22 mar 2011

¿La próxima revolución será en China?

Por Francis Fukuyama

Durante el transcurso de tres breves meses, los levantamientos populares derribaron regímenes en Túnez y Egipto, desataron una guerra civil en Libia y crearon inestabilidad en otras partes de Medio Oriente. También han generado una pregunta: ¿Están ahora todos los regímenes autoritarios amenazados? En particular; ¿es China, una potencia en expansión, vulnerable a esas fuerzas?

El gobierno comunista en Beijing está claramente preocupado. Ha limitado la cobertura de los recientes levantamientos y ha restringido las operaciones de los activistas prodemocráticos y de los periodistas extranjeros, en un esfuerzo preventivo contra los llamados para que China tenga su propia "Revolución de los jazmines". Ningún experto en ciencias sociales o analista de inteligencia predijo el momento exacto o la extensión de los levantamientos árabes. La razón por la que explotaron en 2011 es algo que podrá ser entendido solamente en retrospectiva, si es que se puede.

Pero esto no quiere decir que no podemos pensar en las revoluciones sociales de una manera más estructurada. Incluso, cosas impredecibles pueden ocurrir en un cierto contexto y las situaciones actuales de China y Medio Orienteson radicalmente diferentes. La mayor parte de la evidencia sugiere que China está a salvo de la ola democrática, al menos por ahora.

Quizás el más relevante pensador para entender el Medio Oriente de hoy y la China de mañana sea el fallecido Samuel Huntington, no el Huntington de El choque de las civilizaciones, que sostenía que habían incompatibilidades fundamentales entre el islam y la democracia, sino el Huntington, cuya obra clásica El orden político en las sociedades en cambio, planteó su teoría de la "brecha" de desarrollo.

Observando los altos niveles de inestabilidad política que afectaban a los países en el mundo en desarrollo durante las décadas de los años 50 y 60, Huntington notó que los niveles crecientes de desarrollo económico y social frecuentemente llevaban a golpes, revoluciones y tomas del poder por parte de los militares. Esto podía ser explicado, argumentó, por una brecha entre la gente movilizada, educada y con poder económico y el sistema político existente, es decir, entre sus esperanzas de participación política y las instituciones que les daban poca o ninguna voz. Los ataques contra el orden político existente, señaló, pocas veces son impulsados por los más pobres en una sociedad; tienden a ser encabezados por las clases medias en expansión que están frustradas por la falta de oportunidades.

Todas esas observaciones parecerían aplicarse a Túnez y Egipto. Ambos países hicieron sustanciales progresos a nivel social en las décadas recientes. El índice de Desarrollo Humano (que toma en cuenta la salud, la educación y el nivel de ingresos) que elabora la ONU subió 28% en Egipto y 30% en Túnez entre 1990 y 2010. Y de hecho, las protestas en Túnez y Egipto fueron encabezadas en un primer momento por los jóvenes de clase media educados y familiarizados con la tecnología, que expresaron su frustración con sociedades en las que no se les permitían expresar sus puntos de vista, castigar la corrupción de los líderes u obtener un empleo sin tener conexiones políticas.

Huntington enfatizó el poder desestabilizador de los nuevos grupos sociales que buscaban participación política. La gente solía ser movilizada por los diarios o la radio. Hoy, son empujados por Facebook y Twitter. Este cambio en Medio Oriente ha sido increíblemente rápido y ha desvirtuado, por ahora, las viejas creencias sobre la supuesta pasividad árabe.

¿Pero nos dicen estos acontecimientos algo sobre la posibilidad de una futura inestabilidad en China?

Es verdad que el detonante del descontento social está tan presente en China como en Medio Oriente. El incidente que desató el movimiento en Túnez fue la autoinmolación de un vendedor callejero de verduras, cuyo carrito fue confiscado repetidamente por las autoridades y quien, cuando fue a quejarse, fue abofeteado e insultado por la policía.

Este asunto afecta a todos los regímenes donde no existe el estado de derecho, ni el control público de los funcionarios. Las autoridades rutinariamente le faltan el respeto a los ciudadanos comunes y atropellan sus derechos. No hay cultura en la que este tipo de conducta no genere un fuerte resentimiento.

Este es un enorme problema en China. Un reciente informe de la Universidad de Jiao Tong encontró que hubo 72 incidentes "importantes" de descontento social en China en 2010, 20% más que en 2009. La mayoría de los observadores externos dirá que la cifra real es mucho más alta, pero debido al control de las autoridades sobre el ejercicio periodístico, es difícil de comprobar.

El caso más típico de ataque a la dignidad en la China contemporánea es el de los gobiernos locales que en complicidad con inversionistas privados despojan de tierra a campesinos o trabajadores pobres para abrir paso a algún proyecto lujoso o las compañías que vierten sustancias contaminantes que afectan el suministro de agua de una localidad. Aunque la corrupción en China no llega a los niveles de algunos países africanos o de Medio Oriente, es extendida.

Una amplia disparidad

Además, hay un enorme y creciente problema de desigualdad en China. Las mejoras producidas por el notable crecimiento chino han ido desproporcionadamente a las regiones costeras del país, mientras que muchas zonas rurales se quedan rezagadas. El índice Gini para China —una medida de la desigualdad en la distribución de los ingresos— ha crecido casi a niveles latinoamericanos. De todas formas, la clase media china es enorme y al igual que la de Túnez y Egipto, no tiene posibilidades de participación política. Pero a diferencia de sus contrapartes en Medio Oriente, se ha beneficiado de una significativa mejora en la economía.

Según el Barómetro Asiático, una mayoría muy amplia de chinos siente que sus vidas han mejorado económicamente en los últimos años y también cree que la democracia es la mejor forma de gobierno, pero en un giro curioso, la mayoría piensa que China ya es democrática y dice estar satisfecha con la actual situación.

Otro factor es que el autoritarismo en China es de una calidad muy superior al de Medio Oriente. Aunque formalmente no rinde cuentas a la gente a través de elecciones, el gobierno chino hace un seguimiento cuidadoso del descontento popular y frecuentemente responde a través del apaciguamiento más que de la represión.

Otra característica notable del gobierno chino es la rotación en el liderazgo. Desde Mao, el liderazgo chino se ha adherido rígidamente a períodos de alrededor de una década. El gobierno también es más inteligente y despiadado en su enfoque de la represión. Sintiendo una amenaza clara, las autoridades nunca permitieron el ingreso de Facebook y Twitter, que están prohibidos en el país, y el contenido de los sitios web y de los medios sociales chinos es revisado por un ejército de censores.

Los militares también marcan la diferencia con Medio Oriente. El Ejército Popular de Liberación chino es una organización autónoma enorme y creciente con fuertes intereses económicos y por ende en el statu-quo.

La conclusión es que China no se contagiará pronto de Medio Oriente. Pero podría fácilmente enfrentarse a problemas más adelante.

—Fukuyama forma parte del cuerpo docente del Instituto de Estudios Internacionales de la U. de Stanford. Su nuevo libro 'The Origins of Political Order' será publicado en abril.

Fuente: WSJ