3 jun 2010

Bolsas: la sensación de desplome

por Aline van Duyn, Michael Mackenzie y Jeremy Grant

Cuando James Angel escribió a la Comisión del Mercado de Valores de EEUU (SEC) hace algo más de un mes, no sabía que su profecía no tardaría en hacerse realidad. “Dado que un gran volumen de las actividades se lleva a cabo por sistemas automatizados, se corre el riesgo de que se produzca algún error muy grave a velocidades de vértigo”, explicaba el catedrático de Finanzas de la Universidad de Georgetown al principal regulador de EEUU. Seis días después, su pronóstico se cumplía.

El 6 de mayo, un jueves, los ánimos en Wall Street ya estaban por los suelos: la inquietud sobre la crisis de deuda soberana griega y las consecuencias que ésta tendría en el euro hacían perder a las bolsas estadounidenses un 5%. Pero, en cuestión de segundos, después de las 2.40 de la tarde, las caídas empezaron a duplicarse. Las acciones de Procter & Gamble, perdieron un 35%; las de la consultora Accenture, pasaron de valer 40 dólares a situarse en un céntimo. La semana que viene, las acciones del índice Standard & Poor’s 500 estarán ligadas a una especie de “cortacircuitos” destinado a evitar que se repita lo que ocurrió en esa jornada. Si los precios oscilan más de un 10%, ya sea al alza o a la baja, frente a los registrados en los cinco minutos precedentes, la cotización se congelará de forma temporal. Este “efecto freno” se aplicará a todas las plataformas en las que operan las acciones del S&P 500. Aunque ya existen medidas similares en la Bolsa de Nueva York, por ejemplo, hasta ahora no se han aplicado a todo el mercado.

El fatídico jueves, los operadores no daban crédito a lo ocurrido. “Pensamos que un gran banco europeo estaba a punto de quebrar”, recuerda uno de ellos. “Todo el mundo empezó a hacer llamadas. De pronto, los operadores se dieron cuenta de que las caídas se debían a un gran número de órdenes de venta automatizadas. “En ese momento, sólo pensábamos en tocar un botón de emergencia y presionar stop”. Aunque ha habido ocasiones en las que algunos valores han sufrido fuertes oscilaciones, esa tarde fue la primera vez que todo el mercado de valores de EEUU se vio envuelto en un verdadero caos. No obstante, veinte minutos después los precios empezaron a recuperar su valor. Las operaciones que tuvieron lugar en esos momentos dramáticos, donde las oscilaciones superaron el 60%, se cancelaron. No obstante, el impacto de aquel momento seguirá percibiéndose durante algún tiempo, ya que ahora reina la sensación de que los mercados de valores no cuentan con un botón de emergencia o algún modo de detener las cotizaciones en una situación de colapso.

“La caída y el repunte de los precios en los principales índices bursátiles y en las acciones individuales ese 6 de mayo no tienen precedente, tanto en alcance como en velocidad”, escribía posteriormente la SEC en un informe sobre lo ocurrido. El miércoles, el regulador se reunirá durante toda la jornada para hablar del asunto, debate en el que participarán todas las partes del sector implicadas. “Todas las reformas se estudiarán bajo el prisma de lo que ocurrió el 6 de mayo”, explica el consejero delegado de DirectEdge, William O’Brien. La reunión coincide con el replanteamiento en Europa sobre el funcionamiento de sus mercados.

Además de la prohibición a las posiciones cortas al descubierto introducida en Alemania, también se estudia el veto a los derivados especulativos en la eurozona. En Bruselas, la Comisión Europea prepara una revisión de la liberalización que introdujo a la cotización bursátil hace tres años. Entre todas estas iniciativas, se desconoce qué es lo que provocó exactamente las fuertes oscilaciones de la cotización bursátil en EEUU. Los reguladores investigan ahora más de 19.000 millones de operaciones en busca de pistas.

Por el momento, la SEC ha declarado que no hay pruebas de que los hechos estén relacionados con el error de un operador al pulsar un botón o con un acto perpetrado por hackers informáticos o por algún grupo terrorista.

La investigación de EEUU tiene consecuencias mucho más allá de Wall Street. Los mercados de todo el mundo, sobre todo los que operan fuera de las bolsas, están siendo sometidos a un exhaustivo escrutinio. Existe la sensación de que la opacidad de algunos mercados de derivados y de complejos bonos titulizados ha contribuido a la crisis de los mercados financieros y a la posterior debacle económioca.

El debate no se limita a los mercados de renta variable ni a EEUU. En Europa, la preocupación sobre el funcionamiento de las estructuras de mercado es igual de intensa y las opiniones están igualmente polarizadas. La división entre los múltiples centros de operaciones, que en EEUU existe desde hace una década, no llegó a Europa hasta 2007, cuando las normas de la Comisión Europea acabaron con los monopolios de bolsas tradicionales como la London Stock Exchange o la Deutsche Börse. La Directiva sobre Mercados de Instrumentos Financieros desencadenó la competencia de las nuevas plataformas de operaciones, lo que a su vez hizo que los inversores se formaran una imagen un tanto confusa.

Mientras el debate se intensifica, crece la sensación de que los intereses de los grandes bancos y las bolsas no coinciden con los de los inversores, un aspecto que se intenta abordar con la reforma de los derivados y de otros mercados por parte de los reguladores. Después del 6 de mayo, las autoridades de la SEC intentan recuperar la confianza. Los cortacircuitos, destinados a frenar las operaciones si los algoritmos que dirigen las operaciones se disparan, podrían empezar a funcionar la próxima semana. Sea cual sea el resultado del debate, la experiencia de aquel fatídico jueves pone de manifiesto que al ser humano le resulta casi imposible seguir el ritmo de las máquinas, lo que significa que los mecanismos de seguridad han de estar también automatizados. En el minuto aproximado que le cuesta a una persona responder a un fallo mecánico, los daños pueden ascender a miles de millones de dólares.

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