22 may 2009

Los beneficios del euro para España

José Carlos Díez. Economista Jefe de Intermoney

En 1991, los países europeos acordaron acelerar el proceso de Unión Monetaria que había sido concebido como una etapa más de la Unión Europea por los padres fundadores. La decisión provocó un interesante debate económico y los mejores economistas del mundo se pusieron a investigar y publicar sobre el tema.

Toda decisión económica se debe basar en un análisis coste-beneficio y para tomar la decisión los beneficios deben ser mayores a los costes.

Entre los beneficios se estudió lo que supondría formar parte de una moneda de reserva internacional, en términos de menores primas de riesgo, pero había incertidumbre sobre cuál sería la aceptación por parte de los inversores internacionales de la nueva moneda. En los noventa, no se contemplaba la posibilidad de una crisis financiera sistémica de esta envergadura.

Este tipo de crisis pueden acabar en depresión, justificando políticas fiscales y monetarias expansivas para evitarla. Pero estas políticas pueden degenerar en inestabilidad macroeconómica y ahuyentar a los inversores de tu economía, profundizando los efectos depresivos de la crisis financiera. A continuación, se va a analizar los beneficios del euro para una economía como España, destacando el margen de maniobra financiero del Tesoro Público.

Gráfico 1: tipos de interés y diferencial con Alemania Fuente: Bloomberg, INE e IM (21-5-09)
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Gráfico 1: tipos de interés y diferencial con Alemania
Fuente: Bloomberg, INE e IM (21-5-09)

El euro: un dique de protección
En el gráfico 1 se puede observar el mayor beneficio de entrar en el euro. Los inversores exigen un tipo de interés que prote-ja su ahorro de la inflación, por lo tanto al estimar el tipo de interés real, descontada la inflación subyacente, se observa la intensa bajada de las primas de riesgo desde la crisis de 1992 hasta la actualidad.

Cómo se puede comprobar en el gráfico, la caída del diferencial de tipos con la deuda alemana ha per-mitido a la economía española disfrutar de tipos de interés reales similares a los países más desarrollados, variable de-terminante para favorecer la acumulación de capital y conver-ger en renta por habitante. Otra variable, no menos importan-te, ha sido la caída de la volatilidad de los tipos de interés. La menor volatilidad reduce la incertidumbre, favorece la inver-sión y el proceso de convergencia.

Desde 2007, se observa un aumento brusco del diferencial con Alemania, pero insignificante en comparación con los que tuvimos que afrontar en la recesión de 1992. Este repunte, junto a la intensa caída de la inflación subyacente, está provo-cando un repunte de los tipos de interés reales en 2009, pero de nuevo no son comprables ni en media ni en varianza a los de principios de los noventa.

Pero igual de espectacular es el cambio en la estructura de financiación de nuestra deuda pública que se observa en el gráfico 2. Al entrar en el euro, España eliminó su riesgo cam-biario y mejoró sus condiciones de accesibilidad a los merca-dos de capitales. En la crisis de 1992, la duración media de nuestra deuda pública era inferior a 3 años y concentrábamos el 40% de dicha deuda en Letras del Tesoro con vencimientos inferiores a un año, lo cual nos hacía especialmente vulnera-bles.

Gráfico 2: Vida media y % deuda a corto plazo Fuente: Tesoro Público (21-5-09)
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Gráfico 2: Vida media y % deuda a corto plazo
Fuente: Tesoro Público (21-5-09)

Pertenecer al euro nos ha permitido aumentar la vida media hasta 7 años y reducir el porcentaje de la deuda a corto plazo hasta el 15%, reduciendo la vulnerabilidad financiera, que ayudaba a explicar la mayor volatilidad cíclica de nuestra economía.

Conclusiones
En los años noventa, el análisis coste beneficio salía favorable a la entrada en el euro, pero la crisis financiera ha elevado significativamente los beneficios y el acierto de nuestra incor-poración. Fuera del euro, el riesgo de devaluación de la divisa habría provocado una fuga de capitales que se habría traduci-do en un brusco incremento de las primas de riesgo y de los tipos de interés, acentuando la recesión, el cierre de empresas y la destrucción de empleo.

Nuestro acceso a los mercados de capitales de largo plazo se habría cerrado y tendríamos que renegociar toda nuestra deuda externa a corto plazo, aumen-tando el riesgo de devaluación e intensificando la salida de capitales, el aumento de los tipos de interés y la recesión.

