12 mar 2009

Occidente mira con preocupación a Europa Central y del Este

Muchos países de Europa Central y del Este han florecido en los últimos años después de haber navegado durante años en aguas estancadas; sus exportaciones crecieron y crecieron y con las divisas que obtenían compraban bienes y servicios de Occidente. Estos beneficios se empiezan a conocer ahora, otra víctima de la crisis financiera mundial.

Esta parte de Europa ya no está aislada del resto del mundo. En caso de que los deudores de Europa Central y del Este no devolviesen el enorme volumen de préstamos que los bancos occidentales les concedieron con tanta alegría hace apenas unos años, el colapso económico podría resonar en todo Occidente. Muchos economistas advierten que podría haber efectos muy negativos, ya que los problemas de cada región pueden agravan los de la otra; otros temen que Europa occidental incluso podría verse “inundada” de refugiados económicos de Ucrania y otros países de Europa del Este, tal y como sucedió durante la escisión de Yugoslavia en los 90.

"Ahora todos los países del mundo están estrechamente vinculados, así que Europa del Este nos debe preocupar”, afirma el profesor de Finanzas de Wharton Franklin Allen.

La existencia de vínculos financieros puede tener efectos mucho más profundos en economías emergentes que en las fuertes economías desarrolladas, dice Philip M. Nichols, profesor de Ética Empresarial y Derecho en Wharton. “Cuando tus instituciones son tan vulnerables a las influencias externas, como es el caso de las economías emergentes, las cosas malas que ocurran en otras partes del mundo te acaban afectando”.

Aunque las condiciones varían, los países de Europa Central y del Este suelen tener economías basadas en las manufacturas y la agricultura, señala Nichols añadiendo que muchas de ellas se caracterizan por tener una moneda inestable y “problemas con la deuda”. Además, muchos de los países del antiguo bloque soviético no cuentan con mucha experiencia en el funcionamiento de la economía de mercado. “Para ellos todo es totalmente nuevo. Eso obviamente genera vulnerabilidades”.

“Los países de Europa del Este dependen mucho de las exportaciones y tienen enormes déficit por cuenta corriente; están más apalancados que otros mercados emergentes”, dice Heather Berry, profesor de Gestión de Wharton en referencia a las economías que importan más de lo que exportan, provocando salidas masivas de divisas.

“El rápido crecimiento de los países de Europa del Este ha sido debido a las inversiones y a la demanda de Occidente”, añade. “Ambos determinantes ahora están en la cuerda floja. A medida que los países de Europa Occidental se enfrentan a sus propias dificultades, la demanda de productos de Europa del Este disminuye y se paraliza todo plan para realizar más inversiones directas en la zona. Asimismo, muchas empresas occidentales podrían sentirse presionadas para mantener gran parte de su dinero en el propio país para casos de emergencia”.

Los países más perjudicados en la región son los estados bálticos –Estonia, Letonia y Lituania-, donde los análisis de Economist Intelligence Unit predicen este año un descenso del 8,3% en su producto interior bruto. Para Europa Central y del Este –que incluye la República Checa, Hungría, Polonia, Eslovaquia y Eslovenia- se prevé un descenso del PIB del 0,4%. Se espera una contracción del 0,2% en los países balcánicos –Bulgaria, Croacia, Rumania y Serbia-, y en Rusia, Azerbaiyán, Kazajstán y Ucrania, antiguos miembros del la extinguida Unión Soviética, se esperan caídas en el PIB del 2,2%.

Gran parte del problema radica en la deuda. En los últimos años, las empresas y consumidores de Europa Central y del Este se endeudaron masivamente en bancos occidentales; dichos préstamos se concedieron en dólares y euros dado que el tipo de interés a aplicar era inferior que para los créditos en su propia divisa. “Un banco austriaco podía conceder una hipoteca en euros a un propietario polaco a un tipo muy bajo, en especial si lo comparamos con lo que costaría en zotlys polacos”, dice Mark Zandi, economista jefe y cofundador de Moody’s Economy.com.

Los prestamistas de Austria y otros países occidentales estaban ansiosos por cubrir la demanda. Pero la crisis económica internacional ha provocado que muchas divisas de Europa Central y del Este caigan en relación con el dólar y el euro. Esto hace más difícil la devolución de los préstamos, ya que los ingresos de los prestatarios, en moneda doméstica, tienen que ser convertidos en euros o dólares. Por ejemplo, en la actualidad un euro se cambia por once grivnias ucranianas, pero hace exactamente doce meses cotizaba a siete grivnias.

