25 dic 2009

Los banqueros temen el riesgo soberano en 2010

por Gillian Tett

En circunstancias normales, la cuestión de cómo gestionan los bancos sus acuerdos de garantías con otros participantes financieros no despierta el interés del común de los mortales.

Sin embargo, no vivimos tiempos normales. En los últimos años los gestores del riesgo de los mayores bancos mundiales se han visto obligados a afrontar una serie de horribles situaciones, ya que se han cumplido riegos aparentemente remotos.

Así que esos mismos gestores del riesgo otean ahora el horizonte en busca de cualquier posible nuevo peligro. Y mientras analizan posibles escenarios para 2010 –o “intentan imaginar seis horribles imposibles antes del desayuno”, tal y como dice uno–, un aspecto que está generando más desasosiego es el problema del riesgo soberano y el asunto relacionado de las garantías.

Hasta hace poco, no era algo que importase mucho a los bancos en occidente, ya que se asumía que el prestigio crediticio de Europa y EEUU era completamente seguro.

Así, en sus operaciones financieras diarias, los bancos trataban por lo general los contratos con las entidades soberanas occidentales de forma distinta a aquellos con las empresas privadas.

En particular, cuando un banco cierra un contrato de derivados de tipos de cambio o de tipos de interés con otro banco o empresa, por lo general exigirá que la otra parte ofrezca alguna garantía para asegurarse de poder recuperar la suma que se le adeuda en caso de que la otra entidad quiebre. Hasta el momento, los bancos no han pedido garantías cuando había entidades soberanas de por medio, ya que se asumía que un gobierno occidental nunca tendría problemas (o no se mostraría dispuesto) a cumplir un acuerdo.

De igual forma, cuando los bancos han concedido préstamos a naciones soberanas occidentales –o simplemente han adquirido su deuda mediante bonos– por lo general no destinaban grandes reservas, ya que esa deuda se considera de “riesgo-cero”, bajo las normas reguladoras bancarias, y la mayoría de los países occidentales disfrutaban de un ráting crediticio AAA.

Pero ahora, algunos banqueros de relevancia comienzan a sentirse incómodos. Después de todo, se cree que los acuerdos que los bancos han cerrado con entidades soberanas representan una parte significativa del mercado de derivados. Además, esos contratos pueden ser con frecuencia a 10, 20, o 30 años, lo que implica que los beneficios y pérdidas en un acuerdo de derivados –y el riesgo potencial de contraparte– pueden experimentar fuertes fluctuaciones.

Por el momento no existe indicio alguno de que ningún gobierno occidental importante esté a punto de incumplir algún acuerdo. Pero los casos de Grecia y Dubai han servido de llamada de atención. Además, tal y como Moody's señaló esta semana, “el contexto para la valoración del riesgo soberano ha sufrido un cambio radical desde el comienzo de la crisis a mediados de 2007” –y, teniendo en cuenta que las posiciones fiscales de los países occidentales se están deteriorando muy rápido, se prevén más “turbulencias” en 2010–.

Por el momento, los bancos mantienen un silencio hermético sobre cómo pretenden manejar este riesgo soberano. Incluso en épocas buenas, los bancos rara vez discuten sus políticas de garantías en detalle por miedo a revelar demasiado sobre lo que realmente piensan de la salud de sus clientes financieros y corporativos. Y en los momentos de tensión financiera, los bancos son aún más herméticos, ya que los rumores pueden alimentar el pánico en el mercado.

Pero algunos grandes bancos intentan abordar los riesgos usando contratos de derivados de crédito sobre el riesgo soberano, que ofrecen seguro frente al impago de los bonos gubernamentales. En particular, cuando las mesas de operaciones observan que los precios de los contratos a largo plazo con títulos soberanos comienzan a fluctuar, empiezan a pedir a los operadores que ofrezcan seguros frente al impago de deudas soberanas, para cubrir –o eliminar– ese riesgo.

Esas prácticas ayudan a las mesas de negociación a cumplir con sus reglas internas. Pero no está muy claro hasta qué punto serían realmente eficaces estos contratos si llegara a producirse un impago, ya que estos acuerdos los suscribe generalmente un pequeño número de participantes interrelacionados. Por ello, los máximos responsables de algunos grandes bancos discuten ahora si necesitan ir más lejos –y empezar a hacer más provisiones para distintas formas de riesgo soberano, del mismo modo que crean reservas para los riesgos corporativos, o en los mercados emergentes–.

Pocos bancos quieren hacer esto, ya que la mayoría de ellos disponen de poco capital. “Pero cuando ves casos como el de Grecia, resulta difícil evitar estas cuestiones”, admite un miembro del consejo de un importante banco occidental, que predice que después de dos años de preocupación por las hipotecas y el riesgo corporativo, el riesgo soberano “va a ser el gran debate de 2010” –tanto para los bancos como para el resto de la industria inversora–.

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