No obstante, dentro del euro la situación también podría ser mucho peor. Cuando estalla la crisis financiera, la deuda pú-blica española suponía el 38% del PIB y nuestro sistema ban-cario se encontraba fuertemente capitalizado. Irlanda, icono de flexibilidad y competitividad, tenía una deuda pública inferior a la nuestra, pero su sistema bancario ha sido nacio-nalizado, ha perdido la confianza de los inversores y sufrirá este año una contracción del PIB de dos dígitos. Deberíamos festejar el 1 de enero por nuestra incorporación al euro, al igual que hacemos el 6 de diciembre con la Constitución.

Fuente: Expansión

21 may 2009

¿Será esta crisis un momento decisivo?

por Martin Wolf

¿Es la actual crisis un punto de inflexión, con la globalización dirigida por los mercados, el capitalismo financiero y el dominio occidental por un lado y el proteccionismo, la regulación y el dominio asiático por otro? ¿O restarán los historiadores importancia a este momento, calificándolo como un hecho provocado por unos cuantos desaprensivos? En mi opinión, la versión final será una mezcla de las dos anteriores. Dada la enérgica respuesta política, no estamos ante una Gran Depresión ni ante los desequilibrios económicos de 1989.

Examinemos lo que conocemos e ignoramos sobre sus consecuencias en la economía, las finanzas, el capitalismo, el estado, la globalización y la geopolítica.

En la economía, ya conocemos cinco aspectos importantes. Primero, cuando EEUU padece una neumonía, el resto del mundo cae gravemente enfermo. Segundo, ésta es la crisis económica más grave desde la década de los treinta. Tercero, la crisis es de carácter global, aunque ha tenido un impacto especialmente severo en los países que se especializaron en exportar productos manufacturados y que dependían de las importaciones netas de capital. Cuarto, los políticos han lanzado los estímulos fiscales y monetarios y los rescates financieros más importantes de esta crisis. Por último, este esfuerzo ya ha dado algunos frutos, que se traducen en la recuperación de la confianza y del ciclo de inventarios. Según el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, la economía mundial se acerca a un “punto de inflexión”, de lo que se deduce que su ritmo de deterioro es menos acusado.

Podemos además pronosticar que EEUU encabezará la recuperación: al fin y al cabo, hablamos del país más keynesiano de las economías desarrolladas. Además, todo parece indicar que China, con su paquete de estímulos masivo se convertirá en la economía más exitosa del mundo.

Por desgracia, hay por lo menos tres factores importantes que desconocemos. ¿Hasta qué punto los niveles excepcionales de endeudamiento y descenso del valor neto generan un crecimiento sostenido en el esperado ahorro de los hogares de los que en su día fueron ávidos consumidores? ¿Durante cuánto tiempo pueden mantenerse los actuales déficit fiscales antes de que los mercados demanden una mayor compensación al riesgo? ¿Pueden los bancos centrales orquestar una salida no inflacionista, teniendo en cuenta el carácter excepcional de las actuales políticas?

En el sector financiero, se incrementan los niveles de confianza; los diferenciales entre los activos seguros y arriesgados caen a niveles menos anormales y los mercados experimentan una modesta recuperación. La Administración de EEUU ha otorgado a su sistema bancario un certificado de salud aceptable. Podemos anticipar que el sector financiero se recuperará en los próximos años, aunque sus días de gloria tardarán décadas en llegar, al menos en Occidente.

Lo que desconocemos es hasta dónde llegarán el “desapalancamiento” y la consiguiente deflación de los balances. Tampoco sabemos si el sector financiero conseguirá poner fin a los intentos de imponer un régimen regulador más efectivo. Los políticos deberían haber aprendido de la necesidad de rescatar sistemas financieros plagados de instituciones que se consideran demasiado grandes para fracasar. Me temo que los intereses concentrados acabarán por imponerse al interés general.

¿Y qué hay del futuro del capitalismo? Sobrevivirá. A pesar de la crisis, el compromiso de China e India con la economía de mercado no se ha visto alterado, aunque las dos economías mostrarán más recelo ante los sistemas financieros que operan sin trabas. Los que están del lado del libre mercado insistirán en que los reguladores tienen más culpa de la actual situación de la que tienen los mercados. No les falta razón: después de todo, los bancos son los más regulados de las instituciones financieras.

