19 mar 2010

Los fondos cuantitativos se abren paso en Brasil

Por Kenneth Rapoza

SÃO PAULO— Los fondos cuantitativos o "Quant" están entrando lentamente a Brasil, a medida que los gestores de fondos locales buscan nuevas formas poco conocidas de superar al mercado.

La industria de fondos de inversión de Brasil, valorada en 1,4 billones de reales (US$785.000 millones), se expandió en más de 600 nuevos fondos en 2009, aunque el porcentaje de fondos cuantitativos no se conoce. Pero a medida que el mercado crece las casas de inversión están poniendo la mira en las complejas plataformas algorítmicas informáticas para desarrollar modelos cuantitativos internos que lleven tanto el corretaje estratégico como el de alta frecuencia a uno de los mercados más activos del mundo.

"Es más fácil duplicar el desempeño a largo plazo usando un modelo cuantitativo, debido a que es sistemático y escalable", dijo Franklin Reilly, director de distribución institucional de U.S. Boston Capital Corp., casa matriz de Quantitative Group of Funds, valorado en US$950 millones. "Cuando la información financiera se vuelva menos asimétrica, fácilmente accesible y más regulada en los mercados emergentes como Brasil, entonces los modelos cuantitativos serán más sencillos de construir y podrán agregar valor a las casas de inversión", agregó.

La idea detrás de los fondos cuantitativos es simple: si las computadoras pueden ganarle a los campeones rusos de ajedrez, pueden ganarle a los corredores de Wall Street. Un analista puede programar criterios en una computadora y esta hará el trabajo de un equipo de analistas y gestores de fondos, comprando y vendiendo valores según el modelo. Algunos quants con diseñados para aprovechar las oportunidades de mercado a corto plazo, mientras que otros están ajustados para apuestas a largo plazo y son más estratégicos, como la familia de fondos Quant Fund de Boston Capital.

"Desde el punto de vista de cualquier gestor de fondos, los fondos cuantitativos son sólo otra forma de gestionar dinero. Es programado por un analista y la computadora hace las transacciones en base a un modelo. Este es un producto nuevo para Brasil", dijo Thierry van Eyll, un socio y gestor de Banco Patria.

Patria desarrolló su propio fondo cuantitativo interno en 2006 y lo abrió a los inversionistas dos años después. Los fondos cuantitativos representaron cerca de 30 millones de reales de un portafolio total de valores e ingresos fijos de 1.500 millones de reales.

Aunque se requiere un genio para construir a algunos de los fondos cuantitativos, y podría ser más barato de desarrollar debido a que no requieren una decena de analistas de sector que recomienden acciones, su tasa de éxito no siempre es mejor que la de los métodos tradicionales.

"Pese a que el índice Bovespa subió 80% el año pasado, nuestros modelos no capturaron esas ganancias", dijo Rafael Mastrocola, gerente de relaciones con los inversionistas de Principia Capital.

Principia fue el primer fondo cuantitativo de Brasil, creado por antiguos analistas técnicos de Merrill Lynch en 2003, los cuales lanzaron su primer fondo en 2004. Principia tiene dos fondos cuantitativos, el Hedge Plus y el Principia ABS.

El mercado cuantitativo está creciendo para Principia. En 2008 tenía apenas 20 millones de reales bajo gestión. Un año después, Principia tiene 200 millones de reales en sus fondos cuantitativos.

Cabe recordar que el mercado cuantitativo de Brasil apenas está despegando y como apenas representa un porcentaje relativamente pequeño de todas las transacciones automáticas, aún no han emergido preocupaciones sobre el riesgo sistémico. Mientras tanto, los fondos cuantitativos estadounidenses tenían US$357.000 millones invertidos en el exterior en 2009, incluyendo en Brasil, frente a US$291.000 millones en 2008, según PanAgora Asset Management, un gestor de fondos cuantitativos de EE.UU.

Por su parte, la bolsa de São Paulo fue la primer bolsa latinoamericana en tener la estructura algorítmica de corretaje para hacer posible la entrada de los fondos cuantitativos. Sin embargo, sólo cerca de 6% de las acciones son comerciadas a través de algún sistema automatizado, frente a cerca de 70% para el mercado Nasdaq y la Bolsa de Nueva York, según el fabricante de plataformas de corretaje CMA.

