25 sept 2009

A favor de un impuesto a las operaciones financieras globales

por P. Steinbrück, ministro de Finanzas alemán

¿Qué falló en los mercados financieros globales? En pocas palabras, la implosión de un nuevo entorno financiero sofisticado y la consiguiente crisis tuvieron su origen en la idea de que los mercados libres y no sujetos a ninguna regulación siempre funcionan en beneficio público y son todo lo que se necesita para gozar de prosperidad económica.

El preámbulo de esta crisis fue una combinación de dinero barato, desregulación y una carrera por obtener los máximos beneficios por parte de los ejecutivos que no se dejaban intimidar por los riesgos asociados a sus operaciones.

Cuando la burbuja inmobiliaria estalló y los mercados financieros se colapsaron, el crecimiento global cayó en picado como nunca lo había hecho desde la Gran Depresión. Para este año está previsto que el PIB de las economías avanzadas retroceda un 4%. Las pérdidas totales del sector financiero en las economías avanzadas ascienden a aproximadamente 1,6 billones de dólares (1,08 billones de euros). El FMI calcula que todavía se producirán pérdidas que superarán más del doble de esta cantidad. El paro seguirá aumentando.

Las generaciones futuras tendrán que hacer frente a una explosión de deuda pública y tardaremos años en alcanzar la plena recuperación.

A pesar de todas estas dificultades, los integrantes del mercado financiero que han logrado sobrevivir a esta debacle han obtenido importantes beneficios de los planes de rescate estatales. La media de las ayudas de los miembros del G20 al sector financiero supera el 30% del PIB (incluyendo inyecciones de capital, garantías, préstamos del Tesoro y compras de activos, provisiones de liquidez y otras ayudas de los bancos centrales).

Nuestra respuesta política a esta crisis tendrá que incluir nuevas formas de financiación y de distribución de la carga fiscal. En este contexto, el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, y yo hemos avanzado una propuesta para la introducción de un impuesto a las transacciones financieras globales (FTT, en sus siglas en inglés).

Aunque la opinión pública es consciente de lo que acontece en Wall Street, en Londres y en Fránkfort, los participantes del mercado financiero no están haciendo todo lo que pueden en esta crisis, Los ciudadanos saben que se han utilizado cientos de miles de millones de euros y de dólares para rescatar a los bancos. Los pagos de bonus en el sector financiero coexisten ahora con la pérdida masiva de puestos de trabajo en la economía real.

He llegado a la conclusión de que la respuesta política a esta crisis debe ir acompañada de algo más que de un mejor sistema regulador, estrategias de gestión de riesgos y requisitos de capital. El modo en el que los gobiernos consigan repartir el peso entre Wall Street y los contribuyentes definirá la cohesión social, la estabilidad de los mercados financieros y la reputación de los líderes políticos durante los próximos años.

Es cierto que el pago de compensaciones y las cuotas de garantías gubernamentales recaen sobre los bancos que participan en programas de estabilización financiados por el contribuyente, pero eso no es suficiente. Los participantes de los mercados financieros tienen que demostrar que entienden su responsabilidad en esta crisis y que están dispuestos a contribuir en la medida de lo posible para evitar que esta situación se repita.

Un impuesto a las transacciones financieras globales, aplicado de forma uniforme en todos los países del G20, de forma que además cubra todas las operaciones financieras a un tipo muy bajo, es el instrumento más adecuado para garantizar la contribución equitativa de todos los integrantes del mercado financiero.

Junto al ministro Steinmeier, propondré que el G20 tome medidas adecuadas de cara a introducir un FTT del 0,05% para todas las operaciones de productos financieros en el marco de sus jurisdicciones, con independencia de que esas transacciones tengan lugar en los mercados de valores. Los gobiernos nacionales podrían establecer una deducción fiscal por gastos personales para los inversores minoristas.

Según los cálculos realizados por el Instituto Austriaco de Investigaciones Económicas, que ha estudiado los posibles efectos del FTT por encargo del Ejecutivo del país, un FTT global del 0,05% podría reportar unos beneficios de hasta 690.000 millones de dólares anuales, lo que equivale a aproximadamente el 1,4% del PIB mundial.

Ese impuesto no supondría una carga excesiva para los integrantes del mercado financiero, pero, en cambio, serviría para reunir una cantidad importante de capital para financiar el coste de esta crisis.

Los participantes del mercado financiero están haciendo todo lo posible para evitar pagar lo que les corresponde, proponiendo una serie de argumentos en contra de un FTT con los que intentan encubrir su oposición. Algunos aseguran que un impuesto de ese tipo provocaría evasiones fiscales por parte de sus colegas y podría dar lugar a falsas interpretaciones. No obstante, estoy convencido de que las prácticas evasivas de los miembros del mercado serían prácticamente imposibles si el G20 permaneciera unido en este aspecto.

El volumen de operaciones del G20 y de las bolsas de la Unión Europea representa aproximadamente el 97% de las transacciones totales de valores cotizados y casi el 94% del volumen total de bonos cotizados.

Dado que el impuesto sería muy bajo e incluiría las operaciones en bolsas, mercados de derivados y mercados OTC, cuyas negociaciones se realizan fuera del ámbito de las bolsas, así como todas las clases de activos (acciones, bonos, derivados y divisas) tampoco habría lugar a equívocos. No creo que una tasa de ese tipo incida de una forma tan negativa en la liquidez del mercado pero, incluso en el caso de que así fuera, un pequeño empujón a este tipo de actividades no resultaría tan negativo.

En el debate entre los ministros de Finanzas durante la reunión de Londres antes de la cumbre del G20 se llegó a un acuerdo básico favorable a la distribución equitativa de los costes de la crisis financiera.

Durante la cumbre de Pittsburg, deberíamos concretar cuál se consideraría el reparto más ecuánime entre contribuyentes y participantes del mercado financiero.

La canciller alemana Angela Merkel ha encontrado respaldo a esta iniciativa por parte del primer ministro británico Gordon Brown y del presidente francés Nicolas Sarkozy. Percibimos gestos de interés y disposición a profundizar en la propuesta tanto en el seno de la Unión Europea como fuera de sus fronteras.

Sin duda, existen motivos a favor de la introducción de un FTT global, lejos de ser perjudicial, reportaría muchos beneficios. Si alguien tiene una idea mejor para la distribución equitativa del gasto que ha generado esta crisis entre los contribuyentes y Wall Street, le prestaremos la atención que se merece. De lo contrario, cuanto antes tengamos un FTT, mejor.

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