19 jun 2009

EE.UU. propone una reforma para proteger a la economía de los vaivenes de las finanzas

Por Jon Hilsenrath

WASHINGTON— El presidente estadounidense, Barack Obama, reveló anteayer una amplia reforma que abarca prácticamente todos los rincones del sistema financiero, desde la forma en que los consumidores utilizan sus tarjetas de crédito a cómo los grandes bancos compiten en el exterior.

La propuesta de Obama contempla importantes cambios en la forma en que el gobierno supervisa los mercados financieros y exhorta al Congreso a que otorgue nuevos poderes a la Reserva Federal para controlar grandes instituciones. Se trata, en resumidas cuentas, de hacer algo que la historia sugiere es muy difícil: atenuar la tendencia del sistema financiero a desbarrancarse.

El objetivo de lograr la "estabilidad" está imbuido en los planes de Obama. La palabra aparece 53 veces en su borrador de 88 páginas. Su propuesta, de ser aprobada por el Congreso, obliga a los bancos a mantener mayores reservas de capital para afrontar cualquier contratiempo, reduciendo los fondos disponibles para realizar apuestas riesgosas. También le exige a las entidades que otorgan hipotecas que se queden con una parte de los préstamos que venden y desvincula la remuneración de los ejecutivos de la industria financiera de las prácticas arriesgadas.

La meta final es controlar las alzas del mercado y suavizar las inevitables caídas. Los períodos de auge y caída financieros han abundado en los últimos 25 años. Pero hasta que comenzó la crisis de crédito, en 2007, parecían haberse vuelto más benignos, al menos para EE.UU. El crash bursátil de 1987, la debacle de las instituciones de ahorros y préstamos a fines de los 80, las crisis de los mercados emergentes de los 90 y el bajón tecnológico de esta década aparecieron y desaparecieron dejando como huella sólo dos recesiones moderadas en EE.UU.

La recesión actual, sin embargo, ha puesto de relieve ante Obama y su equipo económico la amenaza que representa la inestabilidad de los mercados financieros para la economía. Lawrence Summers, el principal asesor económico de Obama, suele hablar de crear nuevos cimientos para una economía menos propensa a las burbujas. "Durante las dos últimas décadas, hemos visto, una y otra vez, ciclos de auges y caídas precipitadas", afirmó Obama el miércoles. "En cada caso, las vidas de millones de personas han sido profundamente afectadas por los sucesos del sistema financiero, de forma más severa en nuestra crisis reciente".

La Reserva Federal (Fed) quedaría en el centro de la iniciativa, con nuevas facultades para regular las instituciones financieras que amenacen la estabilidad de la economía. Los mercados de derivados que se autorregulaban, bajo la premisa de que ayudan a que el sistema financiero tenga una mayor resistencia, ya no estarán en esa situación. La Fed también analiza si puede hacer algo más para desinflar las burbujas financieras antes de que crezcan demasiado.

"El corazón de esta propuesta de reforma es proteger el sistema cuando... se produce una nueva burbuja y luego revienta", afirmó Robert Litan, un experto de Brookings Institution. "La esperanza es que la próxima vez haya algunas advertencias".

El desafío es hacerlo sin sofocar la innovación de Wall Street ni el crecimiento de la economía. Algunos funcionarios del gobierno de Obama lo denominan la "frontera escurridiza".

"Debemos tener en cuenta que la búsqueda singular de la estabilidad, por bien intencionada que sea, puede tener como resultado que nuestra economía sea menos productiva, con menos capacidad de adaptación y de corregirse a sí misma, y, de esta forma, menos capaz de concretar sus atractivas promesas", señaló Kevin Warsh, un gobernador de la Reserva Federal y ex funcionario del gobierno de Bush, durante un discurso esta semana.

Otro problema inevitable son las consecuencias no buscadas. Por ejemplo, restricciones más severas sobre bancos o aseguradoras podrían desviar el dinero hacia mercados menos regulados, como las inversiones de capital privado, los fondos de cobertura o instituciones domiciliadas offshore.