Aún así, los observadores ven una tendencia al aumento de este tipo de fondos, aunque lentamente, en Brasil y otros mercados emergentes. Philippe Carre, director global de conectividad de SunGard Financial Systems dijo que "los prospectos para el crecimiento en los mercados emergentes son muy fuertes. Brasil y México están creciendo, pero el corretaje cuantitativo aún está en una etapa relativamente temprana de desarrollo fuera de EE.UU.

Fuente: WSJ

18 mar 2010

El amargo remedio que ha ayudado a Irlanda a sobrevivir en la era de crisis fiscales

Por Neil Shah

Irlanda, un país plagado de deudas, está ganando el aplauso de los mercados financieros por tomar el tipo de dolorosas medidas económicas que muchos otros países están posponiendo. Pero el ambiente de austeridad es poco celebrado por personas como Robert Peelo.

Este policía de 35 años esperaba que el gobierno le subiera el sueldo 6% el año pasado y construyera una nueva estación en su jurisdicción, en Dundalk, cerca de la frontera con Irlanda del Norte. En su lugar, Dublín le redujo su salario en 18% y archivó la construcción de las nuevas instalaciones. Peelo y otro compañero de la policía irlandesa, la Gardai, despachan desde oficinas temporales que él llama "cabinas portátiles".

Peelo dice que ha logrado pagar su hipoteca a 30 años después de eliminar sus vacaciones, dejar de llevar a sus dos hijos pequeños a la guardería y de hacer turnos los domingos. Un código profesional vigente desde 1923 que impide a los agentes de policía hacer trabajos externos le complica las cosas.

"Sabemos que hay una crisis internacional y que nuestro salario se verá afectado", afirma Peelo. "Pero tendría que haber cierto sentido en todo esto".

Los gobiernos de todo el mundo se están viendo obligados ahora a enfrentar las difíciles decisiones que ha tenido que adoptar Irlanda. Estados Unidos y Gran Bretaña tienen enormes déficits presupuestarios que se han convertido en espinosos temas políticos. Los gobiernos estatales y municipales estadounidenses están reduciendo servicios. Esta presión es especialmente aguda en los países más pequeños de los 16 que integran la zona euro, estremecida por los temores a una cesación de pagos de Grecia.

A finales del año pasado, Irlanda se parecía mucho a Grecia. La crisis financiera coincidió con el estallido de una burbuja inmobiliaria que dejó en muy mal estado a los bancos irlandeses. Tras un rescate del gobierno, el déficit fiscal de Irlanda subió a casi 12% del Producto Interno Bruto, muy cerca del déficit griego de 12,7%.

Pero a diferencia de Grecia —donde las protestas y huelgas se intensificaron la semana pasada tras el anuncio del gobierno de fuertes recortes de gastos y alzas de impuestos tras varios meses de vacilaciones— Irlanda adoptó rápidas medidas para extinguir la preocupación de una cesación de pagos.

El gobierno irlandés redujo hasta en 15% el salario bruto de los profesores y policías, además de imponer un alza generalizada de impuestos. Dublín también redujo los beneficios de bienestar social, lo que transformó al otrora Tigre Celta en el líder de la austeridad en Europa. Ahora, la Unión Europea está presionando a Grecia para que haga lo mismo, y Portugal, España e Italia podrían seguirle los pasos.

Los esfuerzos de Irlanda están rindiendo frutos en al menos un aspecto: el panorama financiero del país ha mejorado si se compara con el de otros países de la zona euro. En noviembre, el costo de asegurarse contra una cesación de pagos en Grecia e Irlanda era el mismo. Desde entonces, el costo de este seguro ha caído 20%, mientras que el de Grecia casi se ha duplicado. La diferencia es también evidente en los costos de financiamiento de la deuda: la primera semana de marzo, Atenas se vio obligada a ofrecer a los inversionistas un rendimiento de 6,3% en su nuevo bono a 10 años, más de 1,5 puntos porcentuales por encima del costo el mes pasado de títulos similares de Irlanda.

"Creo que Irlanda repuntará más rápido de lo que la gente piensa", afirma Scott MacDonald, director de análisis del fondo de inversión Aladdin Capital Management LLC de Connecticut, que administra unos US$12.000 millones. "Están haciendo lo correcto".

Descontento social

Pero hacer las cosas adecuadas les ha hecho la vida más difícil a los 4,5 millones de irlandeses. Los recortes salariales ya han enardecido los ánimos de los trabajadores gubernamentales y podrían provocar más huelgas. Hasta ahora, el partido gobernante Fianna Fial ha seguido adelante con sus enérgicos cambios.

