18 nov 2009

En busca de una fórmula para salvar a Wall Street

Por Mark Whitehouse

Los estragos que de la crisis financiera han llevado a los economistas a esforzarse para comprender precisamente por qué ocurrió y cómo impedir que vuelva a suceder. Para esa misión, John Geanakoplos de la Universidad de Yale se inspira en El mercader de Venecia.

El enfoque de la obra de William Shakespeare es el colateral. El prestamista Shylock exige una forma de recompensa particularmente onerosa si su préstamo no es devuelto: una libra de carne humana. Geanakoplos también reconoce el peligro al acecho en los activos que respaldan préstamos. Para él, el riesgo es que los inversionistas que pueden pedir prestado con demasiada libertad contra esos activos impulsen sus precios a niveles demasiado altos, dando lugar a un derrumbe que repercute en toda la economía.

Durante años, su esfuerzo para comprender este proceso no suscitó demasiado interés. Pero ahora todas las miradas se centran él; otro efecto más de la brutal forma en que se desinfló la burbuja del crédito. La crisis dejó en evidencia la insuficiencia de las herramientas tradicionales de los economistas, lo que los obligó a replantearse muchas cuestiones que para muchos de ellos ya tenían respuesta desde hacía mucho tiempo, como por ejemplo cómo controlar los perjudiciales ciclos de auge y caída.

[Geanakoplos] Jesse Neider para The Wall Street Journal

La compleja teoría sobre colaterales del profesor de Yale John Geanakoplos ha cobrado relevancia desde el colapso de los mercados financieros, el año pasado.

Geanakoplos es parte de un pequeño grupo de académicos que ofrece una nueva forma de interpretar esos ciclos. Formado por un conjunto variado que abarca desde especialistas en finanzas hasta teóricos abstractos, el grupo avanza hacia el epicentro del escenario económico tras años en el banquillo. La meta es arreglar los modelos que encapsulan el entendimiento del mundo que tienen los economistas y servir como herramientas para que los bancos centrales del mundo diseñen sus políticas. Se trata de una tarea que podría requerir una reforma en profundidad del modo en que funcionan esos modelos.

"Podríamos estar delante de un cambio de paradigma", afirma Frederic Mishkin, un ex gobernador de la Reserva Federal que ahora enseña en la Universidad de Columbia.

Ese cambio podría darle la vuelta a la forma en que los banqueros centrales hacen su trabajo. Esto podría llevarlos a involucrarse más en los mercados. Podrían, por ejemplo, poner un mayor énfasis en la cantidad de préstamos que se otorgan en la economía, en vez de concentrarse sólo en las tasas de interés a las que se otorgan los préstamos. En tiempos de auge, eso podría llevarlos a restringir la cantidad de dinero que podrían tomar prestado diferentes actores, desde los fondos de cobertura hasta los compradores de viviendas.

Geanakoplos es emblemático de la nueva forma de pensar, pero eso no significa que sus ideas serán las que prevalezcan. Es demasiado pronto para saberlo. Pero el economista se encontraba entre un grupo de académicos a los que el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, invitó a discutir la crisis durante su punto álgido en octubre de 2008.

El siglo pasado fue testigo de dos revoluciones en la forma en la que los economistas entienden el mundo. Ambas requirieron dolorosas crisis para ponerlas en marcha, pero podría decirse que ambas mejoraron la capacidad del gobierno de manejar la economía.

La primera llegó después de la Gran Depresión, cuando los economistas elaboraron algunos de los primeros modelos matemáticos que las autoridades podían usar para intentar gestionar la economía. La segunda llegó en la década de los 70, que estuvo marcada por la alta inflación, cuando los economistas crearon nuevos modelos que tomaban en cuenta la forma en que las expectativas de las personas, sobre precios o ingresos, pueden influir sobre la economía a largo plazo.

Durante la segunda revolución, la economía de EE.UU. ingresó en un período de estabilidad e inflación baja que abarcó desde los años 80 hasta la mayor parte de esta década. Esto llevó a muchos economistas a creer que habían triunfado sobre los ciclos económicos. En palabras de Robert Lucas de la Universidad de Chicago, uno de los padres intelectuales de los modelos, "el problema central de la prevención de las depresiones se ha solucionado... por muchas décadas".

El resultado fue una nueva ortodoxia, conocida como "expectativas racionales", que aún domina y abarca todo, desde la forma de invertir de los fondos de pensión hasta la manera en que los analistas financieros fijan los precios de los valores. Entre sus ramas principales se encuentra la idea de que los mercados son "eficientes", lo que significa que incluso un inversionista poco preparado puede obtener un buen negocio, ya que el precio de cualquier valor tiende a reflejar toda la información relevante que hay disponible.