También existe el riesgo de que el gobierno, en su empeño por responder a la última crisis, no advierta la próxima. "El próximo problema no serán los valores respaldados por hipotecas", asegura Raghuram Rajan, profesor de finanzas de la Escuela de Negocios Booth, de la Universidad de Chicago. "Será otra cosa".

"Se puede ajustar el control en un área, aumentar la regulación, pero si el incentivo subyacente de tomar riesgos excesivos no se mitiga de alguna forma, se trasladará a otra cosa", dice Rajan.

Por ese motivo, la Casa Blanca quiere que la Fed pueda supervisar las políticas de compensación de los altos ejecutivos de las grandes instituciones financieras, para asegurarse de que no crean incentivos perversos.

Pero por cada acción en Washington hay una reacción en Wall Street. Controlar los sueldos podría tener como efecto que los mejores y más brillantes profesionales de Wall Street abandonen sus puestos para irse a una nueva área de las finanzas que aún nadie ha imaginado.

[EE.UU.]

18 jun 2009

EE.UU. alista la mayor reforma a la regulación financiera desde la Gran Depresión

Por Damian Paletta

WASHINGTON – El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, propondría el miércoles la reorganización más amplia de la supervisión de los mercados financieros desde la década de los 30, un cambio que tocaría a casi todas las esquinas de la banca estadounidense, desde cómo se suscriben las hipotecas hasta cómo se transan los instrumentos financieros exóticos.

En el núcleo del plan, al cual los funcionarios del gobierno llaman un "papel en blanco" se encuentra una medida para transformar los poderes de la Reserva Federal para supervisar a los mayores participantes financieros, además de darle el poder al gobierno para desmantelar y dividir a compañías de importancia sistémica, de la misma forma en que Federal Deposit Insurance Corp. lo hace con los bancos que colapsan. También se crearía un nuevo regulador para productos financieros orientados al consumidor, según fuentes al tanto.

Sin embargo, el plan no contempla la completa consolidación de poderes que algunos legisladores habían pedido. Por ejemplo, permitirá que varias agencias continúen supervisando a los bancos. Tampoco impondrá límites específicos sobre el tamaño o el alcance de las instituciones financieras, pero hará que sea mucho más duro que las compañías grandes se apalanquen en exceso y amenacen al resto de la economía.

Luego de que Obama presente su propuesta, esta pasará al Congreso, en donde se debatirá y someterá a votación. Se cree que los legisladores objetarán algunos de los temas más delicados del plan, incluyendo cómo crear un sistema que no se encargue simplemente de rescatar a las firmas financieras cuando estas colapsen. Darle más poder a la Fed, tras las recientes críticas de los legisladores por su exagerado sigilo y acumulación de poder, también desatará controversias.

Funcionarios del gobierno dicen que su meta es lograr que sea menos probable que la economía vuelva a estar al borde del colapso, al darle a las instituciones más herramientas para frenar una crisis la próxima vez que se presente.

Ellos prevén un mercado financiero menos volátil en donde los bancos son alentados, a través de requerimientos más estrictos de capital, liquidez y apalancamiento a tomar menos riesgos que tengan el potencial de desestabilizar a la economía. Los fondos de cobertura serían forzados a registrarse con el gobierno y podrían enfrentar supervisión estatal si son muy grandes o complejos. Las hipotecas y otros productos a los consumidores serían monitoreados por un nuevo regulador y habría nuevas reglas globales de transparencia sobre los instrumentos financieros exóticos.

La propuesta no se deshará de la confusa y a veces sobre impuesta gama de supervisores estatales y federales que a menudo chocan por la jurisdicción. Los críticos dicen que las instituciones llevan años recorriendo el sistema en busca del regulador más benévolo y que los problemas comunes a todo el sistema pasaron sin ser identificados.

Los funcionarios dicen que la meta es distribuir el poder de forma tal que se cierren las brechas en la supervisión y se reduzcan las oportunidades para que las firmas busquen al regulador que más les convenga.

El plan contempla que la Fed supervise a instituciones, productos o prácticas financieras que puedan representar un riesgo sistémico para la economía. Se crearía un "consejo" de reguladores para monitorear esta área. Funcionarios del gobierno creen que esto evitará que las compañías crezcan demasiado y se endeuden en exceso sin una supervisión estatal sustancial, como sucedió, por ejemplo, en el caso de la aseguradora American International Group Inc.