No obstante, desde el punto de vista político, este argumento no tiene peso. En el entorno financiero ya no hay tanta disposición a confiar en el libre juego de las fuerzas del mercado. Por tanto, podemos también deducir que la era del modelo hegemónico de la economía de mercado forma parte del pasado. Como siempre han hecho, los países adaptarán la economía de mercado a sus propias tradiciones, aunque ahora lo harán con más confianza.

Menos claras son las consecuencias para la globalización. Sabemos que la inyección masiva de fondos gubernamentales ha “desglobalizado” parcialmente las finanzas, con graves consecuencias para las potencias emergentes. También conocemos que la intervención de los gobiernos en la industria tiene fuertes connotaciones nacionalistas, como también somos conscientes de que pocos líderes políticos están preparados para aventurarse al libre comercio.

La mayor parte de los países emergentes llegarán a la conclusión de que acumular enormes reservas de divisa extranjera y limitar los déficit por cuenta corriente es una estrategia acertada, lo que podría generar otra ronda de “desequilibrios” globales desestabilizadores. Éste parece el resultado inevitable de un orden monetario internacional defectuoso. No sabemos cómo sobrevivirá la globalización a estas tensiones. En este sentido, soy optimista, aunque mi confianza no es ilimitada.

Entretanto, el estado ha vuelto, pero su situación parece más próxima que nunca a la quiebra. Es probable que la relación de la deuda pública con respecto al producto interior bruto se duplique en muchas economías avanzadas: el impacto fiscal de una crisis financiera, tal y como se nos ha recordado, puede alcanzar el coste de una guerra prolongada.

Se trata, por tanto, de un desastre cuya repetición no pueden permitirse los gobiernos de unas economías desarrolladas en lento crecimiento antes de una generación. El legado de la crisis fiscal también pondrá límites a la generosidad fiscal. El esfuerzo para consolidar las finanzas públicas dominará la política durante años, tal vez décadas. El estado ha vuelto, sí, pero no podrá permitirse grandes gastos.

Por último, pero no por ello menos importante, ¿qué representa esta crisis para el orden político global? A este respecto sabemos tres cosas importantes. La primera es que la creencia de que Occidente, por mucho que desagradara al resto del mundo, sabía al menos cómo gestionar un sistema financiero sofisticado se ha desvanecido. La crisis ha supuesto un grave daño para el prestigio, en particular, de EEUU, aunque no cabe duda de que el tono del actual presidente ha contribuido a mejorar la situación.

La segunda es que los países emergentes y, sobre todo, China son en la actualidad participantes fundamentales, tal y como quedó patente con la decisión de mantener dos reuniones del G-20 a nivel de jefes de estado. Son ya parte fundamental de la política global. La tercera es que se están realizando esfuerzos para reformar el gobierno global, especialmente con respecto al aumento de los recursos que se otorgan al Fondo Monetario Internacional y al debate sobre el cambio del peso de los países dentro de él.

Lo único que podemos hacer por el momento es formular hipótesis sobre el nivel de radicalismo que alcanzarán los cambios en el orden político global. EEUU probablemente volverá a ser el líder indispensable. La relación entre Norteamérica y China cobrará más importancia, con India a la espera como sustituto.

Sin duda, el relativo poder y peso económico de los gigantes asiáticos aumentará. Europa, entretanto, se resiente de la crisis. Su economía y su sistema financiero han resultado ser mucho más vulnerables de lo que muchos esperaban. Sin embargo, aún se desconoce hasta qué punto reflejarán las reformadas instituciones para la cooperación internacional las nuevas realidades.

¿Cuál es, entonces, el balance final? En mi opinión, esta crisis ha acelerado algunas tendencias y ha demostrado que otras –especialmente aquellas relacionadas con el crédito y la deuda – eran insostenibles. Ha dañado la reputación de la economía. Dejará un amargo legado para el mundo, pero aún no tiene por qué marcar un punto de inflexión. Parafraseando las palabras tras la muerte de un rey: “El capitalismo ha muerto; larga vida al capitalismo”.

The Financial Times Limited 2009. All Rights Reserved.

