelevante hasta que se convierte en necesaria, momento en el cual su aplicación se hace imposible. Tal vez se debiera a 20 años de adoctrinamiento sobre una política orientada hacia la estabilidad, o simplemente a una pereza intelectual que llevase a la clase política, económica y legal del país a concluir que la unión monetaria podría regirse eternamente por las normas, sin la gestión política.

Aquí, en Alemania, la opinión mayoritaria es que este paquete no es una solución. Coincido en ello. ¿Cómo puede la garantía de crédito solucionar un problema de excesivo endeudamiento? Seguramente salvase a la eurozona, que de lo contrario habría estado al borde del abismo esta semana. Pero más allá de esta semana, los beneficios son menos claros. En el mejor de los casos, da la suficiente estabilidad como para permitir a España y Portugal seguir adelante con las reformas. Así que el éxito de este programa dependerá fundamentalmente de si los dos países pueden reformar sus mercados laborales, poner en orden sus sectores bancarios, mejorar la productividad y acelerar los ajustes fiscales. Deberíamos recordar que, a diferencia de Grecia, el problema en España y Portugal no es fundamentalmente fiscal, sino un excesivo endeudamiento del sector privado. La deuda privada constituye una buena parte del pasivo del Estado como consecuencia de las garantías de crédito –el resultado de otra cara cumbre europea hace dos años–. Así que, a menos que José Luis Rodríguez Zapatero vaya a presentar la madre de todos los paquetes de reforma económica, resulta difícil ver cómo va a funcionar la madre de todos los rescates.

Cuando Merkel viajó a Bruselas el viernes, llevaba un nuevo pacto de estabilidad en su bolso. Dos días después, ella y su país despertaron para darse cuenta de que la unión monetaria europea va a ser algo muy distinto de lo que habían imaginado. Me pregunto cómo va a explicarlo.

Fuente: FT

10 may 2010

El paquete de rescate que alivia a los mercados y redefine a la Unión Europea

Por Marcus Walker, en Berlín, Charles Forelle, en Bruselas, y David Gauthier-Villars, en París

Los mercados financieros del mundo repuntaron con fuerza en respuesta al plan de rescate europeo de casi US$1 billón (millón de millones) para eludir una crisis de deuda soberana que amenazaba con descarrilar la recuperación de la economía mundial.

El alivio de corto plazo, no obstante, fue moderado por las preocupaciones de los economistas de que, a largo plazo, el acuerdo altera las reglas de juego de la Unión Europea de una manera que podría socavar su salud fiscal.

El alivio de que los gobiernos de la Unión Europea estén implementando gigantescas medidas para evitar que los problemas financieros de Grecia se propaguen a toda la región impulsó el euro, las acciones de bancos europeos y el mercado bursátil de Estados Unidos, así como activos alrededor del mundo, desde los precios del petróleo a los títulos brasileños. En América Latina, el Merval subió 7,16%, el Bovespa 4,11% y el IPC mexicano 2,5%.

Pese a que el plan apaciguó los temores inmediatos a un pánico en los mercados financieros, muchos economistas advirtieron que el radical paquete de ayuda no resuelve las debilidades económicas subyacentes de la región y podría debilitar las normas e instituciones de la zona euro.

Varios países en la periferia de la eurozona, desde Grecia hasta Portugal, siguen sufriendo un deterioro de sus finanzas públicas y necesitan drásticas reformas para restaurar su competitividad. Los analistas advirtieron el lunes que la protección contra la bancarrota por parte de Alemania, Francia y otros países de la zona euro podría hacer que los gobiernos derrochadores de la región sientan menos presión para ordenar sus finanzas. "Esta medida era necesaria para calmar los mercados financieros y quizás haya tenido éxito. Pero plantea interrogantes fundamentales sobre la unión monetaria", observó Daniel Gros, director del Centro de Estudios Político Europeos, con sede en Bruselas. "Ahora que la UE ha indicado que salvará a todos los que estén a la vista, tal vez no haya forma de imponer la disciplina fiscal".

El euro subió a cerca de US$1,31 el lunes, tras caer hasta casi US$1,27 el viernes, luego de que los analistas recibieran con optimismo el paquete de 750.000 millones de euros (US$964.000 millones) de la UE y el Fondo Monetario Internacional para proteger a los países más débiles de la zona euro.

El gigantesco plan fue anunciado en las primeras horas del lunes en Europa, tras maratónicas negociaciones entre los líderes de la UE durante el fin de semana y presiones de EE.UU. para que Europa adoptara medidas más firmes tras meses de divisiones.

Mientras los analistas debatían los méritos del plan, se formaba un amplio consenso de que las extensas medidas tendrían un profundo efecto sobre el funcionamiento de la zona euro, que catapultaría al bloque hacia una rápida coordinación fiscal.

En tan sólo un fin de semana, la euro zona anuló algunos de sus principios fundacionales, como la prohibición de que los gobiernos se rescaten unos a otros o que el Banco Central Europeo compre deuda de los países miembros, dicen los analistas.

La canciller alemana, Angela Merkel, con los ojos enrojecidos tras las prolongadas negociaciones del domingo por la noche, enfatizó el lunes que la ayuda para los gobiernos de la zona euro vendría con condiciones, incluyendo programas de austeridad diseñados junto al FMI.

Para Alemania, la mayor economía de la UE y la que más contribuye al bloque, el paquete de ayuda es una afirmación decisiva de su compromiso político y financiero con Europa. No obstante, ese compromiso surgió del temor de que el euro se desplome, más que por el entusiasmo por una unión más estrecha. El desafío de Merkel es convencer a los alemanes de un camino que podría dejarlos como el aval de las deudas de otros miembros de la eurozona.

"Este paquete sirve para fortalecer y proteger nuestra divisa común", dijo Merkel el lunes. "Estamos protegiendo el dinero de la gente de Alemania".

La canciller alemana resistió durante meses la presión de Francia y de las endeudadas naciones del sur de Europa para rescatar a Grecia, ante el temor de sentar un precedente que pudiera minar la disciplina fiscal de la zona euro y endilgar a los contribuyentes alemanes cargas desagradables.

En once horas de negociaciones el domingo, tras perder su mayoría parlamentaria en las elecciones regionales y a su ministro de Finanzas por enfermedad, Merkel aceptó una red de seguridad para todos los miembros de la zona euro.

El paquete de 750.000 millones de euros (US$964.000 millones) consta de tres elementos.

Un gobierno con problemas para refinanciar su deuda puede acceder a un fondo de emergencia de la UE de 60.000 millones de euros (76.320 millones). Si resulta insuficiente, podría hacer uso de un fondo de 440.000 millones de euros (US$559.000 millones) financiado a través de un vehículo de propósito especial (SPV, por sus siglas en inglés) cuyos préstamos serán garantizados por otros gobiernos de la zona euro. El FMI prestaría unos 250.000 millones de euros (US$318.000 millones) e impondría drásticos recortes presupuestarios.

En la práctica, el vehículo de propósito especial podrá prestar más de los 440.000 millones de euros, ya que permite el uso de bonos de los países afectados por la crisis como garantía contra créditos posteriores del BCE. Mientras tanto, el BCE comenzó a comprar el lunes deuda de los países más débiles de la eurozona, tras el anuncio del banco el domingo por la noche de que actuaría para asegurar la liquidez en los mercados de capital de la región.

Fuente: WSJ