26 oct 2009

El viejo problema de las pensiones y el descenso de trabajadores

por Tony Jackson

Según cálculos oficiales, dentro de 25 años en Reino Unido habrá 2,8 personas en edad laboral por cada jubilado, frente a las 3,2 actuales. Podría pensarse que es la misma historia de siempre, solo que sigue empeorando.

Los cálculos tienen en cuenta un aumento previsto en la edad oficial de jubilación de un año para los hombres y seis en el caso de las mujeres. Entretanto, la esperanza de vida sigue aumentando –en 0,2 años para los hombres y 0,5 años para las mujeres sólo en los dos últimos años. El problema no se limita a Reino Unido, aunque en el resto de Europa lo ven de formas muy distintas. Pero antes de abordar este punto, desmintamos una o dos falacias.

Una dice que el problema deriva del baby boom que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Pero este fenómeno genera una gran cantidad de trabajadores que más tarde pasan a ser pensionistas. Esto no afecta a la verdadera cuestión, el aumento de la longevidad. De hecho, la Comisión Turner británica ha demostrado que dentro de 25 años la proporción de trabajadores frente a pensionistas sería la misma aunque nunca se hubiera producido el baby boom.

¿O tal vez el problema pueda solucionarlo la inmigración? Pero, al igual que sucede con la venta piramidal, siempre serán necesarios nuevos inmigrantes que mantengan a los que se jubilen –algo que, desde el punto de vista político, parece poco probable. Y, dado que los trabajadores que gana un país los pierde otro, el resultado de la suma global es cero. O tal vez la obesidad entre los jóvenes reduzca la longevidad.

Pero aún estando en edad laboral, los obesos serán más propensos a las enfermedades y, por tanto, poco productivos. Así que el problema empeorará antes de mejorar.Y un largo etcétera. Al final, todo se reduce a tres opciones: ahorrar más, trabajar durante más tiempo o depender de la generosidad de nuestros hijos como contribuyentes.

La opinión que cada uno tenga sobre esas opciones dependerá de su punto de partida. Esto me lleva a un reciente sondeo sobre la postura de los europeos en relación al ahorro y la jubilación.El hallazgo más sorprendente son las diferencias entre Holanda, por una parte, e Italia y España por otra, situándose Reino Unido en algún punto intermedio.

A la pregunta de si están ahorrando lo suficiente para su jubilación, el 55% de los holandeses respondió de forma afirmativa, frente al 15% de los españoles y el 26% de los italianos. Aun así, el 40% de los holandeses no tienen previsto jubilarse hasta después de los 65 años, frente al 22% de los italianos. ¿Qué está pasando? El responsable del estudio, David Bowers, de Absolute Strategy Research, achaca esta diferencia a que los holandeses se sienten más seguros en sus puestos de trabajo. Es probable, argumenta, que durante esta década, italianos y españoles hayan perdido competitividad frente a Alemania, y simplemente se sienten menos seguros ante la posibilidad de trabajar durante más tiempo.

Aparte de eso, la envidiable tranquilidad del pueblo holandés se debe a tres factores. Son pocos los holandeses que tienen contraída deuda sin garantías; encabezan la lista de préstamos hipotecarios de Europa y, por encima de todo, tienen el mejor plan de pensiones de la Unión Europea. Además de los habituales planes de pensiones estatales, Holanda cuenta desde 1957 con un régimen obligatorio de pensiones privadas.

La Comisión Turner llegó a la conclusión hace cinco años de que casi ningún jubilado holandés percibía unos ingresos inferiores al 60% del salario medio, frente a la mitad de los irlandeses y un tercio de los griegos. Por si fuera poco, los fondos de pensiones holandeses siempre han invertido en bonos del Gobierno del país, evitando los enormes déficit que desconciertan a los trabajadores británicos, por poner un ejemplo.

Merece la pena destacar, sin embargo, que invertir en bonos del Tesoro hace que se nuble la distinción entre planes financiados y no financiados. En cualquier caso, la carga recae en los futuros contribuyentes. Para los pensionistas, la única duda es si los futuros gobiernos acabarán incumpliendo las promesas hechas a su antiguo electorado o a los acreedores internacionales.

Otra cuestión muy distinta es la inversión en renta variable. En Reino Unido, por ejemplo, un buen puñado de empresas con un enorme nivel de capitalización obtiene dos tercios de sus beneficios y dividendos del extranjero, y, cada vez con más frecuencia, de las economías emergentes. Por tanto, al invertir en esos valores, no serán nuestros hijos los que carguen con la deuda del futuro, sino los de países como China e India.

De todo esto se desprenden tres conclusiones. Deberíamos, siempre que podamos, ampliar nuestra vida laboral, además de seguir el ejemplo de los esquemas de pensiones de Holanda, Suiza y Australia y, si fuera necesario, obligar a las empresas a cubrir esas pensiones.Por último, deberíamos pensar dos veces antes de invertir en acciones.

Según la encuesta Janus, sólo una quinta parte de los europeos, de todas las edades y países, consideran que las acciones son una forma de ahorro sensata. Esa inclinación es comprensible, dadas las enormes decepciones sufridas en la última década. No obstante, a largo plazo, invertir en bonos del Tesoro podría resultar más perjudicial, ya que sería una forma de posponer el problema en lugar de abordarlo.

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