10 feb 2009

Solidez económica aumenta el protagonismo político de Brasil en Latinoamérica

Por John Lyons

São Paulo, Brasil—En los años desde que los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 reenfocaron la política exterior estadounidense hacia Medio Oriente, los gobiernos de Brasil y Venezuela compitieron para reemplazar a Estados Unidos como el principal negociador en las relaciones latinoamericanas. La actual caída del precio del petróleo podría determinar al ganador: Brasil.

Venezuela depende de su riqueza petrolera para promover una agenda antiestadounidense en la región mediante programas de ayuda internacional que incluyen vender crudo a precios rebajados a varios países y otorgar préstamos a Argentina y otros a tasas menores que las del mercado. Los programas están siendo recortados este año a medida que sus ingresos petroleros se desploman y su crecimiento económico se acerca a un punto muerto.

Aunque la economía de Brasil, la décima en el mundo y rica en materias primas, será golpeada por el bajón, se espera que le vaya mejor que la mayoría, creciendo lentamente aun cuando las de EE.UU., Europa y Japón se contraigan, proyectan los economistas.

A diferencia de la diplomacia de la chequera practicada por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, las fuentes de la influencia de Brasil son más diversas y menos vulnerables a las penurias económicas.

La ventaja diplomática de Brasil es un acontecimiento bienvenido para las autoridades estadounidenses. Durante los años de George W. Bush, Washington consideró a Brasil como un importante contrapeso para la influencia de Venezuela y alentó su mayor asertividad.

Bajo el presidente Barack Obama, esa relación bilateral podría afianzarse a medida que EE.UU. busca alianzas diplomáticas para abordar temas hemisféricos como la energía y el narcotráfico. América Latina le provee a EE.UU. un tercio de sus necesidades petroleras y es el origen de la mayoría de los inmigrantes ilegales en ese país.

"La cooperación con Brasil va a ser crucial para cualquier progreso en la agenda hemisférica", asegura Michael Shifter, vicepresidente de Inter-American Dialogue, un centro de estudios de Washington.

Brasil —el mayor exportador mundial de mineral de hierro, carne de res, pollo, azúcar y café— quiere un mayor acceso para sus bienes al mercado estadounidense. A cambio, Brasil y su carismático presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, podrían ayudar a EE.UU. a reparar su imagen en la región, la cual empeoró marcadamente bajo el gobierno de Bush.

Brasil, que hace poco descubrió grandes yacimientos petrolíferos en alta mar, también podría convertirse en un aliado de EE.UU. en cuestiones energéticas a medida que cae la producción de crudo de México y Venezuela. La producción de Brasil ha aumentado 46% a 1,9 millones de barriles diarios este año y podría dispararse de nuevo cuando los nuevos descubrimientos sean explotados.

Una mala administración y una decreciente inversión han reducido la producción de Venezuela en 700.000 barriles diarios, a unos 2,35 millones de barriles diarios, en la última década.

Obama le ha solicitado a un partidario de las relaciones entre EE.UU. y Brasil durante los años de Bush, el subsecretario de Estado para el hemisferio occidental, Thomas Shannon, que permanezca en su cargo. En enero, Obama llamó a Lula y se comprometió a avanzar las conversaciones comerciales. Los dos líderes planean reunirse en marzo en Washington.

Sin embargo, Brasil no es un aliado incondicional de EE.UU. Lula visita Caracas de forma regular y empresas brasileñas, como el gigante de la construcción Odebrecht, hacen negocios en Venezuela. Los dos líderes comparten la creencia de que EE.UU. no debería marcar la pauta en las relaciones regionales.

A medida que los intereses económicos de Brasil se expanden más allá de sus fronteras, el país parece estar adoptando posturas respaldadas por EE.UU., como promover el acceso a los mercados y la estabilidad regional. En una reciente cumbre regional, Brasil logró quitar retórica antiestadounidense de la resolución final, lo que representó una clara victoria sobre Venezuela.

Hasta los años 90, la política exterior de Brasil consistía en rogar por asistencia financiera mientras tambaleaba de una crisis a otra. Una estabilidad económica duramente conseguida y una expansión impulsada por las exportaciones cambiaron eso.

La importancia de Brasil en Latinoamérica creció a medida que EE.UU. luchaba su guerra contra el terrorismo. Los brasileños desde hace mucho han sostenido que el tamaño de su país y la creciente población de 180 millones de habitantes le justifican prominencia internacional. Brasil quiere un lugar en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, por ejemplo, y afianzar su preeminencia regional es una forma de hacer presión para conseguirlo.

—Peter Millard, en Ciudad de México, contribuyó a este artículo.

Fuente: WSJ