26 jul 2011

La deuda en Estados Unidos: la polarización política inmoviliza a los negociadores

Por Gerald F. Seib

El espectáculo que da hoy el gobierno de Estados Unidos, incapaz de ocuparse siquiera de su tarea más básica de proteger la posición financiera del país, puede causar consternación. No debería, sin embargo, ser una sorpresa.

La incapacidad, tras una advertencia recibida hace ocho meses, de ponerse de acuerdo con respecto a un plan para lidiar con el déficit e incrementar el tope de deuda del país no es un curioso accidente. En cambio, es la lógica culminación de dos enormes tendencias en la política estadounidense: un debate no resuelto respecto al tamaño del gobierno y la creciente polarización del Congreso, y en particular de la Cámara de Representantes.

Ponga esas dos tendencias juntas y usted termina con los líderes de los partidos Demócrata y Republicano, como han hecho en los últimos días, hablando de la necesidad de "derrotar" al otro bando como si los dos fueran adversarios durante la Guerra Fría, más que socios en la dirección de un mismo país. De hecho, las más recientes diferencias entre los dos planes de los dos partidos derivan en gran medida de que los republicanos no confían en la disposición de los demócratas de cumplir con un plan en dos etapas para recortar el gasto.

La mutua desconfianza de los partidos proviene de un gran desacuerdo filosófico respecto al tamaño y el rol del gobierno en la sociedad estadounidense del siglo XXI. Los demócratas ven un aumento del rol del gobierno a medida que el país envejece y la economía madura. Más aún, ven eso como la inevitable y deseable evolución de un país que cumple a cabalidad con sus programas de bienestar social en función de una población que envejece. También lo ven como un ingrediente clave de competitividad global, donde las economías dirigidas por los estados, como la de China, utilizan el poder de sus gobiernos para tomar ventaja.

Los republicanos ven esas mismas tendencias y se apartan de lo que ven como un país que se aleja de sus tradicionales anclas económicas y va hacia los inherentemente defectuosos modelos de una Europa socialista y una China mercantilista. Ven un sistema de prestaciones sociales que necesita ser recortado a medida que la economía madura y un rol del gobierno en la economía que no debería crecer para competir con China, sino más bien ser reducido para diferenciar el modelo estadounidenses del chino.

Esas diferencias resultan en un estancamiento respecto a cuál debería ser el tamaño de la huella del gobierno en la economía. Los republicanos están de acuerdo con un presupuesto gubernamental que equivalga a 19% o 20% de la economía del país; los demócratas presionan por un porcentaje más cercano a 22%. Las diferencias pueden parecer pequeñas pero en realidad equivalen a cientos de miles de millones de dólares en los próximos años que separan a ambos partidos.

La presentación de planes rivales continuó ayer el impasse y volvió a afectar los mercado: el Dow Jones perdió 88,36 puntos, para cerrar en 1.2592,80.

Un compromiso entre ambos puntos de vista no es imposible en teoría, pero casi lo es en la práctica debido a la segunda gran tendencia que está actuando: una generación de fuerzas políticas ha llevado a los republicanos hacia la derecha y a los demócratas hacia la izquierda y ha dejado al centro político en el Congreso débil y sin peso.

En este sentido, el Congreso es meramente el reflejo de los dos partidos estadounidenses que se han separado sobre bases ideológicas en las últimas tres décadas hasta el punto de que no hay casi ninguna superposición entre ellos. El Partido Demócrata tenía hace una generación un saludable contingente de miembros conservadores, que eran ideológicamente similares a los republicanos más liberales. Era muy posible encontrar a algunos demócratas más conservadores que algunos republicanos y algunos republicanos más liberales que algunos demócratas. Ese tipo de legisladores llenaban el medio del espectro ideológico en el Congreso, haciendo más fácil encontrar algún espacio común para acuerdos entre los extremos de ambos partidos.

Ahora, esos conservadores demócratas se han transformado en republicanos y esos liberales republicanos se han transformado en demócratas o simplemente se extinguieron.

El Senado solía ser el lugar en el cual esas líneas partidarias eran borradas. Pero crecientemente está poblado y conducido por ex integrantes de la cámara baja que han llevado su polarización a la alta. Es un sistema virtualmente diseñado para producir divisiones partidarias y usted está viendo las consecuencias.

Fuente: WSJ