20 may 2009

La recesión en Estados Unidos, la debacle manufacturera y la gripe A/H1N1 noquean a México

Por David Luhnow y Anthony Harrup

CIUDAD DE MÉXICO—La economía de México se contrajo 8,2% durante el primer trimestre comparado con el mismo período de 2008, el declive más marcado desde la crisis del peso en 1995, reveló el miércoles el Instituto Nacional de Estadística. En términos desestacionalizados, el Producto Interno Bruto cayó 5,9% frente al cuarto trimestre de 2008.

Puede que lo peor no haya pasado para México, que debido a la gripe AH1N1 enfrenta un desplome del turismo, una de sus principales fuentes de ingresos.

El secretario de Hacienda, Agustín Carstens, revisó a la baja las proyecciones oficiales del PIB para todo el año a una contracción de 5,5% frente al 4,1% previo. El declive interanual fue peor que el 7,8% esperado por 10 economistas sondeados por Dow Jones.

Economistas y funcionarios mexicanos dicen que la recesión de EE.UU. es un llamado de atención para México, que durante los últimos 15 años ha pasado a depender de sus exportaciones de bienes a una recargada economía estadounidense. Cerca del 20% de la economía mexicana depende de los envíos de bienes manufacturados a su vecino del norte. La abrupta caída de la demanda estadounidense ha golpeado con fuerza a México. Durante el primer trimestre, la producción automotriz mexicana descendió 41% comparado con el mismo período del año previo, un declive histórico.

[M?xico]

Es poco probable que el segundo trimestre sea mucho mejor, apuntan economistas. La demanda en EE.UU. sigue débil y el país también se ha visto afectado por el brote de la gripe A/H1N1, que obligó a la paralización de Ciudad de México por casi una semana.

El débil panorama de la economía es una noticia particularmente mala para un país que ha avanzado en los últimos años en su lucha contra la pobreza, pero sigue teniendo problemas para generar empleo para los jóvenes y combatir a los carteles de la droga.

Grupo Mexicana, la principal compañía aérea del país, informó esta semana que después de un primer trimestre sólido, el tráfico de pasajeros probablemente caerá sustancialmente a raíz de la gripe. Adolfo Crespo, director de comunicación corporativa de Grupo Mexicana, dijo que mayo había sido "triste y deprimente" tras el brote de una nueva cepa de la influenza que prácticamente paralizó el tráfico de pasajeros extranjeros.

Debido a que muchos casos de gripe en varios países fueron diagnosticados en personas que habían viajado a México, la reputación del país como un destino turístico por excelencia ha sido afectada. Los hoteles en Cancún, por ejemplo, registran un nivel de ocupación de 29% comparado con un promedio de 74% en mayo, de acuerdo con la asociación hotelera regional.

"Nuestro negocio se ha secado. Nos la pasamos sentados sin hacer nada", dice Margarita Ruiz, copropietaria de la agencia de viajes Travel Center, de Ciudad de México. La empresaria, de 44 años, acaba de despedir a su mensajero.

Incluso si la economía de EE.UU. sale del bache, México podría seguir rezagado. "Las economías estadounidense y mexicana han estado sincronizadas por años. Esta vez, México estuvo sincronizado durante el bajón, pero tal vez no esté tan sincronizado durante la recuperación", dice Damian Fraser, director de estrategia de renta variable del banco suizo de inversión UBS.

Debido a que la economía de México es menos apalancada que la de EE.UU., las tasas de interés más bajas son menos efectivas como herramienta de estímulo económico. México tampoco puede darse el lujo de acumular un déficit fiscal tan alto como el de EE.UU., debido a que los inversionistas no le darían mucho margen de maniobra.

La agencia de calificación de riesgo Standard & Poor's puso la semana pasada la calificación crediticia de México bajo observación de cara a una posible rebaja. La entidad criticó la dependencia del país en los ingresos petroleros y puso en duda la voluntad política del gobierno para elevar los ingresos tributarios de actividades no petroleras.

Fuente: WSJ

19 may 2009

La Casa Blanca busca sellar los acuerdos de libre comercio con Panamá y Colombia

Por Greg Hitt

WASHINGTON—El representante comercial de Estados Unidos Ron Kirk afirmó que busca concretar algunas iniciativas comerciales lanzadas por el gobierno del ex presidente estadounidense George W. Bush, antes de volcarse de lleno a una prioridad del nuevo gobierno: profundizar los lazos comerciales de EE.UU. con Asia.

