30 jun 2009

Un regulador unificado de los bancos es un buen comienzo

Por Jamie Dimon

Ahora que claras señales de estabilidad regresan al sistema financiero estadounidense, es el momento apropiado para dar una mirada al proceso de reconstrucción y a los pasos que deben tomarse para prevenir la reaparición de una crisis como la actual. La restauración de nuestro sistema financiero no le da a nadie el permiso de volver a hacer las cosas "como siempre".

El gobierno del presidente Barack Obama ha establecido un plan de reforma regulatoria que ofrece una sólida plataforma para seguir adelante. Apoyo especialmente la creación de un solo regulador bancario, algo que se debió haber implementado hace mucho tiempo. Nunca tuvo sentido que un producto de tarjeta de crédito ofrecido por Chase fuera supervisado por un regulador conforme a un conjunto de estándares, mientras que un producto virtualmente idéntico de un competidor era supervisado por un regulador completamente diferente y según criterios distintos.

En las nuevas propuestas también se recibe con beneplácito el énfasis en la fortaleza del capital y los requerimientos de liquidez, no solo para los bancos tradicionales, sino para una amplia gama de instituciones financieras. Ahora sabemos que los giros en el ciclo de negocios no se producen "una vez en una generación". Todas las instituciones financieras, sin importar dónde sean reguladas, deben estar preparadas con sólidas reservas de capital a las que pueden recurrir durante épocas de inesperadas dificultades en el mercado y la economía. Esto debe combinarse con una adecuada provisión de reservas contra préstamos incobrables, para cubrir las pérdidas presupuestadas por el creciente número de prestatarios que probablemente cesarán sus pagos y la liquidez necesaria en caso que los mercados de crédito se congelen, como sucedió el año pasado.

En un espíritu similar, la supervisión regulatoria se debe extender a los sectores del sistema financiero que durante mucho tiempo se han quedado fuera de la mira de una agencia. Una buena parte de la actividad que condujo a la actual crisis tuvo lugar en las sombras, en instituciones financieras que no fueron tan cuidadosamente vigiladas como los bancos. Un horrible ejemplo que provino de estas compañías fueron ciertas hipotecas de tasa variable con tasas introductorias absurdamente bajas que ni siquiera cubrían el interés mensual sobre el préstamo y que resultaban en un aumento del principal. Estos préstamos ahora son el ejemplo más claro del colapso. Lo que muchos olvidan es que casi ningún banco comercial regulado por la Oficina del Contralor de la Moneda ofrecía estos productos. En cambio, estos préstamos se generaron a partir de firmas hipotecarias y cajas de ahorros poco reguladas.

Este es tan solo un ejemplo de cómo sectores que otrora eran considerados demasiado insignificantes para ser regulados, han crecido en envergadura e importancia. Otro ejemplo son los fondos de cobertura y su creciente papel como contrapartes. Para recuperar la estabilidad de todo el sistema financiero se necesita la capacidad de examinar todas las actividades sistémicamente importantes, sin importar el tipo de institución, y supervisar de mejor manera las instituciones que están profundamente conectadas al sistema. Esto se puede lograr sin comprometer la flexibilidad o revelar posiciones confidenciales, a la vez que se le permite a estos vehículos mover capital de la manera que juzguen apropiado.

Proveer una mayor supervisión y transparencia de mercados clave, incluyendo el de los derivados, es otro paso de vital importancia. Aplaudimos los planes del gobierno de expandir el uso de la cámara de compensación para derivados "extra bursátiles" estandarizados, que se negocian entre instituciones financieras importantes. Sin embargo, no olvidemos que los negocios grandes y pequeños aún necesitan productos derivados ajustados a su medida para servir como cobertura ante el riesgo. Estos productos no se transan fácilmente en una bolsa y hay serias consecuencias económicas, competitivas y sistémicas al hacerlo. La regulación de derivados debe ser inteligente y efectiva y hecha en una forma que reduzca el riesgo de manipulación o abuso sin inhibir el acceso a un producto necesario.