La Fed probablemente tendrá el poder de fijar requerimientos de capital y liquidez para las mayores compañías financieras de EE.UU. y podrá revisar los libros de una amplia gama de firmas. No está claro qué poderes de coerción tendrá el banco central, ese probablemente será un punto que se debatirá extensamente en el Congreso.

El objetivo es evitar una situación similar al colapso de Lehman Brothers Holdings Inc., en donde el gobierno no tenía autoridad para desmantelar la a la fallida institución de manera ordenada. Se cree que una medida como esta sólo sea ejercida en contadas ocasiones y primero requeriría la aprobación del Departamento del Tesoro, la Reserva Federal y FDIC, dicen fuentes al tanto. No se sabe cómo se financiará ese programa.

Se cree que el nuevo regulador que supervisará la protección al consumidor se hará cargo de áreas que solían pertenecer a la Fed, tales como tarjetas de crédito e hipotecas, pero no se cree que le retire la supervisión de productos de inversión como los fondos mutuos a la Comisión de Bolsa y Valores.

Obama pedirá que varios requerimientos sean adoptados globalmente, tales como requerimientos de capital más estrictos para las grandes instituciones financieras y el poder para desmantelar grandes bancos globales interconectados. Funcionarios del gobierno también están pidiendo más transparencia sobre los complejos derivados que son transados por las grandes compañías multinacionales.

"El riesgo y el apalancamiento siempre tienden a migrar hacia donde las restricciones son más débiles", dijo el secretario del Tesoro de EE.UU. Timothy Geithner el sábado, tras una reunión en Italia con los ministros de finanzas del Grupo de los Ocho. "Necesitamos nivelar el campo globalmente o la efectividad de nuestras medidas de seguridad nacionales en contra del riesgo serán socavadas".

Fuente: WSJ

17 jun 2009

La intervención estatal cambia las reglas de juego en el sector privado de EE.UU.

Por Bob Davis y Jon Hilsenrath

HAMBURGO, Pensilvania— Dennis Davis, un empleado de fábrica, pasó recientemente por el almacén de la cadena Cabela's en esta ciudad y compró una funda de US$90 para la pistola de cañón largo que utiliza para disparar contra marmotas en la finca de su hermano. La pagó con una tarjeta de crédito emitida por la tienda.

El gobierno estadounidense ayudó a financiar la transacción al inyectar este año US$400 millones a las operaciones de tarjetas de crédito de la cadena de equipo de caza y camping. Davis no ocultó su sorpresa ni su descontento al enterarse de la mano que le tendió el fisco. "Cualquier cosa en la que el gobierno mete sus narices fracasa o empeora", dijo mientras caminaba por el estacionamiento en compañía de su hijo.

Tenga o no la razón, es innegable que el Estado se ha involucrado a fondo en el funcionamiento cotidiano del capitalismo estadounidense. Desde que se desatara la crisis financiera hace nueve meses, el gobierno se ha transformado en el principal banco hipotecario de EE.UU., ha garantizado activos de los fondos de inversión del mercado monetario del orden de los US$3 billones (millones de millones), impulsado la reestructuración de dos automotrices, asumido participaciones en cerca de 600 bancos, prestado más de US$300.000 millones a empresas de primer nivel, apoyado la industria aseguradora y ha servido como una fuente de crédito para los compradores de autos, tractores y hasta armas de caza.

Los efectos se están sintiendo en rincones de la economía que van mucho más allá de Wall Street y la atribulada industria automotriz. La gigantesca intervención estatal ha cambiado la forma en que las empresas hacen negocios en múltiples maneras, no todas anticipadas por el gobierno. Cada vez más, las empresas de todos los tamaños compiten sobre la base de su capacidad para acceder a los fondos gubernamentales y se está abriendo una brecha entre las que consiguen dinero estatal y las que no.

