11 mar 2010

La Reserva Federal libra una batalla interna por la regulación de los bancos

Por Jon Hilsenrath

La peor parte de la crisis bancaria puede haber acabado hace tiempo, pero la disputa por la Reserva Federal de Estados Unidos entra en una etapa crucial en la que su carácter y papel serán, casi con certeza, redefinidos.

La Fed ha tratado de protegerse de esfuerzos en el Congreso para reducir sus facultades para regular los bancos estadounidenses, pero en su interior se libra una batalla menos visible. El organismo ha iniciado una reorganización de su ejército de 3.000 supervisores bancarios, lo que ha centralizado más poder en Washington y, en ocasiones, ha enfrentado a los funcionarios de sus 12 bancos regionales con los de la capital.

Las fisuras en el banco central salieron a la superficie el año pasado en una oficina de la Fed en Memphis. Los presidentes de los bancos regionales se quejaron ante el vicepresidente de la Fed, Donald Kohn, de que el grupo de supervisión bancaria en Washington estaba a la deriva y no les brindaba a los bancos regionales la orientación necesaria sobre cómo navegar la crisis bancaria. Poco tiempo después, sin embargo, Washington estaba más involucrada que nunca.

"El nivel de estrés de los últimos años ha sido bastante alto", reconoce William Estes, de 60 años, quien se retiró como director del grupo de supervisión de la Fed de Atlanta. Desde entonces, el grupo ha sido reestructurado. "En determinado momento, ya era demasiado".

Aunque hasta cierto punto es una lucha territorial, la lucha por, y dentro de, la Fed es mucho más que eso. Es parte de una batalla más amplia sobre cómo se debería regular el sistema financiero de EE.UU., que no se ha resuelto 18 meses después de haber estado al borde del colapso. El resultado final podría tener un impacto tan grande en las finanzas como las reformas de los años 30, cuando se formó la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC), o las de los 90, cuando los bancos obtuvieron la libertad para expandirse a otros estados y crear oficinas de corretaje para competir con las firmas de Wall Street.

El desenlace influirá en cómo las compañías financieras interactúan con el público, quién decide cuánto riesgo pueden asumir y, en última instancia, qué tan rentables son. En juego, más allá de eso, están la efectividad de la Fed para encauzar la economía hacia un bajo nivel de desempleo e inflación, y la capacidad de EE.UU. de eludir crisis financieras en el futuro.

Antes de 2008, los reguladores y Wall Street estaban convencidos de que un cuarto de siglo de innovación financiera había hecho que el sistema fuera más seguro al dispersar el riesgo; era mejor dejar la responsabilidad en manos de los gestores de riesgo de los bancos que en los reguladores. Hoy, prevalece una nueva mentalidad en varios lugares, incluida la Fed, que instruye a los bancos comerciales en todo tipo de actividades, desde la remuneración de los empleados hasta cómo ajustarse a los riesgos en áreas como los bienes raíces comerciales y los préstamos al sector de la construcción.

"Hemos estado realizando un exhaustivo autoexamen de nuestras responsabilidades regulatorias y supervisoras y hemos estado implementando mejoras activamente", afirmó el presidente de la Fed, Ben Bernanke, el pasado mes, cuando solicitó a los legisladores que preserven las facultades del banco central. Resaltó que sería un "gran error" diluir el poder de supervisión de la Fed, al esgrimir que dañaría la capacidad del banco central de manejar la economía y responder a las emergencias financieras.

Cuando EE.UU. creó el banco central en 1913, un acuerdo alcanzado tras un acalorado debate dividió el poder entre Washington, Nueva York y los bancos regionales. Posteriormente, creció la autoridad de Washington, pero los bancos regionales han seguido jugando un papel preponderante, especialmente en temas regulatorios. La junta de gobernadores de la Fed en Washington les ha traspasado a los bancos regionales muchas responsabilidades en la supervisión de unos 800 bancos pequeños regulados por los estados y más de 5.000 holdings bancarios. Cerca de 17.000 de los 20.000 empleados de la Fed trabajan en los bancos regionales de la entidad.

Hace cinco años, un gobernador de la Fed buscó centralizar en Washington la supervisión de los mayores bancos del país. "Sentí que no estábamos siendo tan efectivos", recuerda Susan Bies, que ya no forma parte de la junta. "No teníamos una visión general suficientemente sólida de lo que ocurría en todo el sistema". Según varias personas que participaron en las conversaciones, su esfuerzo fue derrotado por Timothy Geithner, el entonces presidente del banco de la Fed de Nueva York, que supervisa algunos de los mayores bancos. Geithner, actualmente secretario del Tesoro de EE.UU., no quiso hacer declaraciones.

Los bancos regionales se encuentran en medio de una incómoda división público-privada. La junta de cada uno de ellos está compuesta por tres directivos que representan a los bancos comerciales locales, tres personas externas elegidas por los bancos y tres miembros designados por la Fed en Washington. Las juntas eligen a los gobernadores de los bancos regionales, previa consulta con la Fed en Washington. La influencia del banco central sobre las juntas ha dado lugar a acusaciones de un conflicto de interés estructural.

Thomas Hoenig, gobernador del banco de la Fed de Kansas City, refuta tales cuestionamientos y subraya que las juntas no tienen voz ni voto en la supervisión y proveen datos valiosos sobre la economía. "Es importante recibir información de ellas", afirma, sosteniendo que la estructura crea un equilibrio de poderes que beneficia al país.

Una idea aún con vida en el Comité de Banca del Senado es traspasar el poder de supervisión de los bancos pequeños de la Fed a otra agencia. Hace poco, Hoenig advirtió al Congreso que el resultado sería "aún más poder tanto para Washington como para Wall Street en la regulación de instituciones financieras".

Camden Fine, director de un lobby de pequeños bancos, sostiene que el traspaso de la facultad de supervisión de la Fed dejaría a los bancos regionales "básicamente destruidos". Preocupados por esa amenaza, los gobernadores de los bancos regionales han estado presionando personalmente a los legisladores y defendiendo a sus instituciones de forma más enérgica.

[Fed]