No se espera que las medidas de austeridad se aflojen a corto plazo. Los salarios más bajos hacen que los irlandeses tengan menos dinero en el bolsillo, lo que a su vez perjudica el gasto del consumidor, que contribuye aproximadamente a 50% de la economía. El Banco Central de Irlanda pronostica que el PIB se contraerá 1% este año a pesar de haber pasado a territorio positivo en el tercer trimestre del año pasado.

Los votantes se muestran cada vez más desencantados. El apoyo a Fianna Fáil, liderado por el primer ministro, Brian Cowen, se encuentra entre 25% y 29%, la cifra más baja para el mayor partido político del país desde la década de 1920, según el Instituto de Investigación Económica y Social, de Dublín. El opositor Fine Gael recibe un apoyo ligeramente superior.

Hasta ahora, Cowen y el ministro de Finanzas, Brian Lenihan, han resistido la presión para subir los impuestos corporativos, que a 12,5% se encuentran entre los más bajos en Europa. Ambos funcionarios creen que el crecimiento del país, especialmente en los sectores de alta tecnología y farmacéutico, depende de mantener un clima favorable para los negocios.

Irlanda también es partidaria de mantener el euro como moneda, lo que en opinión de muchos irlandeses contribuyó a su notable crecimiento de la última década. Tras adoptar el euro en 1999, Irlanda pudo endeudarse a tasas de interés más bajas. Este crédito barato —junto con los esfuerzos de Dublín por desarrollar su mercado de bienes raíces— permitió que su economía creciera a una tasa anualizada promedio de 5,3% entre 2000 y 2005.

Pero la membresía en el euro también dificulta la recuperación económica. Irlanda no puede devaluar su divisa —una medida que abarataría el país para los turistas y aumentaría el atractivo de sus exportaciones— ya que es el Banco Central Europeo (BCE) quien la controla. Tampoco puede recortar las tasas de interés por la misma razón. Por lo tanto, Irlanda, como muchas otras economías más débiles de la eurozona, tendrá que potenciar su competitividad con medidas impopulares, reduciendo los salarios en un momento en el que sus trabajadores apenas pueden pagar sus cuentas.

Los problemas de Irlanda no son tan profundos como los de Grecia. Su población joven—un promedio de 35,7 años frente a los 42 años del país heleno— hace que haya menos jubilados que necesitan ayuda pública. Los inmigrantes de Polonia y otros países están abandonando Irlanda, lo que podría reducir el desempleo, que en la actualidad se ubica en 12,6%, superior al promedio de 9,9% de la zona euro.

El gobierno irlandés dice que las medidas han sido justas tanto para el sector público como para el privado. Y debido a que Irlanda enfrenta la posibilidad de una deflación prolongada, se cree que las reducciones de salarios son más fáciles de absorber.

Fuente: WSJ

17 mar 2010

Lecciones del colapso de Bear Stearns

por John Cassidy

Ayer domingo hizo dos años que el secretario del Tesoro, Hank Paulson, llamó al consejero delegado de Bear Stearns, Alan Schwartz, para anunciarle que la fiesta había acabado.

"Alan, a partir de ahora estáis en manos del Gobierno; la otra alternativa es la quiebra", debió decirle. Así comenzaba la crisis crediticia y veinticuatro meses después, éstas son las lecciones que hemos aprendido:

El endeudamiento arrasa con todo. En marzo de 2008, Bear tenía un capital tangible de 11.000 millones de dólares, con un total de activos de 395.000 millones de dólares y una ratio de apalancamiento de 36. Durante varios años, esta imprudente forma de financiación permitió a la compañía conseguir un margen de beneficios de casi el 30% y una rentabilidad sobre el capital del 20%; cuando la tendencia del mercado cambió, Bear se quedó desprovisto de capital y acreedores. Durante los meses siguientes, otras entidades financieras, bancarias y no bancarias, fueron víctimas de la misma situación.

El año pasado, el G20 acordó aumentar las ratios de capital, aunque, hasta ahora, no se han publicado cifras concretas. Oficialmente, el Comité de Basilea sobre Supervisión Bancaria, está trabajando en ello.