Gracias a los préstamos del gobierno, Cabela's Inc. no se vio obligada a reducir el crédito a sus clientes. Sin embargo, Genworth Financial Inc., una aseguradora, no consiguió fondos del Estado y tuvo que recurrir a otras alternativas para recaudar capital, como recortar su dividendo. Otras firmas, en tanto, tratan de obtener una ventaja sobre sus competidores al no involucrarse con el gobierno y promocionar su independencia financiera.

[Rescate]

En EE.UU., el gasto fiscal como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) ha ascendido a niveles que no se veían desde la Segunda Guerra Mundial. El torrente de dinero ha transformado a Washington en una parada obligatoria para cada vez más empresas. El gasto en operaciones de lobby ha subido, al igual que las reservas en los hoteles de lujo de la capital estadounidense.

El presidente Barack Obama ha prometido reducir la injerencia del gobierno en el sector privado tan pronto como sea posible y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, ha señalado que la mayoría de los programas de emergencia del banco central serán cerrados dentro de unos años. No obstante, una reciente encuesta realizado por The Wall Street Journal entre economistas halló que apenas un 16% cree que el gobierno cumplirá su objetivo de poner fin a los programas de rescate pronto sin alterar la competencia en el sector privado.

Arma de doble filo

La intervención estatal contribuyó a estabilizar la economía, pero también podría restarle fuerza al crecimiento de largo plazo. A algunos economistas y líderes empresariales les preocupa que la intervención se traduzca en reglas que perjudiquen la forma en que algunos negocios operan y que mantendrá a flote a empresas improductivas y que le heredará a la próxima generación de estadounidenses un exceso de deuda o de inflación.

Lawrence Summers, el principal asesor económico de Obama, señala que el gobierno ha intervenido en forma prudente. Tanto la actual administración como la anterior han recalcado que de no mediar medidas agresivas por parte del gobierno, EE.UU. corría el riesgo de caer en una Gran Depresión como la que experimentó en los años 30. "Nuestra estrategia de intervención en empresas específicas es reconocer la necesidad de que hay que hacer lo que es absolutamente necesario, pero también reconocer que no hay que hacer más que lo estrictamente necesario", señala.

[EE.UU.]

Muchas empresas han luchado denotadamente para acceder a los fondos fiscales. En el sector de equipos agrícolas, por ejemplo, la compra por parte de Deere & Co. de una empresa de ahorros y préstamos hace unos años la calificó para que el gobierno garantizara US$2.000 millones de su deuda. El programa, sin embargo, no abarcaba a competidores de Deere como Caterpillar Inc. De modo que la Asociación de Financiamiento y Alquiler de Equipos, que representa a los fabricantes de maquinaria agrícola, emprendió una campaña de lobby para que la Fed expandiera el programa. La Fed accedió e incluyó a Caterpillar y otros fabricantes de equipos.

No obstante, algunas de las empresas que más necesitan una mano del gobierno no califican para obtener los fondos. La ley exige que los préstamos de la Fed estén garantizados, lo que significa que, salvo algunas excepciones, la entidad sólo puede financiar a empresas con calificaciones de crédito altas. Eso está perjudicando a las firmas más pequeñas que no tienen esas calificaciones. Balboa Capital Corp., un firma de alquiler de equipos agrícolas que no califica para los préstamos de la Fed, está reduciendo sus gastos para mantenerse a flote. "Todavía corremos peligro", dice Phil Silva, director general de Balboa.

Summers, el asesor económico de Obama, asegura que el gobierno no está tratando de elegir a ganadores y perdedores. "Hay que distinguir entre los casos de emergencia y las políticas más amplias", dice. "En el caso de las políticas más amplias el objetivo es establecer reglas de juego que afecten a todas las empresas, no elegir entre ellas".

Además de los préstamos de la Fed, el gobierno está canalizando directamente dinero al sector privado a través del gasto. Este año, se espera que el gasto fiscal ascienda al 28,1% del PIB, el mayor porcentaje desde el 41,9% alcanzado en la Segunda Guerra Mundial.

El plan de estímulo fiscal de US$787.000 millones favorece a algunos sectores como telecomunicaciones, salud y energía verde. Las empresas de estos sectores compiten por los fondos de los contribuyentes.