A medida que adoptamos estos profundos cambios, debemos ser conscientes del peligro de que el péndulo oscile demasiado en una dirección. Un sistema financiero reformado debe estar en una posición de crear valor para todos los participantes: clientes, accionistas, empleados, nuestras comunidades y la economía en general.

Para que esto suceda, hay una serie de condiciones clave que se deben cumplir. Primero, debemos preservar la capacidad de innovar y de orientar el capital hacia las innovaciones más prometedoras. Esto no significa un regreso a los instrumentos financieros increíblemente complejos. Lo que sí significa es crear el espacio suficiente para el desarrollo responsable de productos y servicios que satisfagan las necesidades de un mercado que cambia a toda velocidad.

Asegurar la habilidad de innovar es fundamental para la competitividad estadounidense. La industria financiera es global y altamente móvil. Si se reprime la innovación en EE.UU., el capital simplemente se trasladará a otros países en donde sea bien recibido. Eso se traducirá en la pérdida de empleos, ingresos por impuestos y crecimiento en los momentos en que menos podemos darnos el lujo de perderlos.

Segundo, cualquier reforma regulatoria debe asegurarse de que la supervisión gubernamental del sistema financiero sea eficiente. Debemos evitar la tentación de tener múltiples reguladores sólo por tenerlos. Tres o cuatro reguladores supervisando (y peleando por) el mismo asunto no es un uso inteligente del dinero de los contribuyentes. Las compañías no pueden operar de esta forma. Tampoco el gobierno.

Tercero, el sistema financiero debe estar en posición de proveer crédito a los consumidores en condiciones razonables. Estoy absolutamente de acuerdo con la necesidad de fortalecer la protección al consumidor. Algunas de las prácticas más abusivas que involucran a las hipotecas y otros productos financieros para los consumidores que no podían pagarlos provinieron de partes de la industria que estaban pobremente reguladas o sin ninguna regulación.

Antes de crear una burocracia enteramente nueva, los encargados de diseñar políticas deben examinar primero las formas de fortalecer y reencauzar la autoridad de los reguladores existentes. Los reguladores primarios de las instituciones financieras deben ser responsables y responder por la protección de los consumidores. La creación de funciones duplicadas y yuxtapuestas podría incrementar los costos y reducir las oportunidades de crédito para los consumidores que tratamos de proteger.

Finalmente, ninguna discusión del futuro del sistema financiero puede ser completa sin un reconocimiento de la responsabilidad que tiene la industria de ganarse la confianza de los estadounidenses. ¿Cómo recuperaremos esa confianza? Primero, el liderazgo de las empresas debe estimular una cultura al interior de sus instituciones que se concentre en la integridad, capacidad de ejecución, productos de calidad, creación de valor a largo plazo y hacer lo correcto. Las recompensas tienen que seguir un desempeño real, sostenible y ajustado al riesgo. Los paracaídas dorados, contratos especiales y beneficios poco razonables deben desaparecer. Debe existir una concentración permanente en la gestión de riesgo que comience en la cima de la organización y permee a toda la firma. Esto debería ser la norma, pero en muchos lugares no lo era.

Por encima de todo, sin importar cual sea el marco regulatorio, esto significa que nuestra responsabilidad no es sólo con nuestros accionistas, clientes y empleados, sino también con el público. La brecha que creció entre Wall Street y el resto de la economía nos ha afectado a todos. Los estadounidenses deben ver que el trabajo que hacemos no solo tiene que ver con obtener una ganancia, sino con crear valor que ayude a los consumidores, pequeñas empresas, agencias del gobierno, organizaciones sin fines de lucro y a toda la economía. En su mejor forma, eso es a lo que se dedican las instituciones financieras.

La paulatina restauración de la estabilidad es un paso importante para el sistema financiero y la economía. Al instituir los cambios necesarios a la forma en la que las instituciones financieras operan y son reguladas, creo que el sistema volverá a jugar de nuevo su rol vital, suministrando eficientemente y seguramente el capital y el crédito del cual depende el crecimiento económico de nuestro país.

Dimon es el presidente de J.P. Morgan Chase & Co.

Fuente: WSJ