Extraoficialmente, el secretario del Tesoro de EEUU, Tim Geithner, ha marcado un límite a la ratio de apalancamiento. La cifra definitiva indicará hasta qué punto se toman en serio las futuras crisis las autoridades.

Blanco y en botella, leche. Si se endeuda a corto plazo y concede préstamos (o invierte) a largo plazo, es un banco. Oficialmente, Bear Stearns y Lehman Brothers eran bancos de inversión; Washington Mutual era una caja de ahorros, AIG era una aseguradora y GMAC y GE Capital eran filiales de corporaciones industriales.

El Fondo de Reserva era un fondo de inversión de mercados monetarios. En realidad, todos se dedicaron a repartir dinero y a acumular activos ilíquidos. Cualquier entidad con estas características es vulnerable al pánico de los acreedores y los reguladores deberían tratarlas a todas por igual, como si de bancos se tratara. El incumplimiento de este principio dará lugar al arbitraje regulador y provocará más sobresaltos.

Los mercados no siempre son eficientes. ¿Hay que volver a recordar esta lección? Me temo que sí. Con el paso de los años, la ideología del libre mercado ha demostrado tener una misteriosa capacidad de reaparición. Además, siempre habrá poderosos intereses que lograrán encubrir sus finalidades recurriendo a los estimulantes discursos de Adam Smith y Friedrich Hayek.

Los grandes bancos son como centrales nucleares. Proporcionan valiosos servicios, como el traspaso de capital de ahorradores a empresarios. En algunas ocasiones quiebran, lo que provoca serios daños al resto de la economía y a los contribuyentes, cuyos fondos se utilizan en las operaciones de rescate. Si echamos la vista atrás, las soluciones a este problema son evidentes: más control para reducir las posibilidades de quiebra e "impuestos a la contaminación" adaptados a cada entidad, destinados a cubrir el coste de tales operaciones.

El presidente Barack Obama propuso la introducción de un impuesto de estas características y el primer ministro británico, Gordon Brown, se ha propuesto transformar esta propuesta en una iniciativa global. Por una vez, una buena iniciativa parece estar progresando.

Los modelos estadísticos son como los bikinis: lo que muestran es sugerente, pero lo que esconden es vital. Así opinaba Aaron Levenstein, profesor del Baruch College de Nueva York. En Wall Street y en la City, los bikinis tomaron forma de modelos de "valor en riesgo", asumiendo que los inversores y los titulares de hipotecas eran como moléculas que se movían al azar. Estos artilugios matemáticos tenían la peculiaridad de funcionar a la perfección cuando no eran necesarios y tener fallos constantes cuando más se los necesitaba.

Bagehot y Keynes tenían razón. Durante una crisis financiera, el papel de un banco central es prestar dinero cuando nadie más lo hace. En una crisis económica, el gobierno tiene que fomentar la demanda. Para aplicar estas premisas, las autoridades de todo el mundo, desde Washington, pasando por Frankfurt o Pekín evitaron que la Gran Recesión se convirtiera en otra Gran Depresión.

La búsqueda de rentas no equivale a la creación de riqueza. Parte del dinero que ganan algunas empresas proviene de las rentas económicas de otros grupos, como ocurre con los inversores en los fondos gestionados activamente, los empleados de empresas adquiridas por grupos de capital riesgo y los contribuyentes que de vez en cuando tienen que hacer frente a los costes derivados del exceso de riesgos. Las pérdidas que sufrieron los bancos británicos entre 2008 y 2009 acabaron con casi la mitad del valor económico agregado, salarios y beneficios brutos que el sector bancario generó entre 2001 y 2007.

Hace un siglo, pensadores progresistas como J.A. Hobson y L.T. Hobhouse aseguraban que buena parte de la generación de la riqueza era de carácter social, lo que justificaba la redistribución del estado de parte de ésta en forma de pensiones y programas sanitarios. En lo que se refiere a las finanzas modernas, los neoliberales llevaban razón: parte de los beneficios que generan los banqueros no sólo dependen de garantías implícitas del estado: buena parte del capital que arriesgan pertenece a otros.

Dada su influencia, el sector financiero puede esquivar algunas de las restricciones impuestas a sus actividades. Sin embargo, los banqueros nunca más podrán decir que lo que es bueno para Citigroup también lo es para EEUU o lo que beneficia a Royal Bank of Scotland también beneficia a Reino Unido. Al menos, no con un semblante serio.