Gideon Ben-Efraim, un empresario de telecomunicaciones de California, busca los fondos fiscales por primera vez en su carrera. Su empresa de telecomunicaciones inalámbricas, Pure-Wave Networks Inc., archivó los planes para vender equipos en los mercados emergentes y retuvo los servicios de una firma de abogados para determinar cuál es la mejor forma de acceder a los US$7.000 millones que el gobierno ha destinado para instalar redes inalámbricas en EE.UU.

El dinero del rescate, sin embargo, no durará para siempre. Bernanke ha señalado que dentro de cinco años "las intervenciones financieras del gobierno en el mercado estarán en su mayor parte liquidadas". La Fed ha puesto en marcha una estrategia para finalizar gradualmente sus programas de asistencia. Algunos están diseñados para terminar con la recuperación del mercado.

La Fed está acumulando un inmenso portafolio de valores respaldados por hipotecas. Su compra ayudó a reducir las tasas hipotecarias. Su venta, una vez que la Fed decida que es el momento adecuado, podría toparse con resistencia política porque elevaría las tasas hipotecarias.

Una de las partes más importantes de la intervención del gobierno es la reforma del sistema de regulación financiera, que el gobierno anunciará esta semana. El plan contempla que las firmas consideradas "sistémicamente importantes" sean más reguladas con el fin de impedir que su caída amenace la estabilidad de la economía.

El respaldo del gobierno podría ayudar a los bancos, los fondos de cobertura y las firmas de capital privado a obtener una ventaja al permitirles endeudarse a tasas más bajas. El gobierno, sin embargo, les podría exigir mayores niveles de capital para reducir su dependencia en la deuda. Esto limitaría tantos los riesgos como las ganancias potenciales.

Josef Ackermann, presidente ejecutivo de Deutsche Bank AG, dice que el sector privado es el principal responsable de la mayor injerencia del gobierno porque generó problemas que posteriormente no fue capaz de resolver. "Se necesitaba un tercero que inspirara confianza y, aunque detesto decirlo como un economista de mercado, era el Estado", señaló en un reciente viaje a EE.UU. "Lo más probable es que el péndulo ahora oscile de regreso a un rol del Estado mayor al que es aconsejable para el crecimiento de largo plazo".

Fuente: WSJ

16 jun 2009

¿Crisis? ¿Qué crisis? Los votantes desconciertan a la izquierda

por Philip Stephens | FT

¿Seguro que fue ayer cuando occidente se vio sumido en la crisis? Los mercados cedieron bajo las presiones de la crisis crediticia. Los retratos de Adam Smith dieron paso a bustos recien pulidos de John Maynard Keynes. La ira popular contra los codiciosos banqueros prometía devolver la política a las manos de los partidos de izquierdas.

Con respeto a los agoreros que predecían el inminente Apocalipsis, el capitalismo de libre mercado ha sobrevivido: en cierto modo más humilde y, en el caso de la industria de servicios financieros, sometido a una supervisión oficial mucho más estrecha, pero evidentemente muy similar a como era. Los gobiernos han intervenido para apoyar a los mercados en lugar de desmantelarlos. La nacionalización de los bancos se ha convertido en un medio para un fin en lugar de en un fin en sí misma.

La economía global aún se encuentra en una condición delicada. La recuperación será larga y dolorosa –y no sólo en aquellos países donde la prosperidad se ha desarrollado sobre la débil base del crédito incontrolado–. Reino Unido está pagando el precio de su concesión alocada de créditos con el ruinoso estado de sus finanzas públicas; la prudente Alemania afronta una crisis económica aún más profunda como consecuencia del colapso de sus exportaciones. Los rescates bancarios han convertido el derroche privado en deuda pública.

Dicho esto, las predicciones sobre un regreso a los años 30 han demostrado ser tan erróneas como como la irresponsable autocomplacencia de políticos y economistas durante los años de auge. Esta semana, los bancos han comenzado a devolver parte del dinero que recibieron de los contribuyentes. Con respecto al giro que se había predicho hacia la izquierda, no ha llegado a materializarse. No he visto que nadie se apresurara a imitar el modelo ruso de capitalismo estatal.

