24 jul 2009

Obama empieza a atragantarse con la prometida reforma sanitaria

por Gemma Martínez. Nueva York

El calendario del proyecto se retrasa/ El presidente de EEUU está teniendo más dificultades de las previstas para culminar una de sus principales iniciativas. El debate empieza a provocar que su popularidad se reduzca.

Barack Obama se prepara para las vacaciones estivales, que este año pasará en Martha’s Vineyard, isla situada en la costa noreste de Estados Unidos. El presidente tenía previsto desplazarse hasta allí con un proyecto ya encarrilado: la reforma de la sanidad. Obama esperaba rubricar la iniciativa en septiembre, pero para lograrlo necesitaba que el Capitolio le entregara el proyecto de ley en agosto, antes de que se interrumpa la temporada parlamentaria.

Este calendario no se cumplirá en función del momento actual de las negociaciones entre los propios demócratas y también entre éstos y los republicanos, salvo que se produzca un acelerón de última hora.

EEUU carece de sanidad universal gratuita. El Gobierno sólo paga la medicina, empleando infraestructuras privadas, a mayores de 65 años, pobres, niños de familias sin recursos y veteranos. El resto tiene que contratar un seguro privado, individual o colectivo (pagado por las empresas) para evitar abonar precios astronómicos al visitar la consulta.

Los empleados que tienen pólizas colectivas suelen tener que abonar un copago por visita, que en uno de cada tres casos cuesta más de 25 dólares. A pesar de la obligatoriedad, 46 millones de estadounidenses no tienen seguro, el 15% de la población.

Actualmente existe un consenso generalizado en el país en torno a la conveniencia de reformar el sistema sanitario para ampliar la cobertura médica. Sin embargo, el consenso termina ahí y tanto los partidos como los colectivos afectados (desde pacientes a médicos y aseguradoras) mantienen posturas enfrentadas. La sanidad universal gratuita, ofrecida por el Gobierno exclusivamente y sin que coexista con un seguro privado, difícilmente será aceptada por la sociedad estadounidense.

El presidente demócrata, consciente de estas dificultades, se ha marcado un objetivo bastante alejado de la sanidad universal gratuita, que sí se está ensayando en Massachusetts, Vermont y Maine. Obama se conforma con mejorar la salud de la población, extender la cobertura, reducir los costes asociados a las enfermedades y mejorar la eficiencia. La principal innovación de Obama, y la que más debate ha suscitado, es la decisión de crear un seguro público que pueda ser contratado por cualquier persona, voluntariamente. La Casa Blanca sostiene que así aumenta la competencia y obliga al sector privado a mejorar los servicios y reducir los precios.

El proyecto del presidente, que espera evitar los errores cometidos por Bill Clinton en 1993 -que tumbaron su plan de reforma-, es rechazado por los republicanos. Ayer, el presidente del partido, Michael Steele, acusó a Obama de proponer un plan “socialista”, que “dañará a la economía y que provocará que millones de estadounidenses anulen sus seguros actuales”. Steele acusó a Obama y a la portavoz del Congreso, Nancy Pelosi, de ser parte de una “cábala” para implantar un modelo de sanidad que estará dirigido por el Gobierno, algo que el presidente niega.

Los republicanos no son los únicos que se levantan contra el plan. El director de la Oficina Presupuestaria del Congreso, Doug Elmendrof, está convencido de que la reforma disparará la deuda e impedirá fijar los problemas fiscales, en contra de la opinión del presidente. El plan del demócrata costará un billón de dólares (704.225 millones de euros) en diez años y, según Elmendrof, su aplicación aumentaría el déficit de EEUU en 239.000 millones una década.

Divergencias
La financiación de la reforma también está retrasando su materialización y está creando disensiones en el seno de los demócratas, entre los más liberales y los más conservadores del partido. Todos buscan consensuar posturas en el Congreso y en el Senado. Pelosi aboga por imponer un impuesto adicional a la rentas más altas del 5,4%. Los demócratas más conservadores rechazan este gravamen y temen las consecuencias que la reforma tendrá para el equilibrio presupuestario. Los liberales, por el contrario, quieren asumir ese riesgo con tal de aumentar la cobertura sanitaria. La industria sanitaria, por su parte, lanzó ayer su primera macrocampaña publicitaria para atacar la reforma.

El debate sobre el proyecto empieza a tener consecuencias para el presidente, cuya popularidad se reduce. Ayer el diario Washington Post reveló que el índice de aceptación sobre el modo en que está gestionando la reforma sanitaria ha caído por debajo del 50% por primera vez desde que se presentó. “El presidente dijo que su reforma iba a ser neutra para el déficit. Obama no ha sido honesto con los americanos y la oficina del presupuesto le ha pillado. Por eso, su aceptación cae”, indica Peter Morici, profesor de la Universidad de Maryland.

Un plan con factura
-Estados Unidos es el país del mundo que más paga por la sanidad. Su economía tuvo que hacer frente a unos costes sanitarios de 2,3 billones de dólares (con datos de 2007), importe que incluye la aportación pública pagada por el Gobierno y la privada, asumida por ciudadanos y empresas.

-Esta cifra supone en torno al 16% del PIB. Los dos programas públicos más relevantes, para mayores y pobres, suponen en torno al 5% del coste total.

-La Casa Blanca indica que el seguro médico medio para cada familia americana, contratado a través de una póliza de empresas, costó 12.680 dólares en 2008. Este importe equivale a unos 6.300 dólares por persona (en un hogar de dos miembros), cifra muy superior al gasto per cápita que se realiza en España, por ejemplo, y que asciende a 2. 458 dólares, un 63% menos, según el informe OCDE Health Data 2008.

-El presidente quiere ampliar la cobertura médica sanitaria para cubrir a los 46 millones de personas que no tienen seguro propio. Su plan costará un billón de dólares en diez años. Los demócratas indican que este proyecto será financiado principalmente con ahorros presupuestarios y con aumentos de impuestos a las rentas más altas. El Gobierno afirma que sólo con la reforma se podrá reducir el déficit del país, al rebajar los costes de los programas públicos.

-La Oficina del Presupuesto no comparte las cifras del presidente y afirma que la materialización de la reforma elevará el déficit en 239.000 millones en diez años.

Fuente: Expansión