“Ahora lo que se demanda es calidad, y esto significa que todo el mundo acude al dólar y al euro y abandona las divisas de las economías emergentes … y éstas se derrumban”, dice Zandi. “Y como gran parte de la deuda contraída por los hogares e instituciones de Europa del Este está expresada en euros, están experimentando graves dificultades. Si pensabas que las hipotecas subprime eran un problema, la devolución de estas otras hipotecas son un gran problema”.

En opinión de Zandi, esto podría causar grandes pérdidas para los bancos occidentales e, indirectamente, para los estadounidenses. “La cuestión clave es que si estos préstamos tienen consecuencias negativas para Europa Occidental, entonces eso también se convierte en un problema para Estados Unidos. Vendemos mucho a Europa y al Reino Unido”, dice Nichols. “Sería como preguntarse por qué una gran depresión en California afecta al estado de Oregón. Desde luego que le afectaría”.

Divisas que se derrumban

Muchos economistas han comparado los problemas en Europa Central y del Este con la crisis financiera asiática de 1997 y 1998. Dicha crisis dio comienzo con el colapso del baht tailandés, llevando a la bancarrota al país cuando fue incapaz de hacer frente a sus pagos frente a acreedores extranjeros. La crisis luego se propagó por toda Asia. “Es una situación muy parecida”, dice N. Bulent Gultekin, profesor de Finanzas de Wharton.

Por ejemplo, según un informe de Citigroup Global Markets, en Ucrania más del 90% de la deuda del Gobierno está expresada en divisa extranjera. Según otras estimaciones, para países como Rumania, Hungría y Bulgaria esta cifra se sitúa en más del 50%. En la India, que comparativamente está capeando el temporal financiero bastante bien, dicha cifra se sitúa en el 5%.

“Al igual que en Asia oriental en 1997-98, un exceso de deuda extranjera puede provocar una salida masiva de la divisa local”, señala el profesor de Finanzas de Wharton Richard Marston. "Es muy peligroso".

Los países asiáticos fueron capaces de hacer frente a la crisis con sus exportaciones, pero a Gultekin le preocupa que los países de Europa Central y del Este se encuentren con una demanda de exportaciones débil, ya que sus socios comerciales de Europa Occidental apenas disponen de dinero para el consumo.

Los países de Europa Occidental, preocupados con sus propios problemas, están ofreciendo un apoyo mínimo a sus vecinos del Este. El 1 de marzo, los líderes de la Unión Europea rechazaron una petición de Hungría por valor de 241.000 millones dólares para sacar a flote a las economías de Europa del Este. Hungría forma parte del bloque formado por Polonia, Eslovaquia, la República Checa, Bulgaria, Rumania y los estados bálticos que insiste en la necesitad de ayuda inmediata. La canciller alemana Angela Merkel, representando a la economía europea más poderosa, sostenía que cualquier ayuda debería analizarse individualmente, ya que los problemas difieren de país a país. El primer ministro húngaro Ferenc Gyurcsany respondía advirtiendo que si Europa Occidental rechazaba su petición, una “nueva cortina de hierro” se levantaría entre Europa del Este y del Oeste, ralentizándose el desarrollo económico en ambas partes”.

“Creo que lo que les preocupa es el riesgo moral, esto es, que si firman un cheque en blanco acabarán pagando mucho más de lo que deberían”, dice Allen en relación a la posición adoptada por Europa Occidental. Al final, los países de Europa Occidental tendrán que enfrentarse a los hechos: permitir que Europa del Este se derrumbe provocaría pérdidas destructivas a los bancos occidentales que han concedido préstamos en la zona oriental, así como a las empresas occidentales con negocios allí”.

Para que los bancos empiecen a conceder préstamos de nuevo, los gobiernos de la Unión Europea han inyectado casi 400.000 millones de dólares a sus bancos y garantizado más de 3 billones de dólares en préstamos bancarios. Esto debería conceder cierta protección contra las pérdidas generadas en Europa del Este. El 27 de febrero, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, el Banco Europeo de Inversiones y el Banco Mundial anunciaban que destinarían 31.000 millones de dólares al apoyo de los países de Europa del Este; muchos expertos creen que se necesitaría mucho más. “Suelen ser lentos a la hora de dar respuesta a las crisis, en parte porque no se trata de un solo país, sino de muchos países diferentes”, dice Zandi.

A algunos economistas les preocupa que una nueva oleada proteccionista se interponga en todo esfuerzo para atajar la crisis. Por ejemplo, la Unión Europea aprobó préstamos de apoyo a los fabricantes automovilísticos franceses a cambio de que mantuviesen las fábricas francesas funcionando, lo cual ha provocado protestas en la República Checa, que cuenta con sector automovilístico propio.

