12 may 2010

El valiente paso de la UE en aguas traicioneras

por Editorial. Financial Times

Por primera vez desde que estallara la crisis financiera, los líderes europeos van un paso por delante de los mercados, y no arrastrándose detrás de ellos.

Los mercados llevan tiempo apostando contra la capacidad de los países de la periferia de la eurozona para cumplir con sus obligaciones. El aumento de la rentabilidad provocado por esas apuestas estuvo cerca de hacer que se cumplieran esas predicciones. Los operadores también habían considerado que el resto de la eurozona carecía de la voluntad política para ayudar a sus vecinos del sur a salir de la crisis. Este fin de semana, Europa ha demostrado que los negativistas se equivocaban.

Los líderes de la UE han aceptado finalmente el reto de abrirse paso a través de la peor tormenta económica en varias generaciones. El paquete de créditos y garantías por valor de 500.000 millones de euros superaba con creces lo que se esperaba de una Europa que ha hecho demasiado poco y demasiado tarde. Con ello, rompieron con las normas de la eurozona.

Ninguna otra medida de menor calado servirá frente a la crisis existencial que ha envuelto a la economía y los mercados financieros de la eurozona. Es mala suerte que la primera recesión a la que tiene que hacer frente en su historia la unión monetaria europea sea la peor en 80 años. Habría sido preferible que los miembros hubieran prestado más atención a las reglas en época de bonanza –tanto en contenido como en cumplimiento–. Las diferencias sin resolver entre Francia y Alemania sobre cómo gestionar una unión monetaria de la que ellos son los pilares ayudaron a generar los tóxicos desequilibrios de alta deuda y lento crecimiento que han detonado ahora en el sur de Europa.

Las medidas anunciadas pueden bastar para detener el pánico del mercado. Tienen dos elementos principales. El primero es una garantía conjunta de los gobiernos de la eurozona para crear un vehículo especial con fondos del mercado por valor de 440.000 millones de euros para financiar créditos como el que se le acaba de ofrecer a Grecia. Se espera que sea complementado por el Fondo Monetario Internacional, que impondrá estrictas condiciones. Además, todos los gobiernos de la UE respaldan una extensión de 60.000 millones de euros de una prestación que ha beneficiado hasta el momento a Hungría, Letonia y Rumanía, países que no pertenecen al euro.

Con una potencia de fuego total de 750.000 millones de euros una vez contada la aportación del FMI, Europa ha sustituido las pistolas de agua por bazukas para acabar con las predicciones catastrofistas de los mercados. Las bolsas europeas repuntaron un 7% ayer, y la rentabilidad de los bonos griegos cayó.

El segundo paso, más preocupante, es la decisión del Banco Central Europeo de comprar bonos gubernamentales “para abordar... las disfunciones... de los mercados de valores”. Con ello, cedió a las presiones de los gobiernos de la eurozona para que no tolerase los ataques contra los bonos de uno de ellos. Ambas medidas muestran que Europa está dispuesta a mostrar su determinación cuando los mercados le pidan cuentas. Por bien recibida que sea, esta victoria eleva los riesgos económicos y políticos a nuevos límites.

Los peligros económicos son claros. Los préstamos y las garantías harán que desaparezcan los riesgos inmediatos de financiación soberana –pero tal vez no por mucho tiempo: sólo este año los países de la eurozona necesitan más de un billón de euros de crédito–. Y la liquidez no es lo mismo que la solvencia: ganar tiempo para que los países reparen sus débiles finanzas no reduce el déficit ni estabiliza las deudas por sí sólo. Su disposición a iniciar ese doloroso proceso aún no se ha demostrado. Pero las severas condiciones del FMI ayudarán, y con espacio para respirar, pueden controlar el ritmo de los recortes para volver a crecer antes.

El hecho de que el paquete se debiera a los problemas del mercado, además, lo convierte en una “Greenspan put” europea (una expresión que hace referencia a las "put options", en las que una de las partes adquiere el compromiso de comprar un activo si éste cae de un determinado precio). Consolida el riesgo moral no sólo para los prestatarios soberanos sino para un sector bancario que, a menos que se reforme radicalmente, aprenderá a confiar en que los contribuyentes acudan en rescate.

Esto genera riesgo político. Ya no podrá fingirse que la unión monetaria respeta la premisa con la que se convenció a los ciudadanos europeos, especialmente a Alemania. Existe un riesgo real de que el impago de un miembro del euro cargue a sus vecinos o al BCE de pérdidas. Se suponía que el estrecho control y la independencia del BCE harían imposible que se llegara a esta situación; ambos han sido minados.

Las normas del euro estuvieron mal diseñadas desde un principio. Lo importante es rescatar su propósito: el crecimiento y la estabilidad. El incendio actual debe apagarse con incentivos para asumir menos riesgos. Las condiciones del programa de préstamos deben ser claras y severas: a un gobierno que realmente sea incapaz o no quiera pagar se le deben retirar las ayudas. La eurozona está ahora a merced de las decisiones de sus miembros más endeudados.

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