2 feb 2009

Una amenaza que les quita el sueño a los economistas: el proteccionismo financiero

Por Bob Davis
Davos, Suiza

Los escalofríos que se sintieron la semana pasada durante el Foro Económico Mundial en Davos no eran por las corrientes de aire alpinas sino por la amenaza que representa el proteccionismo financiero.

Autoridades de gobierno y líderes empresariales advierten que la recesión global podría reducir drásticamente el acceso al crédito en muchos países y producir nuevos subsidios como parte de planes de estímulo económico. El ejemplo más alarmante: se prevé que los flujos de capital privado a los mercados emergentes caigan 82% este año. "Lo que se tiene entonces es una forma de mercantilismo financiero", señaló el primer ministro británico Gordon Brown.

Aunque la posibilidad de que se repita una guerra de aranceles al estilo de los años 30 es remota, la nueva forma de proteccionismo podría traducirse en un panorama similar al de la Gran Depresión. Si más países optan por favorecer a sus propias industrias a costa de sus vecinos, también lo harán otros, despertando una ronda de represalias. Eso podría golpear más al comercio (el Fondo Monetario Internacional ya ha previsto un declive de 2,8% en el comercio en 2009) y ahogar un motor de crecimiento global.

Hacer frente al proteccionismo financiero es mucho más difícil que evitar guerras arancelarias. Los países han recortado sus aranceles durante 50 años de negociaciones comerciales y la Organización Mundial del Comercio supervisa los conflictos en este campo. Pero para las disputas financieras no hay un equivalente a la OMC.

Los políticos estudian tres enfoques para evitar el proteccionismo financiero. Su plazo es el 2 de abril, cuando los líderes del G-20 (grupo de países industrializados y emergentes) se reunirán en Londres. Un camino se basa en apuntalar el FMI para que pueda monitorear mejor los asuntos financieros. Otro es reformar la regulación financiera, lo cual podría restaurar la confianza en el mercado. Una tercera vía sería limitar las cláusulas que obligan a "comprar localmente" en los planes de estímulo económico.

Se trata de una agenda ambiciosa, con gran parte de la atención volcada sobre el FMI. En Davos sobraron las propuestas para reorganizar o incluso abolir el organismo. Brown propuso que el FMI debería operar como un banco central. En otras palabras, debería ser más independiente y menos vulnerable a las presiones políticas.

De todos modos, es poco probable que se vean cambios radicales. El FMI es una institución política dominada por Estados Unidos, que cuenta con un porcentaje suficientemente grande de los votos para vetar cambios importantes. Después de la crisis asiática hace más de 10 años, EE.UU. rechazó la idea del "banco central" y se anticipa que ahora haga lo mismo. Algunas de las personas que dirigían entonces la economía del país, como Lawrence Summers y Timothy Geithner, ahora tienen importantes puestos en el gobierno de Barack Obama.

Lo más plausible es que el FMI amplíe y endurezca sus revisiones de los 185 países que forman parte del organismo, subrayando potenciales trampas financieras. También podría empezar a abrir investigaciones con la colaboración de otro grupo, el Foro de Estabilidad Económica, un conjunto de banqueros centrales y reguladores de centros financieros con mayor influencia que los economistas del FMI. Pero incluso eso puede presentar problemas políticos.

Los países más poderosos suelen ignorar de forma rutinaria los consejos del FMI. "Si el FMI trata de decirle a la gente qué hacer antes de que se desate una crisis, la respuesta que recibe es: '¿Quién los eligió?'", dice Robert Lawrence, economista de Harvard.

La reforma de los reguladores del mercado fue inicialmente considerada como un esfuerzo a largo plazo. Sin embargo, ahora ha cobrado inmediatez debido al temor al proteccionismo financiero. Las nuevas normas probablemente limitarían las actividades de bancos cuyas quiebras podrían representar una amenaza sistémica. Si el G-20 decide implementar las normas de forma consistente, podría despertar una ola de confianza en el sistema financiero que a su vez podría impulsar los préstamos, dice Mario Draghi, presidente de la junta del Foro de Estabilidad Financiera.

El tercer enfoque, que consiste en evitar las provisiones de contenido local, también enfrenta obstáculos políticos. Mientras que a muchos funcionarios del gobierno les preocupa enviar señales de proteccionismo, EE.UU. no es el único país que se está valiendo de la crisis financiera para favorecer a sus empresas. Algunos países europeos también han implementado planes de rescate para sus automotrices. Gordon Brown dice que las firmas británicas son víctimas del menor acceso al crédito de los bancos extranjeros. "Una vez que se ha identificado que el problema es una forma de proteccionismo financiero...,hay que preguntarse cómo se puede resolverlo", apuntó Brown.