De los 27 estados miembros de la Unión Europea, sólo 16 tienen el euro como divisa (de ellos, sólo dos pertenecientes a Europa Central y del Este: Eslovaquia y Eslovenia). La recesión económica impide que muchos otros países cumplan los criterios para poder adoptar al euro, como por ejemplo mantener el nivel de deuda pública y el déficit presupuestario por debajo de determinado umbral. La Unión Europea ha mostrado escaso interés por suavizar los criterios a pesar de las peticiones de Hungría, Polonia y los estados bálticos.

Fuerte, débil y “ni lo uno ni lo otro”

Aunque se suele meter a todos los países de Europa Central y del Este en el mismo saco, las diferencias entre ellos son extremas.

Por ejemplo, la economía ucraniana está dominada por las exportaciones de acero y productos químicos. Ambos sectores están en crisis y practicando despidos masivos; asimismo dicho país está sufriendo escasez en el suministro de agua y de energía para la calefacción. La divisa está en caída libre y a muchos expertos les preocupa que el Gobierno no pueda devolver sus préstamos. En enero una disputa con Rusia relacionada con ciertos pagos y transporte del gas natural a través de Ucrania dejaron a los consumidores de algunos países europeos sin calefacción, subrayando la importancia que tiene Europa del Este para Europa Occidental. El Fondo Monetario Internacional predice una caída del 6% de la economía ucraniana para este año, pero ha retenido parte del préstamo de rescate concedido porque el Gobierno no ha sido capaz de cumplir el requisito de recortar sus presupuestos.

“Ucrania es una de las economías más extrañas que jamás te puedas encontrar”, señala Nichols citando la descomunal descentralización sufrida y su dependencia de países con los que mantiene relaciones poco amistosas, como es el caso de Rusia. “La base de una economía como Ucrania es muy poco sólida”, lo cual le convierte en un país especialmente vulnerable a cualquier recesión económica.

La divisa polaca se desploma. Hungría, Rumania y los estados bálticos están cayendo en picado. Letonia tiene tantos problemas que Standard & Poor’s ha devaluado su calificación crediticia hasta el más bajo estatus, impidiendo que este país -fuertemente endeudado- pueda seguir pidiendo préstamos.

En opinión de Nichols, Eslovenia se está comportando relativamente bien, en parte gracias a sus vínculos con la economía austriaca. “Por lo que yo sé, está superando los baches”. También es el caso de Polonia, que goza de bastante buena salud gracias a su vibrante democracia y su falta de corrupción, dice Nichols. “Polonia ha hecho un trabajo extraordinario abriendo su economía”.

Al otro lado del espectro está Bielorrusia. “Todavía tiene un Gobierno autoritario y no democrático que emite señales confusas sobre si desea o no incorporarse a una economía mundial de mercado”. En el sur, muchos países se parecen a la Europa de hace 50 o 60 años. Bulgaria, que se está desplomando a grandes pasos, depende de la agricultura y todavía emplea animales de tiro y otras técnicas agrarias anticuadas. Hungría se debate en problemas éticos.

“Todos estos países son significativamente diferentes”, dice Nichols.

A largo plazo, los países en desarrollo de Europa Central y del Este necesitan tener vínculos más fuertes con Europa Occidental, adhiriéndose a la Unión Europea, adoptando el euro y ampliando su comercio. Pero la crisis económica está complicando todo. La gente de los países occidentales está agachando la cabeza, protegiendo sus propias economías y mostrando poco o nulo entusiasmo con el establecimiento de vínculos con Oriente. Mientras, los países del Este carecen de recursos y necesitan realizar cambios para cumplir los criterios de entrada a la UE o de adopción del euro. Es más, la batalla contra la corrupción y la expansión de los principios democráticos es más complicada en condiciones de estrés.

“La Unión Europea es una democracia orientada hacia el mercado, y quieren asegurarse que todo país que se incorpore sea una democracia orientada hacia el mercado”, dice Nichols. “No quieren que por ejemplo Bielorrusia se una, tenga derecho a voto y sea una dictadura”.

Para evitar que la crisis se transforme en una catástrofe, los países occidentales deberían proporcionar ayuda suficiente para al menos impedir que los gobiernos de Europa Central y del Este no sean capaces de devolver su deuda soberana, que tal y como explica Zandi, sería equivalente a decir que el Gobierno estadounidense no paga sus bonos del Tesoro

Al final, añade Gultekin, Occidente debe reconocer los hechos. “Si permite que estos países se hundan, dará comienzo una reacción en cadena. Si te deben dinero, lo último que deseas es que tu deudor se muera”.

Fuente: Universia Knowledge Wharton