The Financial Times Limited 2010. All Rights Reserved.

16 mar 2010

Cómo gestionar la explosión de deuda soberana

por Mohamed El-Erian

Cada cierto tiempo, el mundo se enfrenta a un grave suceso económico que se malinterpreta en un primer momento y se considera poco relevante, y que posteriormente coge desprevenidos a gobiernos, empresas y hogares.

Hemos asistido a varios ejemplos en los últimos 10 años, entre ellos la emergencia de China como una importante influencia sobre la dinámica del crecimiento, los precios, el empleo y la riqueza en todo el mundo. También incluiría la dramática sobre-expansión, y el espectacular colapso posterior, del sector inmobiliario y de la banca en la sombra en las economías estadounidense y británica, regidas por las finanzas.

Ahora, todos deberíamos estar prestando atención a un nuevo problema: el significativo deterioro simultáneo de la finanzas públicas de muchas economías desarrolladas. En la actualidad esto se analiza principalmente –y en exceso– a través del estrecho prisma de Grecia. En el futuro, se reconocerá por lo que es: un importante cambio de régimen en las economías desarrolladas con efectos trascendentales y duraderos. Para adelantarnos al proceso, deberíamos mantener en mente los siguientes seis puntos.

Primero, a nivel más básico, lo que estamos experimentando se define mejor como el último de una serie de trastornos en los balances. En 2008 y 2009, los gobiernos tuvieron que actuar para evitar la implosión simultánea del sector inmobiliario, las finanzas y el consumo. El mundo tiene que afrontar ahora las consecuencias derivadas de cómo se hizo.

La deuda soberana estadounidense ha aumentado 20 puntos porcentuales del producto interior bruto (PIB) en menos de dos años, una cifra antes inconcebible. Incluso bajo un escenario de crecimiento favorable, se prevé que el ratio deuda/PIB siga aumentando los próximos 10 años.

Son muchos los análisis que señalan la naturaleza generalizada de los trastornos en las finanzas públicas. Mi preferido es el de Willem Buiter, economista jefe de Citi. Más del 40% del PIB global se localiza ahora en jurisdicciones (en su inmensa mayoría en las economías desarrolladas) que gestionan déficit fiscales del 10% del PIB o superiores. Durante gran parte de los últimos 30 años, esta cifra fluctuó entre el 0% y el 5%, y se concentraba en las economías emergentes.

Segundo, el impacto sobre las finanzas públicas está minando la relevancia analítica de las clasificaciones convencionales. Consideremos el viejo concepto de una gran división entre las economías desarrolladas y emergentes. A un creciente número de los primeros se le presentan ahora unas perspectivas económicas y financieras significativamente peores, y más puntos vulnerables, que a un número cada vez mayor de los últimos.

Tercero, la cuestión no es si los gobiernos de las economías avanzadas harán ajustes; que los realizarán. La verdadera pregunta se refiere a la naturaleza del ajuste (ordenado o desordenado), a la fecha y al impacto colateral.

Como es natural, los gobiernos aspiran a superar la dinámica de las deudas incobrables a través de la ordenada (y relativamente indolora) combinación de crecimiento y voluntad del sector privado para mantener y aumentar sus títulos de deuda gubernamental. Sin embargo, teniendo en cuenta los índices inusualmente altos de paro, el débil crecimiento, los grandes déficit y la incertidumbre reguladora, ese objetivo afronta importantes contratiempos.

Los países se verán obligados así a tomar difíciles decisiones en relación a las subidas de impuestos y los recortes del gasto. Si estas no se materializan a tiempo, el universo de posibles consecuencias se expandirá para incluir el aumento excesivo de la deuda y, como posibilidad extrema, el impago y la confiscación.

Cuarto, los gobiernos pueden imponer soluciones a otros sectores de la economía doméstica. Lo harán tomando y desviando recursos. Esto adquiere especial relevancia cuando el margen para la migración trasfronteriza de actividades es limitado, tal y como sucede ahora dada la naturaleza generalizada de los daños a las finanzas públicas.

Quinto, la dimensión internacional complicará el ajuste fiscal interno que afrontan las economías desarrolladas. La eficacia de la consolidación fiscal no sólo depende de la voluntad y capacidad de un gobierno para implementar medidas a medio plazo. También se ve influenciada por lo que decidan hacer otros países.

