30 mar 2009

Fusiones para salvar a la banca española

por Victor Mallet

Los bancos españoles se han situado entre los más sólidos y rentables a nivel global desde que estallara la crisis financiera el año pasado, pero las entidades crediticias más débiles afrontan ahora un difícil periodo de fusiones y reestructuraciones tras el colapso del mercado inmobiliario español, según reguladores, autoridades gubernamentales y analistas.

A diferencia de sus rivales en EEUU, Reino Unido, Alemania y gran parte del resto de Europa, golpeados por la crisis, los bancos españoles no han recibido hasta la fecha inyecciones de fondos estatales. Estaban protegidos por el rechazo del regulador español a las inversiones fuera de balance y por las reservas de provisiones anticíclicas de créditos dudosos acumuladas durante los años de auge.

Santander y BBVA, los dos mayores bancos del país, revelaron importantes beneficios en 2008, ganando 8.880 millones de euros y 5.410 millones de euros, respectivamente.

Morosidad
Sin embargo, a medida que la recesión se agrava, los bancos y cajas –instituciones de ahorro y crédito no cotizadas, por lo general bajo la batuta de políticos regionales– se han visto afectados por el aumento de los índices de morosidad y por las reducciones del ráting de su deuda por parte de las agencias de calificación crediticia.

“En otros países como EEUU y Reino Unido, quedó patente que la situación era mala desde el principio de la crisis”, explica David Stix, consejero delegado de Iberian Equities, un bróker de Madrid. “Aquí, la situación de los bancos en un inicio era mucho mejor, pero las cosas empiezan a empeorar”. Los ministros del gobierno socialista hablan ahora abiertamente sobre posibles rescates bancarios.

Están preparando una hoja de ruta sobre el procedimiento, negociando con el Banco de España, el organismo regulador de los bancos, y con el Partido Popular para evitar discusiones políticas que pudieran desestabilizar el sistema financiero. “No creo que esto plantee problemas que no podamos abordar”, declaró la semana pasada José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente del Gobierno. “Es normal pensar en cierta reestructuración del sistema, que afectará de modo particular a las pequeñas entidades”.

Pese a los comentarios que han circulado entre banqueros e inversores sobre posibles fusiones de bancos comerciales –entre Banco Sabadell y Banco Popular, por ejemplo– algunas de las instituciones más débiles están en la lista de cajas, conformada por 45 entidades que representan en la actualidad la mitad del sistema bancario del país.

Algunas de las cajas están muy politizadas y presentan una alta exposición al mercado inmobiliario nacional, a través tanto de los créditos a promotoras como las hipotecas –haciendo que los créditos se conozcan ahora como los “subprime españoles”–. Pocas cajas se benefician de la diversificación geográfica y sectorial de la que disfrutan Santander y BBVA, con intereses en Latinoamérica.

En las últimas semanas se habían producido negociaciones para la compra de Caja Castilla La Mancha por parte de Unicaja, la entidad andaluza, y se esperan nuevas fusiones en los próximos meses. Aparte de las discusiones políticas sobre qué región será la que tome el control de cualquier futura entidad fruto de una fusión, es probable que se produzcan debates sobre si el gobierno debería inyectar dinero público o, incluso, nacionalizar por completo una entidad con problemas.

El gobierno se muestra partidario de recurrir al Fondo de Garantía de Depósitos. Pero se supone que estos fondos han de ser usados para compensar a los ahorradores en caso de que la entidad quiebre, no para inyectar capital en los bancos con dificultades. Además, los fondos de garantía, que ascienden a sólo algo más de 7.000 millones de euros, no disponen de suficientes reservas como para financiar más que unas pocas operaciones de este tipo.

Entretanto, los ejecutivos tanto de bancos como de cajas han recurrido a cualquier medio a su disposición para reforzar el capital de sus instituciones en previsión a los duros tiempos que se avecinan. Han vendido y luego alquilado sus oficinas, han intentado vender las participaciones industriales de las que aún disponían y han emitido nuevas acciones –en el caso de Santander, con una importante ampliación de capital en noviembre por valor de 7.200 millones de euros–.

Estrategias
En última instancia, han intentado limitar su morosidad convirtiendo sus créditos al sector en participaciones en las promotoras y haciéndose con el control de inmobiliarias como Colonial y Metrovacesa, además de convertirse en importantes propietarios por méritos propios. La situación es muy distinta a antes de la crisis, cuando se edificaban cientos de miles de nuevas viviendas y los bancos daban generosamente créditos a compradores y promotoras.

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