27 jun 2011

La inflación 'made in China' afecta a Estados Unidos

Por Jon Hilsenrath, Laurie Burkitt Y Elizabeth Holmes

Durante más de una década, a partir de inicios de los 90, la inflación en Estados Unidos se moderó a la vez que los trabajadores chinos y de otros países en desarrollo que ganaban salarios bajos se sumaban a la economía global y producían una ola de productos baratos.

La tendencia ayudó a que la Reserva Federal (Fed) estimulara la economía mediante bajas tasas de interés. Esa época, sin embargo, parece haber llegado a su fin. Los precios de las importaciones estadounidenses, excluyendo al petróleo, subieron 8% en los últimos 24 meses, un cambio histórico con respecto a la tendencia decreciente de las dos últimas décadas. El aumento es mayor aún cuando se incluye el petróleo, cuya cotización ha subido debido a la inestabilidad en Medio Oriente y a la demanda global.

El cambio es parte de una transformación más amplia de la estructura de la economía estadounidense y su lugar en el mundo. El proceso generará dolor además de beneficios. Durante años, los estadounidenses vivieron una verdadera fiesta de las importaciones baratas, que se beneficiaban de la subvaloración del yuan. Eso alimentó los grandes déficits comerciales que acumuló el país.

La mayoría de los economistas concuerda en que EE.UU necesita consumir menos importaciones y exportar más productos y servicios locales. El alza en los precios de las importaciones es un mecanismo para que ocurra tal ajuste.

Las monedas juegan un rol. Washington presiona desde hace tiempo a Beijing para que permita la apreciación del yuan y estimule el consumo interno. China ha hecho ambas cosas, hasta cierto punto. El yuan ha subido 28% frente al dólar en los últimos seis años. El debilitamiento de la divisa verde ayuda a los exportadores estadounidenses, pero el fortalecimiento del yuan y los mayores costos dentro de China ejercen una presión alcista sobre las exportaciones del país.

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Estos cambios son particularmente notorios en los rubros de indumentaria y calzado. Los precios al consumidor en EE.UU para las prendas de vestir cayeron durante 13 de los últimos 17 años, según el Departamento del Trabajo. Ahora, los minoristas y los fabricantes advierten que hay planes para aumentar el precio de las zapatillas Nike, la ropa interior Hanes, las prendas de Abercrombie & Fitch y Polo y otros productos en unos tres meses.

El factor principal detrás del alza es que los precios del algodón se han disparado, impulsados en parte por la demanda de las economías en desarrollo. Los costos laborales más altos en las fábricas chinas, el mayor costo del transporte y el encarecimiento del yuan también presionan a los fabricantes y a los minoristas para elevar sus precios.

Los precios de la ropa en EE.UU. subieron 1% en los 12 meses que terminaron en mayo. La Asociación Estadounidense de Vestuario y Calzado calcula que los precios de estos productos subirán entre 4% y 6% en el segundo semestre con respecto al mismo período del año pasado. "Los días en que veíamos a nuestros productos caer en precio con respecto a otros productos minoristas han terminado", dijo el presidente de la entidad, Kevin Burke.

Por lo tanto, los precios de la ropa y el costo de otros bienes importados en lugar de ayudar a la Fed a controlar la inflación, como en el pasado, podrían tender a limitar su margen de maniobra en momentos en que el banco central trata de reanimar una economía aletargada.

Como la recuperación de la economía sigue siendo débil, es improbable que la inflación se acelere como ocurrió en los años 70 y la Fed mantiene las tasas de interés de corto plazo casi en cero. No obstante, es renuente a adoptar nuevas medidas porque el alza de los precios se ha acelerado.

El índice de precios al consumidor de EE.UU. subió 3,6% en el año terminado en mayo, por encima de la meta informal de 2% de la Fed. Esto se debió en gran medida al alza de la gasolina, pero la presión se está incrementando en otras partes de la economía.

Excluyendo a los volátiles precios de los alimentos y el combustible, la inflación acumuló un incremento de 1,5% entre mayo de 2010 y 2011. Los chinos proveen 78% del calzado importado en EE.UU, 71% de las corbatas, 55% de los guantes, aproximadamente 50% de los vestidos y prendas para bebés y 90% de las pantuflas, de acuerdo con datos del Departamento de Comercio.

En contraste con lo ocurrido durante décadas, cuando el flujo de trabajadores rurales redujo los costos laborales en las fábricas chinas, ahora los asalariados están reclamando sueldos más altos y mejores empleos.

Ello coincide con el surgimiento de un ejército de consumidores que ahora ejerce una presión alcista sobre los precios globales. "Todavía me puedo dar el lujo de comprar las cosas bonitas", dice Shi Yuhan, gerente de telecomunicaciones en la oficina en Beijing de International Business Machines Corp. (IBM), donde gana más de US$4.600 mensuales.

Otro factor que presiona los precios al alza en China es demográfico. Los menores de 14 años representaban 23% de la población hace una década, pero hoy apenas constituyen 16,6%. Eso significa que la parte de la población que va a sumarse a la fuerza laboral está decayendo.

Bernard Leifer, presidente ejecutivo de SG Footwear, una importadora de Nueva Jersey que vende entre 20 y 30 millones de pares de pantuflas, sandalias, zapatos deportivos y otro tipo de calzado al año a minoristas, dice que sus 60 proveedores en China se han quejado de la escasez de mano de obra. El alza en los precios del cuero, el plástico y el transporte, a lo que suma la apreciación del yuan, se traduce en que más dólares se gastan en la compra de bienes que son enviados a EE.UU.

Leifer dice que ahora tiene que pagar alrededor de US$2.100 para importar un contenedor de 12 metros repleto con calzado destinado a la costa occidental de EE.UU. Hace tres años, el cargamento sólo le costaba US$1.000.

Así, se han agregado alrededor de 25 centavos al precio de las pantuflas que costaban US$3. Leifer calcula que los precios minoristas de este producto subirán entre 10% y 15% con respecto al año pasado.

"Antes, los minoristas exigían precios más bajos... y las fábricas cedían. Ahora, la situación se ha revertido. Lo que esto significa, en el fondo, es que los consumidores van a terminar pagando más", señala.

Fuente: WSJ