Estos cinco puntos apoyan la idea de que el daño causado a los balances públicos es de gran relevancia para un amplio número de sectores y mercados. Por el momento, sin embargo, la inclinación es a restar importancia al impacto calificándolo de aislado, temporal y reversible.

Todo esto lleva al sexto y último punto. Deberíamos esperar (en lugar de sorprendernos) que los daños tarden en reconocerse por parte tanto del sector público como del privado. No hay estrategias sencillas a las que recurrir ante nuevos problemas sistémicos. Esto lleva a muchos a volver a modelos analíticos retrógrados, cuya idea central consiste esencialmente en hacer caso omiso de la nueva realidad del sistema.

Existe otra complicación más. Es necesario reconocer la situación a tiempo, pero no basta. Debe ir seguido de la respuesta adecuada. Aquí, la historia sugiere que a gobiernos y empresas no les resulta sencillo superar la tiranía de compromisos internos anticuados.

¿Dónde nos lleva todo esto? Nuestra sensación es que la importancia del daño causado a las finanzas públicas de las economías desarrolladas aún no se ha apreciado y comprendido en su justa medida. Sin embargo, con el tiempo, quedará patente su gran trascendencia. Cuanto antes se reconozca, más probabilidades habrá de evitar los trastornos y no verse afectados por ellos.

15 mar 2010

Por qué la Unión Monetaria Europea pasa su mayor crisis

por Wolfgang Schäuble

Grecia ha llegado a una encrucijada. Por primera vez, la eurozona mantiene un estrecho control sobre la política fiscal y económica de uno de los países miembros de la unión monetaria europea.

El caso de Grecia nos sirve de aviso para extraer lecciones para la unión monetaria. No pienso en medidas específicas para estabilizar Grecia. Tampoco en discutir sobre una forma de gobierno económico que mejore la coordinación en política económica en la UE. Mis ideas van dirigidas a crear una unión monetaria más resistente a una crisis.

El euro ha demostrado ser un elemento de estabilidad fiable durante la crisis. Nos ha protegido de unas turbulencias en las divisas europeas que, de lo contrario, habrían agravado la situación en Europa. Sin embargo, la unión monetaria afronta un momento decisivo. Las secuelas de la crisis se están haciendo más visibles, los mercados laborales de algunos países languidecen y la deuda gubernamental excede los límites permisibles prácticamente en todas las regiones.

Sólo hay un camino a seguir: todos los miembros de la eurozona tienen que adherirse nuevamente al pacto de estabilidad y crecimiento lo antes posible. Hago hincapié en este mensaje porque tengo la impresión de que los mercados financieros globales parecen estar hablando con más claridad que muchas de las voces de la esfera política.

Se han revelado graves problemas estructurales en algunos estados de la zona euro –debilidades que hay que abordar mediante un largo y doloroso proceso de ajuste–. El control de la política fiscal y económica de la eurozona no bastó para evitar tendencias no deseadas. Por lo tanto, debemos hacer un uso más decisivo de los instrumentos a nuestra disposición. A partir de ahora, un estado miembro con un déficit excesivo no debería recibir fondos de cohesión de la UE si no ahorra lo suficiente.

Es obvio que el conjunto de leyes europeas aún está incompleto. La unión monetaria no está preparada para situaciones de extrema severidad como la actual y que demandan una intervención exhaustiva para evitar mayores riesgos para el sistema. La confianza en que el control presupuestario era eficaz, hacía inconcebible el desequilibrio actual.

Si deseamos que el euro sea sólido y estable –que fue nuestra condición para dejar el marco y su alta credibilidad por la divisa común– tenemos que estar preparados para integrarnos más en la eurozona. La coordinación entre los miembros del euro tiene que ser más trascendental; deben asumir un papel activo en las políticas del resto de socios.

Sé que habrá que superar una fuerte oposición política. Sin embargo, estoy convencido de que desde la perspectiva de Alemania, la integración europea, la unión monetaria y el euro son la única opción. La capacidad de los europeos para cooperar a la hora de afrontar las adversidades es decisiva. Por primera vez, ha quedado patente que un miembro de la unión monetaria con débiles fundamentos económicos puede perder con rapidez la confianza de los mercados financieros globales ante una grave crisis presupuestaria. Esto plantea preguntas en torno a cómo sería posible ofrecer apoyo a un estado miembro y, simultáneamente, evitar la amenaza de impago cuando ese país esté consolidando sus finanzas.