Es cierto, la crisis económica consolidó la candidatura de Barack Obama a la presidencia de EEUU. Pero los Demócratas hubieran ganado de todos modos. Los Republicanos estaban acabados antes incluso de la quiebra de Lehman Brothers. Obama, en cualquier caso, prometió arreglar la economía, no dar un giro hacia el socialismo.

En Europa, la supuesta crisis del capitalismo se ha convertido en una implosión más que en el renacimiento de la suerte de los enemigos ideológicos del libre mercado. Las elecciones de la semana pasada al parlamento europeo, celebradas en 27 países, confirman esta realidad. Los resultados mostraron que los votantes optaban por los partidos de derechas o de centro derecha. Los socialistas y los socialdemócratas sufrieron una derrota aplastante casi generalizada.

Entre los principales triunfadores en las urnas están los Cristiano Demócratas de Angela Merkel en Alemania, el partido de centro derecha UMP de Nicholas Sarkozy en Francia y la coalición italiana de Silvio Berlusconi, Pueblo de la Libertad. Los socialistas en el gobierno y en la oposición sufrieron una estrepitosa derrota.

El gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero cayó vencido; la administración laborista de Gordon Brown en Reino Unido, humillada. Los socios socialdemócratas de la coalición de Merkel recibieron sólo una quinta parte de los votos. Los resultados de la oposición socialista en Francia fueron incluso peores.

La reacción contra el capitalismo global llegó de manos de las subidas registradas por los pequeños partidos de extrema derecha. El avance de los xenófobos en países como Holanda, Hungría y Reino Unido es motivo de consternación, pero no varía mucho el conjunto del panorama político.

Los fracasos de los partidos de centro izquierda encuentran una explicación concreta para cada caso. Los socialistas franceses hace años que son prisioneros de luchas internas y del lastre de una ideología obsoleta; Merkel se ha movido sistemáticamente mejor que su socio de coalición de centro izquierda. La izquierda italiana se tambalea a consecuencia de un primer ministro que ha arruinado la reputación de su país en el extranjero, pero sigue manteniendo un sólido apoyo a nivel nacional.

Los socialistas y socialdemócratas se han visto aventajados por unos oponentes que han actuado con rapidez para ocupar el espacio político que podría haber reclamado la izquierda. ¿Por qué habrían de optar los votantes por la izquierda cuando Merkel y Sarkozy han mostrado la misma indignación que cualquier ciudadano por los chanchullos del capitalismo “anglosajón”?

Ha contribuido, sin duda, el hecho de que el modelo europeo de bienestar capitalista haya sido siempre tanto propiedad de los cristianos del continente, como de sus socialdemócratas. El desdén de Merkel hacia los hedge fund y las diatribas de Sarkozy contra el fundamentalismo del mercado han despertado la tranquilidad entre los votantes.

Pero los resultados electorales han mostrado algo más que la habilidad táctica del centro-derecha. El apoyo a la economía de mercado ha probado su resistencia. Pese a estar desilusionados por los excesos –y pese al enfado que deberían profesar contra los hurtos de algunos banqueros– los europeos no han reclamado un capitalismo reglamentado.

Pese a sufrir en la actualidad la plaga que suponen los inconvenientes de la globalización, no parecen muy entusiasmados por renunciar a sus ventajas. Es cierto que cada vez es mayor el número de llamamientos para que los gobiernos rescaten a las industrias que se tambalean. A medida que crezca el paro, es probable que aumente el atractivo del nacionalismo económico. Pero los europeos también se han acostumbrado a los beneficios de la globalización: las televisiones de pantalla plana y los ordenadores, la ropa barata y la comida abundante.

En la privacidad de la cabina de votaciones, una mayoría de los votantes llegó a la conclusión de que si el sistema de mercado necesitaba un arreglo, lo sensato era encargar esa labor a políticos con una capacidad demostrable. Las demandas de la izquierda (y de la extrema derecha) para levantar el puente levadizo contra la globalización recibieron un apoyo poco uniforme.

Los votantes quieren ambas cosas: protección frente a las inevitables inseguridades de la integración económica y acceso a las ventajas de la globalización. ¿Quién dijo que los electorados eran coherentes? La respuesta es un gobierno activo y no un gran gobierno –pensado para preservar los mercados abiertos al tiempo que ofrece garantías contra posibles sustos–.

