16 mar 2011

El impacto del terremoto sobre la economía japonesa alimenta la incertidumbre global

NUEVA YORK (Dow Jones)-Los economistas están tratando de evaluar el impacto del terremoto japonés sobre las perspectivas de la nación y el mundo usando palabras como "tentativo" y "prematuro".

Las primeras valoraciones sugieren que la demanda y la producción podrían contraerse en el corto plazo, pero que el producto interno bruto de Japón será impulsado más tarde por la reconstrucción.

Las comparaciones se están basando en el terremoto de Kobe de 1995, pero con algunas diferencias. La región de Kobe era más importante para la economía japonesa, ya que generaba cerca del 12,4% del PIB. Las dos prefecturas golpeadas más duramente por el terremoto del 11 de marzo representan menos del 7% de la producción del país.

Además, el panorama económico era diferente en 1995. La economía mundial se estaba expandiendo de manera sólida y Japón estaba saliendo lentamente de su propia recesión. En esta oportunidad, la economía japonesa se contrajo en el cuarto trimestre, aunque los datos mensuales sugieren un mejor desempeño en el primer trimestre anterior al sismo.

Incluso así, tiene más sentido comparar el terremoto del 11 de marzo con el sismo de Kobe-Sendai que con otros recientes terremotos ocurridos en todo el mundo, dicen economistas de Nomura Global Economics, debido a que las "características específicas de Japón posiblemente tengan mucha influencia para determinar la cantidad de tiempo que les tomará a los consumidores y a las empresas volver a la normalidad, o qué tipo de medidas de estímulo decidirá implementar el gobierno".

Ciertamente, la tragedia humana es lo que más importa a todos, y la suerte de las plantas nucleares dañadas es una variable significativa en las perspectivas. Pero los economistas plantean dos preocupaciones centrales que podrían perjudicar a la economía nacional.

Debido a los daños sufridos en las plantas de energía, Japón ha tenido que instituir apagones rotativos, lo que lleva a interrumpir la producción en algunas áreas del sector industrial de Japón, un lastre sobre el producto interno bruto.

Por ejemplo, IHS Global Insight dice que varias plantas automotrices de la prefectura Miyagi y sus alrededores están cerradas, y que muchas más plantas en todo Japón están en riesgo de cierre debido a los apagones e interrupciones en las cadenas de suministro.

No obstante, la economía japonesa ha estado agobiada por años, lo que significa que su sector empresarial no ha estado desempeñándose a toda su capacidad. Eso significa que los apagones rotativos no necesariamente provocarán un déficit de bienes o un aumento prolongado en la inflación.

El mayor peligro para una escasez de bienes es el daño sufrido por el sistema de distribución: puertos y ferrocarriles están cerrados, y las carreteras inhabilitadas.

La imposibilidad de conseguir partes japonesas podría ser un problema no sólo para los productores japoneses de bienes finales. Los fabricantes asiáticos y estadounidenses, especialmente de los sectores automotriz y de tecnología, también dependen de Japón para la provisión de partes. Los flujos comerciales que atraviesan Japón podrían ser un lastre sobre la economía mundial.

Pese a que continúan las misiones de búsqueda y rescate, el Banco de Japón tomó rápidas medidas para respaldar a la economía. El banco central está listo para inyectar cerca de US$183.000 millones de liquidez adicional en el sistema bancario para estabilizar a los mercados.

Estimaciones iniciales ubican las pérdidas aseguradas en el rango de US$25.000 a US$30.000 millones, mientras que las expectativas apuntan a que el gobierno invertirá otros US$30.000 millones para la reconstrucción.

La opinión prevaleciente es que la reconstrucción sumará al PIB de Japón a partir de la segunda mitad del año. Por lo tanto, aunque el PIB se contraiga entre un 1% y un 2% en el primer semestre, la reconstrucción actuará como un programa de estímulo para alentar el crecimiento.

Por ahora, sin embargo, la situación sigue cambiando constantemente. Podrían pasar semanas o meses antes que se conozca el impacto económico final.