Estas funciones las ha asumido tradicionalmente en muchas crisis el Fondo Monetario Internacional, con buenos resultados. Para un miembro de la unión monetaria, este enfoque no está exento de problemas debido a un área central de la política común, que recibe el nombre de política monetaria. Por tanto, la implicación del FMI está siendo objeto de un acalorado debate.

Es mejor que los estados miembro de la eurozona se preparen para esas crisis y aumenten su marco institucional. Podría aprovecharse la experiencia adquirida del uso de los instrumentos de ayuda financiera a medio plazo de la UE para estados miembros que no pertenecen a la eurozona. En mayo de 2009, se aumentó de forma sustancial la financiación en base a las considerables dificultades económicas que afrontaban algunos estados miembros del centro y el este de Europa. Esto ayudó a controlar las consecuencias de una crisis.

Los miembros de la eurozona también podrían recibir liquidez de emergencia de un “fondo monetario europeo” para reducir el riesgo de impagos. Habrá que imponer condiciones estrictas y un precio prohibitivo para que esa ayuda sólo se obtenga en casos de emergencias que supongan una amenaza para la estabilidad financiera de toda la zona euro.

Este efecto debería reforzarse excluyendo al país afectado del proceso de toma de decisiones –la ayuda debe ser el último recurso–. Las decisiones políticas sobre la ayuda deberían tomarse en el Eurogrupo y con el acuerdo del Banco Central Europeo. La ayuda de emergencia también podría vincularse de forma obligatoria a sanciones más estrictas dentro del marco de las medidas relativas al déficit presupuestario.

Las multas monetarias podrían imponerse inmediatamente y, una vez finalizado el periodo de ayudas y normalización, aplicarse contra el estado miembro sin posibilidad de reclamación. La perspectiva de asociar las ayudas de emergencia con severas actuaciones correctivas fiscales aumentaría la confianza de los mercados financieros, previniendo un agravamiento de la crisis y evitando la necesidad de los miembros de la eurozona de recurrir al FMI en el futuro.

La ayuda de emergencia nunca debe darse por sentada. En principio, la quiebra de un estado debe seguir siendo una posibilidad. Afrontar una realidad incómoda podría ser la mejor opción bajo ciertas condiciones. La unión monetaria y el euro están mejor protegidos si la eurozona mantiene su credibilidad y capacidad de actuación, incluso en situaciones difíciles.

Esto necesariamente implica la retirada del derecho a voto en el Eurogrupo de un estado miembro poco dispuesto a cooperar. No debe permitirse que un país en cuyas finanzas reine el desorden participe en decisiones que afecten a las finanzas de otro miembro del euro. Si un estado de la eurozona es finalmente incapaz de consolidar sus presupuestos o de recuperar su competitividad, este país, al menos como último recurso, debería abandonar la unión monetaria, pero podría seguir formando parte de la UE.

Además, debería suspenderse durante un año el derecho de voto de un miembro de la eurozona si se determina que este país violó de forma intencionada la legislación económica y monetaria europea. El verdadero alcance del desastre presupuestario griego no quedó patente hasta que se salió a la luz el pasado otoño la manipulación de las estadísticas. Soy partidario de que la oficina estadística de la UE, el Eurostat, pueda inspeccionar las cuentas públicas cuando la sospecha de manipulación esté justificada.

Sin duda, hará falta una gran voluntad política para adaptar con rapidez las reglas de la unión monetaria de forma que se ajusten a las nuevas realidades. Pero no existe una alternativa a la unión monetaria. Hay algunos que podrían pensar que su escepticismo sobre el euro ha quedado justificado. Están pasando por alto los puntos fuertes de Europa y los problemas que están afrontando otras importantes regiones económicas del mundo.

Se necesita más calma. En términos de estabilidad, el euro está al mismo nivel que el marco, hay poca inflación y los costes de financiación generalmente son bajos. El euro es en la actualidad la segunda divisa de reserva e inversión más importante. Uno de los principales motivos es que los mercados financieros muestran una gran confianza en el BCE.

Para mantener esta confianza, hay que salir con rapidez de la crisis. Esta credibilidad supone una ventaja para la unión monetaria a la hora de superar la crisis financiera. Si conseguimos que las políticas fiscales de los estados miembros vuelvan a la senda adecuada, esta crisis habrá provocado un cambio para mejor.

Fuente: FT