Esto es lo que los partidos de centro izquierda tienen que redescubrir. Por mucho que la crisis global haya dañado severamente la confianza en la mano invisible del mercado, los votantes no quieren verla reemplazada por el puño de hierro de un estado todopoderoso. Detecto que en Europa hay pocos deseos de sufrir impuestos más altos.

Lo que faltó la semana pasada fue un folleto informativo del centro izquierda que reconociese los beneficios de la globalización al tiempo que fomentaba una mayor distribución de las oportunidades. Una ayuda, si lo prefieren. La victoria sobre el capitalismo puede satisfacer viejos prejuicios ideológicos, pero no responde a las demandas de los votantes de prosperidad e imparcialidad. Esta es una lección que la izquierda tiene que aprender.

The Financial Times Limited 2009. All Rights Reserved

15 jun 2009

¿Están los rescates fiscales creando otra burbuja?

Por E.S. Browning

El Promedio Industrial Dow Jones acumula un alza de 34% en los últimos tres meses, lo que lo ubica en territorio positivo en lo que va del año. Uno de los motores del repunte no podría ser más sencillo: los gigantescos paquetes de estímulo lanzados por los gobiernos han ido a parar a los mercados financieros. El Dow subió 28,34 puntos el viernes para cerrar en 8.799,26, lo que todavía lo deja un 34% por debajo del máximo de 14.164,53 unidades registrado en 2007.

Los gobiernos del mundo están inyectando dinero en sus economías a un ritmo vertiginoso. Debido a que las empresas no pueden colocar miles de millones de dólares en la economía en un lapso tan breve, los fondos han empezado a llegar a los mercados financieros. Algunos inversionistas ya han empezado a hablar de una "burbuja de rescate" en ciertos mercados.

[Oferta monetaria]

"Todo ese dinero impreso tiene que ir a alguna parte", dice Joachim Fels, codirector de economía global para Morgan Stanley. "Ha estado elevando los precios de las materias primas y las acciones, comenzando en los mercados emergentes para luego pasar a los desarrollados".

Estados Unidos, sin ir más lejos, ha destinado US$11,4 billones (millones de millones) en planes de estímulos directos e indirectos en los últimos dos años, de los cuales ya se han gastado US$2,4 billones, según los cálculos de Daniel Clifton, director de estudios de Strategas Research Partners.

China, asimismo, anunció un paquete de estímulo del orden de los US$600.000 millones, al paso que Rusia gastará US$290.000 millones, Gran Bretaña US$147.000 millones y Japón US$155.000 millones, según los datos de Strategas.

"Se trata, de lejos, del mayor estímulo fiscal combinado en la historia moderna", dice Jim O'Neill, economista jefe de Goldman Sachs. "Esa liquidez impactará todo lo que sea susceptible, desde valores de renta fija a corto plazo a precios bursátiles, precios inmobiliarios y el patrimonio de las personas".

El alza también refleja la postura de los inversionistas de que lo peor de la recesión quedó atrás y que las empresas vinculadas al crecimiento de la economía global saldrán beneficiadas. La llegada de cuantiosas sumas de dinero al sistema financiero ha exacerbado esas apuestas.

Si la recesión se prolonga más de lo previsto por los optimistas, la abundancia de liquidez tal vez no sea suficiente para impedir un repliegue del mercado. Los consumidores estadounidenses, por ejemplo, recién han empezado a controlar sus gastos y reducir su deuda, un proceso que, según muchos economistas, podría tardar años.

La creciente liquidez también está creando grandes desafíos para las autoridades. Varios economistas, incluyendo el presidente de la Reserva Federal de EE.UU., Ben Bernanke, han advertido que el gobierno no puede seguir endeudándose a su actual ritmo sin crear problemas financieros severos. En los próximos años, los gobiernos tendrán que aumentar los impuestos, reducir el gasto o ambas cosas para absorber la liquidez que han inyectado. Ese proceso podría menoscabar el crecimiento o frenar el repunte bursátil.

Fuente: WSJ