Kirk dijo durante un discurso pronunciado el lunes en la Cámara de Comercio de EE.UU. que el gobierno "trabaja a un ritmo frenético" para finalizar un pacto de libre comercio con Panamá, y para avanzar un acuerdo con Colombia. Ambos tratados fueron iniciados durante el gobierno de Bush, pero se estancaron luego de que los demócratas asumieran el control del Congreso en 2007.

Las declaraciones de Kirk ante la cámara, una voz influyente de las empresas en Washington que promueve el libre comercio, sugiere que el presidente Barack Obama espera impulsar una agenda comercial que va más allá de lo que heredó del gobierno de Bush. Obama se mostró escéptico sobre el libre comercio durante la campaña presidencial, pero ha intentado reposicionarse respecto al tema desde que asumió su cargo.

Muchos legisladores demócratas siguen siendo reticentes ante el libre comercio, en medio de temores de que los trabajadores y las empresas estadounidenses no reciban lo que les corresponde en el mercado global. Algunos legisladores cuestionan si Panamá y Colombia cuentan con protecciones adecuadas para sus trabajadores, y si en Panamá se cumplen las leyes impositivas.

Kirk reconoció que el actual es un clima político difícil para obtener la aprobación del Congreso para acuerdos de libre comercio. "El comercio exterior es realmente difícil de promocionar entre algunos de mis amigos en el Congreso", aseveró. También instó a los legisladores demócratas y republicanos a redoblar sus esfuerzos para acercar posiciones. "Es hora de detenerse y reflexionar sobre las batallas que libramos constantemente entre nosotros sobre el valor del comercio", señaló.

El funcionario afirmó que trabajará para impulsar un acuerdo de libre comercio propuesto con Corea del Sur, que también fue iniciado bajo la presidencia de Bush pero se estancó debido a las disputas con Seúl sobre exportaciones estadounidenses de carne de res y autos a ese país.

Recientemente, Kirk pasó tres días en Ginebra en la Organización Mundial del Comercio, el auspiciador de la Ronda de Doha de conversaciones de comercio global, estancadas desde hace tiempo. El funcionario afirmó que EE.UU. se ha comprometido a lograr una "conclusión exitosa" de la Ronda de Doha, que fue lanzada luego los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, con el objeto de fortalecer la economía global al reducir los aranceles y otras barreras comerciales en todo el mundo.

Concluir las negociaciones de Doha "nos permitirá volcar nuestra atención a la nueva actividad en nuestra agenda comercial", dijo Kirk, quien sugirió que una prioridad será abrir nuevos mercados para bienes y servicios estadounidenses en Asia. "Una de mis mayores metas, en lo personal, y en servicio de la política comercial del presidente Obama, es analizar con más profundidad cómo se involucrará EE.UU. en Asia", señaló.

Más tarde, Kirk les dijo a periodistas que ve un "potencial extraordinario" para que EE.UU. abra nuevos mercados en Asia, ya sea a través de acuerdos bilaterales o multilaterales. Dado que EE.UU. será el anfitrión de la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) en 2011, afirmó que el gobierno podría tener un rol en darle forma a la agenda del grupo. Sugirió que la reunión de la APEC podría convertirse en "la próxima plataforma para una política comercial más robusta".

Fuente: WSJ

18 may 2009

Geithner da importantes pasos hacia la reforma de Wall Street

por Gillian Tett

¿Qué piensa EEUU de Wall Street -–por no hablar de los derivados- en la actualidad? Es algo sobre lo que he estado reflexionando esta semana.

Debido a la publicación de un libro sobre la crisis financiera y los derivados (Fool’s Gold, Free Press), en los últimos días he asistido a muchos programas de radio y televisión, desde Nueva York a Los Angeles, para debatir sobre el mundo financiero.

Este sondeo (de carácter poco científico) ha revelado al menos tres realidades. Primera, que los estadounidenses de a pie están furiosos con la incompetencia y codicia de Wall Street –algo comprensible–.

Segunda, les enfada aún más percibir que innovaciones como los derivados de crédito no han aportado ningún beneficio económico real en los últimos años.

«¡No veo que los derivados de crédito aporten beneficio alguno al común de los americanos! ¡Deberíamos prohibirlos!» declaraba un presentador de radio de Colorado, haciéndose eco de una idea repetida con frecuencia.

