8 oct 2009

Réquiem por la izquierda (¿europea?)

por Tom Burns

Un fenómeno político fascinante está teniendo lugar en Europa y está ocurriendo por primera vez en la vida de los más antiguos del Viejo Continente. Un espectro se cierne sobre Europa, que diría Carlos Marx, sólo que 161 años después de la publicación de su Manifiesto Comunista. El espectro es el del centroderecha o del conservadurismo liberal, que tanto da.

El hecho es que los clásicos partidos socialistas están batiéndose en retirada y esto es algo auténticamente novedoso. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la izquierda ha sido un permanente referente político en Europa, ora en el poder (en Suecia poco menos que de manera patrimonial), ora como gobierno a la espera. Por añadidura, los socialistas representaban, cosa que a los laboristas británicas les encanta decir, the high moral ground y velaban por el bien de la Humanidad, respirando el aire puro de las alturas y de la incuestionable superioridad moral de su sensibilidad ética.

Pues todo esto acabó. Hecha unos zorros la izquierda en Francia, en Italia, en Holanda y también en Suecia, los socialistas alemanes, que son los que más presumen de solera, han sufrido un serio revolcón del que tardarán mucho tiempo en recuperarse. Los próximos en ser volteados por los votantes serán los laboristas de Reino Unido.

Mi amigo más importante en el gremio socialista, un inteligente sujeto llamado Denis MacShane, que fue ministro para Asuntos Europeos con Tony Blair y, con más valor que el Alcoyano, espera volver a ser elegido diputado laborista en las elecciones generales británicas la primavera que viene, habla de una “profunda crisis existencial” en la izquierda europea. Y uno no puede menos que preguntarse: ¿qué pasa en España? Hay quienes repiten esa estúpida boutade de que Europa acaba en los Pirineos, pero ignorémosles.

La pregunta es: ¿por qué en España sigue gozando el socialismo de una credibilidad que ha perdido en los otros grandes países europeos? Los laboristas británicos querían saber eso mismo la semana pasada cuando, con MacShane al frente, recibieron a José Luis Rodríguez Zapatero en su congreso anual con un auténtico calor que siempre negaron a Felipe González. Blair despreciaba a Rodríguez Zapatero y apenas lo ocultaba. Puede que el cerebral Gordon Brown también, pero el actual primer ministro británico, sumido en sus horas más bajas, se agarró al presidente del Gobierno español con el mismo fervor que un naufrago se abraza a un salvavidas.

Por lo que me cuentan, Rodríguez Zapatero les habló a los compañeros laboristas de ensayar un retorno a los orígenes radicales que enfatizan la preocupación (y el gasto) social y demonizan el capitalismo salvaje. Y esto, desde el prisma de la izquierda, tiene todo el sentido del mundo si no fuese por el pequeño detalle de que el partido Laborista, y muy especialmente el propio Brown en sus largos años al frente de los presupuestos británicos, así como el SPD alemán, primero con Gerhard Schröder y luego en coalición con Angela Merkel, son parte del problema: el socialismo de “Nueva Vía” dio poco menos que rienda suelta a los mercados financieros. De hecho, la política business-friendly de Felipe González-Carlos Solchaga ya dibujó una hoja de ruta socialista para la desregulación financiera, la independencia del banco central, las privatizaciones, la flexibilidad laboral y tanto más.

‘Back to basics’
Brown se vistió con la ropa populista de Rodríguez Zapatero en el congreso laborista, pero, por mucho que pudo satisfacer a las bases de su partido, no consiguió ilusionar al votante medio. No hay nada que pueda irritar más al centro político de una sociedad desarrollada que el empeño de un partido socialista por demostrar sus señas de identidad ideológicas mediante fuertes subidas de impuestos a las clases medias con el fin de financiar un gasto que sobrepasa cualquier control.

La desconfianza en el liderazgo y en la capacidad de gestión socialista es manifiesta, y la vuelta al back to basics de la izquierda, que es el discurso que Rodríguez Zapatero le vendió a Brown, es el ejercicio inútil de retrasar las manillas del reloj. Este discurso tampoco tendría un pase en España de existir una Merkel, un Nicolas Sarkozy o un David Cameron. El problema de España no es que sigue siendo creíble el socialismo. Es que no existe una derecha liberal que le saque los colores de su profunda crisis existencial.

Fuente: Expansión