Geanakoplos nunca estuvo convencido de que esta teoría fuera acertada. Un ex campeón adolescente de ajedrez y licenciado en matemáticas y teoría económica en Harvard, el economista dedicó gran parte de su carrera a buscar fallas en las teorías dominantes. Su escepticismo estuvo complementado con experiencia en el mundo real, primero como director de investigación de renta fija en la corredora ahora desaparecida Kidder, Peabody & Co. y luego como socio de un fondo de cobertura especializado en valores respaldados por hipotecas, Ellington Capital Management.

En Wall Street, Geanakoplos, ahora de 54 años, descubrió algo que consideró como una limitación seria del mercado: no había suficientes viviendas ni otras formas de colateral para respaldar las grandes cantidades de valores de deuda que los bancos podrían crear. Por eso, cuando los inversionistas exigieron más valores "respaldados por activos", los banqueros tuvieron que buscar formas de "estirar" la provisión disponible de colateral.

Una forma proponía que el colateral desempeñara una doble función. Por ejemplo, los mismos préstamos hipotecarios que hicieron los bancos se volvieron en colateral para complejos valores de deuda, conocidos como obligaciones hipotecarias colateralizadas.

Otra forma de estirar el colateral era prestar más en su contra. Por ejemplo, si un banco bajaba el pago inicial sobre una casa de US$100.000 de 20% a 5%, podría tener US$95.000 en préstamos contra la casa en lugar de US$80.000. De forma similar, los bancos podrían reducir los pagos iniciales, o "márgenes", que exigen a los inversionistas que usan dinero prestado para comprar bonos y otros valores.

Una interpretación de El Mercader de Venecia en 1997 y el tema de la libra de carne humana ayudó a Geanakoplos a concentrarse en la importancia del colateral. "Pensé que era una señal de los dioses de que había descubierto algo e iba por buen camino", señala.

En un ensayo académico de 2000, Geanakoplos ofreció una teoría. Afirmó que cuando los bancos establecen márgenes muy bajos, al prestar más contra una cantidad determinada de colateral, tienen un potente efecto sobre un grupo específico de inversionistas. Estos son compradores, ya sean fondos de cobertura o quienes quieren una casa, que por distintos motivos le dan un valor más alto a un tipo determinado de colateral. Los llamó "compradores naturales".

Al usar grandes cantidades de dinero prestado, o apalancamiento, estos compradores empujan los precios al alza a niveles extremos. Debido a que esos precios están muy por encima de lo que tendría sentido para los inversionistas que usan menos dinero prestado, violan la idea de los mercados eficientes. Pero si una dosis de malas noticias vuelve a los prestamistas inseguros sobre el futuro inmediato, éstos suben los márgenes y obligan a los optimistas apalancados a vender. Eso desata una caída en espiral en que los precios que bajan y los márgenes que suben se refuerzan mutuamente. Los bancos pueden sofocar la economía a medida que se vuelven temerosos de prestar bajo cualquier circunstancia. Geanakoplos lo llamó el "ciclo del apalancamiento".

Esta idea tenía grandes implicaciones para quienes diseñan políticas económicas. Durante décadas, estaban convencidos de que las tasas de interés eran el indicador más importante de oferta y demanda en los mercados de crédito, y la única variable que necesitaban ajustar para lograr un resultado económico deseado. Ahora, Geanakoplos proponía que otro elemento —el colateral de los prestamistas o sus requisitos de margen— podría ser incluso más importante.

El año pasado, cuando los mercados financieros se tambalearon, los modelos principales de los bancos centrales ofrecieron pocas pistas sobre cuál sería el impacto sobre la economía en general, o lo que deberían hacer para protegerlo. Ahora que la crisis financiera puso en evidencia fallas en los modelos de los bancos centrales, los economistas han comenzado a generar una gran actividad que probablemente rediseñe el campo. Al igual que ocurrió en las dos revoluciones en el pensamiento económico anteriores, los economistas están redescubriendo trabajos relevantes. Geanakoplos fue invitado a presentar sus ideas en una conferencia que se realizará en abril, organizada por el Consejo Nacional de Investigación Económica de EE.UU.

Geanakoplos aún tiene que desarrollar su teoría y convertirla en un modelo completo. "Su trabajo asume que el ciclo de apalancamiento es malo, pero da pocas pautas de hasta dónde deberían controlarlo los reguladores", afirma Markus Brunnermeier, un economista de Princeton.

Ahora, la meta de los economistas es crear un modelo que tenga en cuenta lo que ocurre en el sector financiero pero que también sea lo suficientemente simple como para que se pueda aplicar en el diseño de políticas. La búsqueda está uniendo a economistas financieros con macroeconomistas. Algunos creen que una solución viable emergerá dentro de un par de años; otros afirman que podría llevar décadas. Por su parte, Geanakoplos está convencido de que un cambio de paradigma de este tipo ya está en marcha.