Tercera, para muchos estadounidenses, hombres como Tim Geithner, el secretario del Tesoro, son casi tan culpables de la actual situación como los banqueros de Wall Street. «¿Por qué siguen ahí tipos como Geithner? ¡Habría que echarlos, no dejarlos en el cargo!», me dijeron en varias ocasiones.

¿Logrará la iniciativa presentada por Geithner esta semana para tomar medidas drásticas contra los derivados fuera del mercado bursátil aplacar esta ira? No hay duda de que, en términos simbólicos, la reforma supone un hito.

Durante los nueve últimos años, Wall Street operó bajo la creencia de que el Acta de Modernización de los Futuros de las Materias Primas del año 2000 había «cerrado la puerta» a los controles del gobierno sobre las operaciones fuera del mercado bursátil, tal y como explica Mark Brickell, miembro de un lobby del mundo de los derivados.

De hecho, la Asociación Internacional de Swaps y Derivados (ISDA) se mostraba tan segura de haber ganado el debate sobre la liberalización, que un importante financiero bromeaba en una ocasión conmigo diciendo que la ISDA no necesitaba a una firma de relaciones públicas «porque Alan Greenspan [el ex presidente de la Reserva Federal ya se encargaba de ello».

En realidad, Geithner nunca compartió las opiniones extremas de Greenspan sobre el libre mercado. En público, cuando Geithner estaba al frente de la Reserva Federal de Nueva York, actuó con precaución para no contradecir a Greenspan, ya que eso habría ido en contra de los convencionalismos de la banca central (y, en cualquier caso, Greenspan era muy poderoso por entonces).

En privado, Geithner ya se había dado cuenta en 2005 de que la autodisciplina del libre mercado no estaba dando resultados razonables, ni poniendo freno a los excesos de los bancos –y le preocupaba la poca transparencia de los productos fuera del mercado bursátil–.

Y el anuncio de esta semana sugiere que Geithner está seriamente determinado a iniciar una nueva era. La noticia supone no sólo un esfuerzo por reformar el texto del acta del año 2000; también pretende cambiar los ánimos –y la idea de que la disciplina del libre mercado puede empujar por sí sola a los banqueros a comportarse de forma correcta–.

Sin embargo, el problema que persigue a Geithner –y a otras figuras– es que mientras que este cambio podría tener un importante valor simbólico y ofrecer beneficios en potencia, muchos de los detalles de las nuevas medidas siguen sin estar claros.

Tomemos por ejemplo los derivados de crédito. Rumores que circulan por Wall Street aseguran que algunos operadores sin escrúpulos han estado manipulando el precio de contratos de swap de impagos de créditos (CDS) de referencia única para perjudicar a los rivales, o para obtener beneficios rápidos. También se expone que los bancos han intentado deliberadamente llevar a las compañías a la quiebra, en regiones que van desde Ucrania al corazón de EEUU, para beneficiarse de las posiciones en CDS que poseían.

Por ejemplo, un importante banquero me explicaba esta semana que el gran grupo de Wall Street para el que había trabajado hasta hace poco tiempo contaba con una mesa de operaciones para «eliminar» a las empresas y hedge fund débiles, explotando la opacidad y la poca liquidez de los acuerdos bilaterales de CDS para modificar los precios. «Me desagrada, y sigue sucediendo», reconoció.

En teoría, las propuestas de Geithner podrían poner fin a este tipo de abusos al permitir a los reguladores controlar muchos de los precios y volúmenes de los CDS. En ese sentido, suponen un progreso. Pero inversores o empresas seguirán sin saber quién está en posesión de contratos de CDS. Tampoco queda del todo claro si las reformas se podrán aplicar a los acuerdos bilaterales, más polémicos.

Aún se desconoce si esto tendrá relevancia alguna fuera del sector bancario en Arizona, Arkansas o Los Angeles. Lo que muchos banqueros esperan de forma desesperada es que, si la economía se recupera en los próximos meses, la actual sensación de indignación entre los estadounidenses de a pie se disipe con rapidez –y los negocios puedan volver a la «normalidad»–.

Es una posibilidad. Pero parece una apuesta atrevida si se tiene en cuenta que los problemas financieros apenas han desaparecido. En cualquier caso, la moraleja está clara: si Wall Street quiere recuperar el respeto entre los ciudadanos, necesita replantearse su modelo de negocio. Las reformas de Geithner son un buen paso en esa dirección; sin embargo, sólo son el comienzo.

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